PABLO A LOS ROMANOS ESTUDIO 10: ABRAHAM 2

Lejos de hacerle vacilar, la promesa de Dios robusteció su fe. Reconoció así la grandeza de Dios, convencido plenamente de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. Este le valió ser tenido por amigo de Dios. Y estas palabras de la Escritura no se refieren solamente a Abraham. Valen también para nosotros, que alcanzamos la amistad divina creyendo en aquel que resucitó a Jesús, nuestro Señor, quien fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para ser nuestra salvación.

Pablo continua con el ejemplo de Abraham y deja claro algo muy importante, las promesas que recibió estuvieron vinculadas a la fe y, en ninguna manera, a la Ley. Precisamente, como muy bien dice el apóstol, fue su confianza en esas promesas, su fe, a pesar de que todas las circunstancias le mostraban e indicaban lo contrario, lo que le valió ser declarado justo o, como dice la versión que uso, alcanzó la amistad divina.

Pablo finaliza el capítulo cuatro afirmando que eso mismo -ser declarados amigos de Dios en base a nuestra capacidad de confiar en aquello que Jesús hizo por nosotros- está al alcance de nuestras propias vidas.

Es cierto que, entre otras cosas, el pecado produjo una ruptura en nuestra relación con Dios, sin embargo, Jesús, con su muerte y su resurrección, ha superado y restaurado esa ruptura y todos, por medio de la fe, podemos tener acceso nuevamente a la amistad con el Señor.

Ante eso, lo único que puedo afirmar es ¡Gracias!

Lee Romanos 4:  13-25

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