¿Por qué sé que no existen los ateos? Romanos 1:18-22

Romanos 1:18-22

Reina-Valera 1960 (RVR1960)

La culpabilidad del hombre

18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;

19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.

20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.

21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

22 Profesando ser sabios, se hicieron necios

Como vemos aqui descrito a la perfección por el mismo Dios que se lo reveló al apóstol Pablo, no hay ninguna excusa para ser ateo, sino que hay una decisión de ignorar la revelación de Dios al mundo por medio de la naturaleza. Es lo único que se necesita para creer en Dios, mirar alrededor y ver todo lo que existe que el hombre es incapaz de crear. No existen los ateos, solo los que se hacen necios y deciden seguir las filosofías del mundo que niegan a Dios para no tener que darles cuenta de sus malas acciones. Esta excusa no les va a servir en el día del juicio, sino que al contrario, se les va a poner en contra.

Una cosa es la persona ignorante que no conoce mucho porque no sabe leer o tiene otra incapacidad. Esas personas pueden tener una excusa y Dios ya ha provisto para ellos. Pero el que no tiene absolutamente ninguna excusa es el “ateo” intelectual, pues esta persona ha recibido mucho mas que otros, y ya sabemos lo que la Biblia dice: “Al que mucho se le ha dado, mucho se le REQUERIRÁ”.

Nuestro deber es advertirles, y si no quieren oír es cosa de ellos. Pero es cosa nuestra advertir a todos, pues también la Biblia dice que nosotros daremos cuentas si no advertimos a los perdidos que necesitan arrepentirse. Esta es la responsabilidad del atalaya.

EL DEBER DEL ATALAYA

(Ez. 3.16-21)

33 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

2 Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya,

3 y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo,

4 cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza.

5 El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida.

6 Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.

7 A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.

8 Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.

9 Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida.

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