Pureza Sexual … CONVERSANDO CON DIOS

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Hoy, más que escribir sobre el tema de la pureza sexual, mi corazón anhela hablar con Dios y escucharle.  Me doy cuenta que en este mundo tan enfocado en que ejecutemos obras y alcancemos metas, nuestra vida cristiana también se ofusca por ejecutar, por alcanzar nuevas cimas.

Cada vez más veo que la oración del cristiano se limita a hablarle a Dios para pedirle cosas, pero me pregunto: ¿cuándo separamos tiempo para escucharle, para guardar silencio, para hacer un alto en medio de la rutina desenfrenada y buscar la guianza de Su voz?  Ahora, puedo percatarme que este patrón es familiar, porque lo repetimos con otras personas de nuestra vida.  Somos más dados a hablar que a escuchar, a proveer opiniones y no recibir las opiniones de otros; somos expertos en aconsejar y resistentes a recibir y ponderar consejos de la gente que nos ama.

Hoy, quiero conversar con Dios, pero quiero poner el énfasis en escucharlo, porque sé que en muchas ocasiones, la catarata de mis palabras atropelladas al orar ha tapado la boca de Dios en mi vida.  ¿Cuándo fue la última vez que le permití a Dios hablarme, al quedarme callado y quieto?  ¡Al ponderar sobre esta pregunta, quedo tan sorprendido!  Porque en  muchas ocasiones que he mal llamado “tiempo de oración” lo que realmente hago es participar en un monólogo incoherente donde he cerrado la vía de Dios para hablar conmigo y responder a lo que le digo.

Aunque muchas veces he podido ver esta deficiencia en mi comunicación con Dios, siempre la he justificado pensando que así soy, que Dios me entiende y que El siempre busca las maneras de hablarme, mediante su Palabra, mediante otros hermanos, Pastores y seres queridos.  Pero El quiere hablar conmigo, en la intimidad de mis momentos de oración, cara a cara, como lo hace un padre con su hijo.

Ahora, veo la importancia de este asunto… Pretender hablar con Dios sin escucharlo no tiene sentido.  Sería igual a aquella persona que no ve nada malo en pasarse una vida escribiéndole cartas a un ser querido, sin recibir una respuesta.  Escribir cartas sin recibir respuestas solo refleja un proceso incompleto y siembra una semilla de duda:  ¿Habrá recibido mi carta? ¿Le habrá gustado lo que le escribí?  ¿Tendrá alguna reacción, algún consejo para mí?  Para todo aquel que ha escrito una carta que no ha sido contestada, sabemos lo mal que esto se siente; como esa incertidumbre mortifica y pretende robar la paz.

Y te preguntarás, ¿qué tendrá que ver todo esto con nuestro proceso de pureza sexual?  Pues pienso que muchísimo.  Porque algún día decidimos reclutar a Dios para que nos ayude en nuestro proceso de restauración, pero nos negamos neciamente a cederle el volante de nuestro carro, para que sea El quien nos lleve al destino de pureza que El tiene para nosotros.  Queremos tenerlo dentro del carro, pero nos negamos a ceder al control; nos negamos a ser pasajeros, porque pensamos que, a pesar de todas nuestras caídas y errores, somos mejores conductores que Dios.

Entonces, cuando comenzamos a saborear los primeros frutos de pureza, nos sobre confiamos.  No entendemos que luego de recibir el obsequio de una vida pura, es que más necesitamos a Dios para protegerla. ¿Cuál es el resultado?  Tomamos decisiones sin escuchar la voz de Dios.  Nos sentimos fuertes.  Nos sentimos santos.  Nos sentimos puros.  Pensamos que de ninguna manera podríamos perder nuestra pureza porque ese pasado de esclavitud no tiene posibilidad de regresar.  Nos olvidamos del pasaje de la Biblia que habla del perro que regresa a su vómito, a lo que desprecia, cuando se le presenta la oportunidad.

Hoy le pido a Dios que me haga más mudo y menos sordo para poder escuchar Su voz en lugar de la mía.  Hoy le pido a mi Padre que me permita apreciar, anhelar y buscar sus consejos a toda hora.  Hoy le pido a mi Padre que no sea seducido con mi propio entendimiento, que es sinónimo de necedad cuando la lujuria sexual acecha.  Sólo si afino mi oído para escuchar en todo  momento la voz de Dios, me mantendré enfocado y encarrilado en Su camino de vida y pureza.  Sólo si muero a mi orgullo, al yo egoísta, podré hacer la voluntad de Dios y mantenerme dependiente de El.

¿Por qué anhelo esto?  Porque cada vez más veo a hombres de Dios que perdieron el rumbo de su pureza.  Hombres de Dios que fueron seducidos por su propia voz y el ruido les bloqueó e impidió escuchar la voz de nuestro Padre.  Hombres que recibieron tremendos llamados y acabaron traicionando el llamado de Dios, para seguir sus llamamientos personales y egoístas.  ¿De qué valió ese primer amor, si acabamos amándonos a nosotros mismos por encima de Dios?

Por eso es que hoy, te pido que afines tu oído y que sintonices tu radio espiritual a la voz de Dios, al modelaje de Cristo.  Cuida con todas tus fuerzas, con toda humildad y dependencia a Dios tu llamado y el regalo de la pureza que El ha depositado en ti.  Porque somos vasijas de barro diseñadas y destinadas para llevar dones y llamamientos específicos.  ¿Para qué sirve una vasija vacía, cuando su interior no guarda los sueños, llamamientos y dones que Dios tenía planificados para ella?

Hoy, decido ser una vasija llena de la voz y la voluntad de Dios.  Hoy, busco escuchar Su voz más que escuchar la mía.  Hoy, busco pedir menos y recibir más de los consejos de mi Padre.  El nunca me dará un mal consejo y siempre estará al umbral de Su puerta, dispuesto a acompañarme por Su camino, si yo se lo permito.  ¡Te invito a seguirme en este caminar!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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