Pureza Sexual … MENTE PORNOGRÁFICA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Mi padre llegaría temprano a la casa ese sábado, porque sólo trabajaría medio día en la oficina.  No tenía dudas de que mi madre, lo esperaba para hablar con él tan pronto llegara. Metido en mi cuarto, sentado frente a mi escritorio, aparentaba leer un libro, pasando las páginas robóticamente.  Mi corazón se me quería salir del pecho, en anticipación por lo que pasaría.  Estaba aterrorizado.  ¿Qué le diría, cuando me apabullara con una catarata de preguntas?

Mi secreto estaba a punto de ser descubierto.  No tenía una respuesta creíble y no se me ocurría una mentira que me pudiera salvar de lo que se avecinaba.  Sería desenmascarado y mi padre –como buen abogado criminalista que era– manejaba a la perfección el arte forense de desenmascarar mentirosos mediante el interrogatorio. No había escapatoria.  La mejor salida –se me ocurrió pensar– era decir la verdad y admitir mi secreto. Como decía mi abuela Mamina, “un jarabe amargo se pasa rápido…”

Entonces, ocurrió:  Mi padre llegó al cuarto y pidió hablar conmigo.  Sin poder decir una palabra –al quedarme mudo por la ansiedad– asentí con mi cabeza mientras él se sentaba al borde de la cama.  Del bolsillo de su camisa sacó un arrugado papel, que lentamente desdobló y puso frente a mi sobre el escritorio, como el abogado que confronta al testigo con la primera evidencia.  Al mirarlo, sentí que toda la sangre de mi cuerpo se subió de golpe hasta mi cabeza y clavé la mirada en el piso, para evitar que sus ojos examinaran el nerviosismo en los míos.

Recuerdo aquel papel y el momento en que lo encontré, mientras hojeaba una revista.  Se trataba de una página de una revista de modas que mi mamá compraba.  Aquella página mostraba solamente los trazos, a manera de boceto sin detalles, de una silueta de mujer desnuda.  Recuerdo que el boceto cubría toda la página y que el fondo era blanco, como un lienzo sin terminar.

Cuando vi esta silueta por primera vez, traje a mi memoria los detalles físicos que le faltaban a aquella figura femenina.  Utilicé los recuerdos de la pornografía que ya había visto en la casa de algunos amigos y algunas imágenes desnudas que descubrí en otras revistas en mi casa.  Aquella silueta incompleta, daba rienda a mi imaginación; aquellos trazos sin detalles abrían la puerta a la fantasía sexual que se alimentaba de la pornografía que ya había contaminado mi mente. Tenía 9 años de edad.

Sn poderme contener, recuerdo haber arrancado de la revista de mi madre aquella página.  La doblé y la escondí en mi bolsillo temblorosamente, para luego meterme en mi cuarto a toda prisa y seguir fantaseando con ella.  Con la puerta cerrada, desdoblé la página sobre mi escritorio tratando de imaginar detalles que la silueta no mostraba.  También utilicé mi imaginación sexualizada para decidir qué rostro ponerle… ¿Sería el de una maestra, una amiga de escuela, una actriz de televisión, o una mujer adulta relacionada con mi vida?

Entonces, se me ocurrió una torcida idea que nació de las fantasías sexuales que me corrían por dentro: “¿Por qué no dibujar esos detalles que le faltan a aquella silueta femenina? Tendría mi propia imagen ‘pornográfica’, una imagen que podría utilizar cuantas veces quisiera para activar las otras fantasías que tenía en mi mente.”  Así lo hice.  Saqué de mi gaveta unos lápices y comencé a añadir detalles físicos a la silueta hasta convertirla en un dibujo explícito de una mujer desnuda.

Al terminar aquella sesión torcida de dibujo, miré con orgullo lo que había hecho, así como un pintor contempla admirado una obra de arte que ha culminado al dar rienda suelta a su inspiración.  Aquella era “mi obra de arte”, un producto de mi imaginación sexualizada, un trofeo que guardaría y usaría por mucho, mucho tiempo.  Al menos, eso pensé… Pero a los pocos días de haber creado mi obra de arte, cometí la torpeza de no esconderla bien y mi madre la encontró debajo de mi cama.

¿Cómo me di cuenta? Una mañana mi madre estuvo limpiando mi cuarto y cambiando las sábanas.  De momento recordé dónde había escondido mi silueta alterada y comencé a temblar, pensando que ella la iba a descubrir.  Cuando mi mamá terminó la limpieza, entré al cuarto para buscar el dibujo bajo la cama. El mismo había desaparecido.  Ahora, era cuestión de poco tiempo para que el dibujo llegara a las manos de mi padre, con las consabidas consecuencias.

Ahora, con el dibujo sobre mi escritorio y con mi padre sentado frente a mí, no sabía cuál sería el desenlace de aquella reunión.  ¿Qué me preguntaría?  ¿Trataría de indagar sobre cómo tenía la información acerca de esos detalles femeninos que tracé en la silueta? ¿Trataría de averiguar si había visto pornografía o no?  ¿Y si me preguntaba sobre haber visto a alguna mujer desnuda en la vida real? ¿Me sacaría con sus preguntas la información sobre aquel “secreto especial” con mi joven cuidadora, que a los cinco años me robó la inocencia mediante el abuso sexual? ¿Qué castigo recibiría por haber dibujado aquellos detalles eróticos en la página mutilada de una revista de mi madre?

Para mi sorpresa, mi padre no me avasalló con preguntas incisivas.  Solamente me habló sobre la belleza del cuerpo humano y que el sexo era algo “natural” que no debía verse como algo feo, sucio o vergonzoso. Al final de su lección sobre sexualidad, me abrazó brevemente, retiró el dibujo de mi escritorio y se fue con prisa del cuarto.

Nunca entendí por qué no me preguntó de dónde había obtenido la información sobre el cuerpo desnudo de la mujer que dibujé en aquella página para convertirla en una imagen pornográfica para mi uso personal.  ¿Habría tenido miedo de mis posibles contestaciones?  ¿Tal vez se sintió incapaz de entrar en una conversación con su hijo sobre el tema de la pornografía o la lujuria sexual?  Pasarían más de treinta años para que mi padre y yo retomáramos aquella conversación y pudiera ver que mis luchas también eran las suyas, que el enemigo había intentado dañar nuestras vidas con los mismos venenos de la lujuria y el abuso sexual…

Reflexionando sobre aquella silueta distorsionada con los trazos sexualizados que guardaba en mi corazón, pude ver allí las primeras semillas lujuriosas de la pornografía que ya había envenenado mi ser. Porque el material pornográfico no sólo me esclavizaba mientras lo veía, sino que también apretaba su yugo asfixiante después, en la soledad de mi cuarto, al repetir vez tras vez la película de aquellas imágenes seductoras y anestesiantes que entre más veía, más quería ver.

Con el paso de los años, seguí recibiendo el impacto destructivo de la pornografía que continuó invadiendo mi mente.  Porque esta mente es una computadora extraordinaria que no discrimina entre la santidad y la perversión a la hora de guardar imágenes.

Así, la pornografía que vi por años, vino a convertirse en parte imborrable de mi memoria.  Allí, dentro de mi mente, estaban grabados para siempre estos materiales pornográficos en un archivo de perversidad que accedía voluntariamente para fantasear –para lograr excitación sexual como preludio a la masturbación– pero que también me atacaba sin permiso, cuando menos lo esperaba, para robarme la intimidad con Dios, la pureza de mi lecho matrimonial, la paz en medio de mi trabajo, entre otros escenarios.

Si has visto pornografía desde tus años más jóvenes, estoy seguro que puedes identificarte conmigo. Probablemente todavía recuerdas aquella primera imagen pornográfica que viste y que se quedó grabado con fuego lujurioso en tu memoria.  Si te identificas con mi lucha, estoy seguro que conoces el impacto destructor de la pornografía en la mente tierna e inocente de un niño.  Ahora te pregunto:  ¿Permitirás que ese veneno también toque a tus hijos, a tus nietos?  ¿Permitirás que nuestras generaciones más jóvenes sean desfiguradas con las mismas heridas que desfiguraron nuestra inocencia?

Me preguntarás, “pero qué puedo hacer?”  Comienza con vivir y modelar una vida pura para tus hijos y nietos, para tus familiares y hermanos en la fe. Comienza creyendo y declarando con tus acciones que pureza sexual radical es un llamado alcanzable con el Poder de Dios, no una locura imposible en este mundo dañado por el erotismo desenfrenado. Vive cada día a la vez, guardando y testimoniando sobre tu pureza.

Y si no hay pureza en tu vida, pregúntate, ¿qué tienes que hacer para alcanzarla?  Mil veces te has preguntado esta pregunta y en lo profundo de tu corazón, conoces la respuesta: Tendrás que morir a muchas cosas: maneras de pensar, amistades, pasatiempos, hábitos que han reinado en tu corazón por años y hasta décadas, pero te aseguro que Dios tiene el Poder para cambiarte, si tú se lo permites.

Finalmente, te comparto una palabra de advertencia sobre ese archivo de perversidad pornográfica que una vez invadió tu mente: ¿Se irá algún día? ¿Te dejará en paz en algún momento?  Lamento decirte que no.  Así es la memoria que Dios creó en nosotros.  No obstante, nuestra memoria puede ser controlada y “desactivada” mediante el dominio propio que el Espíritu de Dios nos da.  Una cosa es tener una archivo pornográfico en nuestra memoria y otra cosa es accederlo y abrirlo para ver su contenido.  Dios nos da el poder para decir que no, para decidir que no tengo que ver ese archivo, que puedo vivir sin él.

Y cuando el enemigo venga a atacarte sorpresivamente con recuerdos de eventos e imágenes lujuriosas de tu pasado, recuerda que tu memoria también puede guardar un archivo de santidad, de gracia, de pureza. ¿Te sientes atacado por una lluvia de imágenes y recuerdos pornográficos?  Pues contraataca a la lujuria con tu pureza. Activa las imágenes y los recuerdos de tu vida en Cristo, de tu vida de pureza.  Tal vez podrás ver ahí el día de tu boda, el día que aceptaste al Señor, el día en que abrazaste a tu hijo recién nacido por primera vez.  Tal vez podrás recordar aquel día cuando confesaste tu atadura a la lujuria sexual y comenzaste de nuevo.  Activa estos recuerdos y te aseguro que la lujuria sexual escapará cobardemente con sus mentiras.

Hoy pido pureza sexual para tu mente, tu corazón y todo tu ser.  No eres esclavo de tu pasado, de esos recuerdos de lujuria que te han martillado la consciencia por años.  ¡Hoy puedes declararte libre, porque Dios ya declaró esa libertad para ti desde la cruz del Calvario!  Sí… tendremos que seguir luchando, pero eso nos mantendrá “entretenidos” y con la guardia en alto.  ¡Eso nos recordará que sólo con Dios podremos seguir venciendo!

No te desanimes si has caído repetidamente, si la pureza es una manera de vivir que se te escapa fácilmente y que dura poco tiempo en tu vida.  Sigue luchando. Sigue tratando.  Al final verás que pureza sexual es un llamado para ti y que la gracia de Dios es más que suficiente para convertirla en una realidad permanente hasta el último día de tu vida.  ¡Dios no quiere verte atado a una mente pornográfica!   ¡Dios quiere ver en ti la mente de su Hijo, Jesucristo!  ¡Créelo y vívelo!  ¡Esa es mi oración para ti!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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