¿Por qué en muchas iglesias insisten en que la salvación se pierde?

RESPUESTA
Creo que existen dos razones muy poderosas para insistir en esa doctrina que se contradice abiertamente con lo que Dios nos dice en Su Palabra:
1.- Por razones de poder y control sobre sus congregaciones.
2.- Por motivos de dinero.
Si en una ciudad existiera un servicio médico de salud que proveyera gratuitamente un medicamento que sanara en forma permanente a quienes lo usen. Y por otro lado hubiera en esa misma ciudad un curandero que solamente entrega a los enfermos un ungüento que únicamente tiene efecto placebo, que otorga una curación momentánea producto de un efecto sicológico de mejora en la persona que lo recibe, y que en consecuencia esas personas deberán volver reiteradamente para ser «atendidos» y obviamente dejar en cada visita su donación «voluntaria» para el charlatán.
Indudablemente que el curandero hará todo lo que esté a su alcance, amenazándolos con todos los males del infierno, para impedir que los enfermos consuman el medicamento que los puede curar definitivamente, porque de lo contrario él perdería toda su clientela y en consecuencia, el dinero que gana con ese negocio.
No existe otra doctrina que otorgue mayor poder y dominio sobre sus congregaciones a los pastores, y como resultado de ello también, dinero a esos líderes inescrupulosos que les ha permitido vivir económicamente muy bien sin trabajar, contradiciendo otro postulado establecido por Dios desde el principio de la creación, que toda persona decente debe trabajar por su propio sustento, ganarse el pan con el sudor de su frente, no con el sudor de los otros; como lo es la explotación de esta doctrina espuria de la inseguridad de la salvación.
Tal es la perturbación angustiosa que los mercaderes de la fe sienten por la seguridad de la salvación, que al igual que el ejemplo que puse del curandero, han revestido con todas las envolturas del infierno esta santa doctrina que Dios revela en Su Palabra, que libera eternamente de la carga del pecado.
Estos traficantes de almas han llegado hasta el extremo de pretender que todos los que creen en ella, llevan la marca de la bestia, el 666 como lo dicen públicamente, y con mucho odio nos envían a todos al infierno. Solamente ellos (los que creen que la salvación se pierde) llegarán al cielo, porque serían los únicos que han resistido recibir «la marca de la bestia». Reflexione Ud. y piense, si esto que enseña esta clase de líderes inescrupulosos ¿Puede ser aceptado por una persona racional que está usando la inteligencia que Dios le ha entregado? ¿Su propia capacidad de pensar y razonar?
Esto es comparable a la actitud del cura que nos preparaba para entrar al seminario durante mi infancia y nos enseñaba el catecismo. Nos decía que si pasábamos cerca de la puerta de una iglesia protestante, saldría el diablo y nos llevaría al infierno.
Esto es similar, porque es común escuchar a esta clase de líderes desalentar, o peor aún, amedrentar a todos aquellos que pretenden obedecer al Señor cuando nos mandó «Escudriñad las Escrituras». Y dicen a sus congregaciones algo completamente diferente: «No lea la Biblia, porque la letra mata» o expresiones como: «Las muchas letras te van a volver loco». Porque tienen miedo que la gente abra los ojos y conozcan realmente lo que Dios ha revelado en la Biblia.
Le puedo asegurar por lo que el Señor revela en Su Palabra y por los años que llevo gustando de Su Gracia divina, que esos pastores que mantienen a sus congregaciones bajo el terror de perder su salvación y los han encadenado bajo fuertes ataduras de superstición, especialmente si es que dejan de pagarles el diezmo.
Esta clase de comerciantes de la fe no podría sobrevivir unos cuantos meses, sin tener que dejar ese «negocio» y dedicarse a otra clase de especulación, si es que reconocieran públicamente lo que el Señor ha dicho a grandes voces en Su Palabra, que somos salvos por gracia por medio de Su obra y que la salvación depende 100% de Dios y no de nosotros, y que ese regalo no se puede perder porque el Señor nos lo ha dado para toda la eternidad, porque consiste precisamente en eso, vida eterna.
Si la salvación dependiera de algún ingrediente humano, jamás podríamos poseerla durante nuestra vida terrenal. Y sería una angustia intoxicante desconocer cuando somos salvos y cuando carecemos de ella. El sólo pensar que nos pueda sorprender la muerte o la venida del Señor con algún pecado pendiente, y perder nuestra salvación, seguro que debe ser un tormento atroz para los que creen que se puede perder la salvación.
Pero los exponentes de esta doctrina espuria omiten voluntaria explicar lo que Dios revela abundantemente en Su Palabra:
Jn. 10:28 «Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano».
2Ti 2:13 «Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo».
Filp 1:6 «estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra (Dios), la perfeccionará hasta el día de Jesucristo«
Cuando les presentamos esto que nos dice Dios en Su Palabra, únicamente saltan a su pobre raciocinio humano, igual que Nicodemo cuando el Señor le dijo que era necesario nacer de nuevo. Y sin explicar estos pasajes, se hunden en su simpleza humana argumentando:
«Entonces hagamos todo lo que se nos venga en gana, porque igualmente nos iremos al cielo. Continuemos pecando, fornicando, robando y mintiendo».
Pareciera, por la declaración de sus propios labios, que nunca han abandonado el pecado. Y las personas cuyo carácter se define por la práctica de los pecados que ellos mismos dicen «continuar» sin interrupción ni arrepentimiento, no pueden ser realmente hijos de Dios, porque el Señor ha sido muy explícito al declarar en Su Palabra que:
1Jn 3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
1Jn 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado
Se traban en su argumento humano y limitado, sin considerar lo que Dios ha dicho en su contexto general, y esto sucede muchas veces porque jamás han leído la Biblia en su totalidad, solamente se han dedicado a buscar con la ayuda de una concordancia, pasajes aislados que aparentemente puedan confirmar sus propias creencias.
Pero sin embargo Dios ha dicho:
1Co 6:9 «¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,
1Co 6:10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
1Co 6:11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios».
Efectivamente esto ocurre muchas veces porque como dice la Biblia: «No sabéis«. Porque la Palabra es muy contundente para afirmar que: «Esto erais algunos» no dice que «sois».
Todo aquel que realmente ha nacido de nuevo, es transformado en una nueva criatura porque todas las cosas son hechas nuevas: (2Cor.5:17) «Nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas».
Por lo tanto, pretender que un gusano que ha sido transformado en otra criatura completamente diferente, por medio de la metamorfosis que Dios ha realizado en el creyente el día de su conversión; pueda volver a arrastrarse y continuar dejando su huella de secreción inconfundible, sin remontarse a las alturas para lo cual el Creador lo ha capacitado por medio de las propiedades, cualidades, gustos y alimentación completamente diferente, sería igual de absurdo que sostener que un hijo de Dios pueda volver a vivir como un hijo de las tinieblas.
1Jn 3:9 «… y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
1Jn 3:10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo»
Esta es la única forma que Dios nos ha entregado a nosotros para reconocer quienes son verdaderamente del Señor, por sus frutos. Pero los frutos no consisten en la cantidad de emparedados o bocadillos que hemos sido capaces de hacer y vender, ni de la cantidad de dinero que ofrendemos o los gritos frenéticos de «Aleluya» o cantar con los brazos en alto y poner cara de espiritualidad, para luego regresar a sus casas y ser el mismo grosero, violento, descortés y descomedido; sino que se refiere a los frutos del Espíritu:
Gal 5:22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
Gal 5:23 mansedumbre, templanza
Gal 5:19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
Gal 5:20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
Gal 5:21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
El verdadero hijo de Dios, aquel que ha nacido de nuevo y transformado por Dios en una nueva criatura: No puede practicar el pecado. Por lo tanto es un absurdo e ignorancia sostener que si el hijo de Dios sabe que no puede perder su salvación (no puede anular la metamorfosis de la conversión y volver a ser gusano), podría vivir libremente arrastrándose en el pecado, porque considera que tiene «licencia» para eso.
Los que afirman tal cosa, jamás han conocido ni menos gustado del poder de la gracia redentora. Si efectivamente han leído y escudriñado las Sagradas Escrituras, solamente pueden decir esto motivado por los intereses que antes he señalado que tienen los exponentes de esa falsa doctrina:
1.- Continuar manipulando y controlando a la congregación, y
2.- Proseguir comercializando con la salvación.
No existe nada más efectivo para los comerciantes de la fe, que mantener a su congregación atemorizada bajo la posibilidad de perder su salvación. Porque ese sentimiento de inseguridad los mantendrá atemorizados y cohibidos dentro de las cuatro murallas de ese local, que se transforma en las murallas fortificadas del señor feudal que los gobierna y les ofrece protección a cambio del pago del impuesto que les exige (Diezmos y ofrendas).
Lamentablemente, como el Señor nos advirtió en Su Palabra, muchos líderes inescrupulosos y sin temor de Dios, para proteger sus reinos que han levantado dentro de las murallas «fortificadas» de sus iglesias y continuar manipulando y controlando a su gente, han inventado muchas estrategias y artimañas mentirosas para conservar sus privilegios y control sobre sus congregaciones.
Amedrentan a las personas enseñando doctrinas engañosas, como en las Iglesias que afirman que si alguno se retira de ese lugar, perderá la bendición que recibió de Dios, porque esa bendición la recibió allí, no en otro lugar. Vale decir que fuera de esa iglesia quedará expuesto a todas las influencias de Satanás y males del mundo, y lo que es peor aún, perderán su salvación.
Llegando a afirmar que al haber sido bautizados en su iglesia, se han unido en un compromiso indisoluble con ella. Y para darle un barniz de bíblica a esa aberración que dicen, citan: Mt.18:18 «todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo»
El bautismo jamás nos ha unido en un compromiso indisoluble con la iglesia donde lo realizamos. En primer lugar, porque no es un compromiso con la iglesia, sino un testimonio público de nuestra fe, una obediencia a un mandamiento del Señor. Y en segundo lugar, porque los ejemplos que nos entrega la Biblia se contradice con esa afirmación perversa.
En Hch.2 nos relata la experiencia de a lo menos 3 mil personas que creyeron, se salvaron y luego se bautizaron. La inmensa mayoría venía de las más diversas regiones del planeta (Hch.2:8-11), pero después de recibir el regalo de la salvación y haberse bautizado, regresaron a las ciudades desde donde venían, no se quedaron en las Iglesias de Jerusalén que se habían formado y los habían bautizado.
Lo mismo vemos en el caso del etíope que bautizó Felipe, que inclusive no lo bautizó en una iglesia. Hch.8: 39 «Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino».
Cuando en Mt.18:18 el Señor le dice a la iglesia: «todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo», lo está diciendo en relación con la disciplina que la iglesia debe aplicar en cuanto al pecado que se pueda presentar en medio de ella, e indudablemente no se refiere al caso del bautismo, porque el bautismo no es un pecado, sino un mandamiento del Señor.
Además, el Señor es muy enfático para mandar a los suyos salir de en medio de ellos cuando el pecado se hace intolerable en una iglesia para el verdadero hijo de Dios. Ap.18:4 «Salid de ella, pueblo mío».
A diferencia de estos temores engañosos que estos líderes de hoy han inventado para manipular a sus congregaciones, si escudriñamos las Escrituras y estamos dispuestos a creer y obedecer a Dios antes que a los hombres, tendremos el conocimiento de una salvación eterna y segura, como la que el Señor realmente nos ofrece: Jn. 10:28 «Yo les doy vida eterna; yno perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano».
Eso nos hará verdaderamente libres de estos traficantes de almas y de la pesada carga de nuestra culpabilidad, porque comprenderemos que el Señor efectivamente llevó y canceló por TODOS nuestros pecados. Y podremos remontarnos libremente hasta la mismísima presencia de Dios, desprovisto de esa pesada carga que nos han impuesto los hombres.
Cuando analizamos inteligentemente a la luz de la Palabra este tema y comparamos con lo que han hecho los hombres con ese evangelio de la gracia que Dios nos ofrece, veremos fácilmente que en la misma proporción del peso que nos imponen con esa doctrina, en la misma medida sirve para aumentar el poder y el dinero que recolectan.
Estos falsos maestros sostienen que la salvación se obtiene por medio de la obra de Cristo, pero el día que Ud. peca, pierde su salvación ¿Dónde dice eso?
Yo lo que encuentro en la Biblia es algo completamente diferente a esa doctrina espuria: 2Ti 2:13 «Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo».
¿Cuál es la verdadera razón por la cual en las iglesias que predican esa mentira, son los que siempre están cayendo y volviendo a levantarse? Seguramente es el peso de sus propios pecados de los cuales jamás se han liberado, es lo que los hace caer reiteradamente.
No debe existir angustia más asfixiante que haber pedido perdón al Señor en forma muy sincera, pero nunca sentir el alivio de desprenderse de ellos, porque el peso abrumador de saber que si vuelve a pecar perderá su salvación, los hace caer irremisiblemente una y otra vez.
Esa pesada carga es lo que les impide remontarse libremente y elevarse a la santidad que es propia de un hijo de Dios, para poder disfrutar del gozo de la comunión íntima con su Señor, quien nos dice que «habita en la altura y la santidad» (Is.57:15) . El creyente que ha nacido de nuevo tiene la seguridad que Dios le ha perdonado judicialmente TODOS sus pecados (Col 2:13), pero lamentablemente el pecado continúa morando en nosotros.
El apóstol Pablo dice:
Rom 7:17 «De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.
Rom 7:18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo».
El hijo de Dios ha sido perdonado eternamente por todos sus pecados, pero lamentablemente el pecado continúa morando en nosotros como dice el apóstol en la Palabra de Dios. Pero lo que no hace un hijo de Dios es permanecer y practicar el pecado. 1Jn 3:9 «Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado».
Es decir, no puede vivir indiferente practicando cada día el mismo pecado, porque si es genuinamente un hijo de Dios, el Espíritu Santo le llevará al arrepentimiento y a los pies del Señor para pedir perdón y restaurar la comunión con su Señor, no para volver a ser salvo, porque esa condición (al igual que la de ser hijo de Dios), nunca la ha perdido. En el infierno jamás se encontrará a un hijo de Dios, uno que fue sellado con el Espíritu Santo que indica que es de propiedad del Señor, no de Satanás.
Ef 4:30 «Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cualfuisteis sellados para el día de la redención».
1Co 6:19 «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?»
1Co 12:13 «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo»
El creyente también es capaz de reconocer que el pecado continúa morando en él. Por lo tanto jamás se rodeará de esa falsa «santidad» que anhelan revestirse aquellos que creen que perderán su salvación el día que pecaren. Y pretenden (aunque sea públicamente) que ellos no pecan.
Aunque la Palabra de Dios dice:
1Jn 1:8 «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros». El solo hecho de afirmar que no pecamos, ya hemos añadido otro más a nuestra lista.
1Jn 1:10 » Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros».
Si la salvación estuviera supeditada a nuestra conducta, sería por obras, algo que la Biblia niega rotundamente, Ef. 2:8-9
«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe».
Pero en este punto también resaltan los intereses mezquinos de estos mercaderes de la fe, porque además de enseñar que la salvación se puede perder, también sostienen que para «asegurar» la salvación, debemos aportar nuestras buenas obras.
Y es aquí donde vemos nuevamente la conveniencia económica en esta doctrina, porque las «buenas obras» en las iglesias carismáticas se entiende: Trabajar en la cocina muchas horas, llevar los materiales para cocinar, luego vender todas las cosas ricas que las hermanas con mucho esmero han preparado, también cooperar con las ventas de rifas y todo lo demás que se puede transformar en dinero, haciendo comercio en lo que debería ser la casa de Dios, comprando y vendiendo.
Mat 21:12 «Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
Mat 21:13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones».
Todo ese comercio que practican en las iglesias de hoy, lo amenizan ruidosamente con cantantes y conjuntos musicales que también venden sus CD, mientras mantienen a la congregación eufórica saltando, danzando, gritando, aplaudiendo y promoviendo entre el público todos los artículos que pueden vender.
Esta algarabía desenfrenada que se escucha desde una gran distancia de esas iglesias, me hace recordar la experiencia que tuvo Moisés cuando descendió del monte después de recibir la ley y se encuentra con Josué y tienen la siguiente conversación:
Ex. 32: 17-21 «Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento. Y él respondió: No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo. Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.
Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel. Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?».
Moisés, el hombre más manso que había sobre la tierra (como lo calificó Dios), ardió en ira ante tanta corrupción y reprendió duramente al ungido de Dios. Y Aarón comenzó cobardemente a excusarse con argumentos muy necios diciendo que él solamente había recogido todo el oro del pueblo (esto nos resulta muy familiar ¿verdad?) y «lo eché en el fuego, y salió este becerro. Luego declaré que haría una fiesta para Jehová».
El pueblo necesitaba ídolos que pudieran ver, a quienes cantar y danzar, esto es lo mismo que hacen en nuestros días con los ídolos de la canción y otros animadores que varían entre curanderos y sopladores, pero insisten que es una fiesta para Jehová. El corazón del verdadero hijo de Dios también arde en ira ante tanta ignominia, al igual como lo hizo el hombre más manso de la tierra. Y cuando vuelva el Señor les dirá lo mismo a esta clase de líderes: «¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?».
Prosiguiendo con nuestro análisis sobre la fe, la cual es un regalo de Dios, no un premio, en Ef.2:8 dice que somos salvos por medio de la fe, y esto (la fe) no es de nosotros, porque la hemos recibido de Dios por medio de Su misericordia, porque es un regalo inmerecido que recibe el pecador producto de la misericordia de Dios para con los seres miserables.
De allí proviene la palabra «Misericordia» porque es el regalo que recibe el miserable pecador. Por ejemplo, los ángeles nunca han recibido misericordia, solamente gracia divina, porque ellos nunca han pecado. Y aquellos que pecaron junto a Satanás, tampoco Dios les entregó misericordia y fueron condenados eternamente por su pecado.
La fe que nos hizo salvos, proviene de Dios y no de nosotros, esto es lo que confirma en Rm. 12:3 «conforme a la medida de fe queDios repartió a cada uno».
Dios es quién ha repartido la fe regeneradora conforme a Su gracia. Heb 12:2 «Jesús, el autor y consumador de la fe». De principio a fin la fe pertenece a Dios, no solamente Él es el autor, sino quien la reparte.
No hay otro tema que exacerbe más el orgullo humano como la elección soberana que Dios ha hecho «SEGUN EL PURO AFECTO DE SU VOLUNTAD» Ef. 1:5 «habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad».
La fe y las obras son FRUTO de la elección, NO EL MOTIVO. 
Ef.2:8-9, Rm.11:35 «¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?»
Job 41:11 » ¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya?»
Filp.2:13 «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad».
2Tim.1:9 «quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos».
Aún el arrepentimiento lo da Dios.
Hch.11:18 «Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!»
Filp.2:13 «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad»
Hch.5:31 «A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados»
2Cor.7:9-10 «Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación».
Ef.2:1 «Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados».
2Tim.1:10 «(Cristo) quitó la muerte y sacó a luz la vida».
Así como en nuestro primer nacimiento no tuvimos NINGUNA participación ni decisión, también ocurre en nuestro segundo nacimiento.
Jn.1:12-13 «Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre (no es por herencia), ni de voluntad de varón, SINO DE DIOS».
Stgo.1:18 «Él, de SU Voluntad, nos hizo nacer por la palabra».
Jn.10:28 «YO les doy vida eterna». La salvación es un regalo, no un premio.
Y hemos de tener la seguridad absoluta que el Señor nunca nos va a quitar ese regalo. Ni los inconversos del mundo actúan de esa manera tan vil, de regalar algo y luego arrebatárselo.
El regalo es precisamente eso: «Vida eterna». Vida para siempre, no hasta que volvamos a pecar, porque si así fuera, jamás podríamos tener ni disfrutar la seguridad de la salvación que Cristo compró con Su preciosa sangre, y nos la regaló a todos los que ahora somos hijos de Dios.



Por Jack Fleming
http://www.estudiosmaranatha.com/faq/faq263.htmlor


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.