Pureza Sexual … YA NO ERES DEUDOR

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“… habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la Cruz.”  Colosenses 2:14

La satisfacción que se siente al saldar una deuda es tremenda.  Es como si se levantara un enorme peso de nuestras espaldas.  Pero ¿qué sentiríamos si la deuda que se cancela es una imposible de saldar por lo enorme?  Para mejorar la historia, ¿y qué si es otra persona quien paga sorpresivamente nuestra deuda por nosotros?  Muchos dirían, “vaya historia; eso sólo pasa en los cuentos de hadas.” Te tengo noticias.  Eso fue lo que hizo Jesús por nosotros en la Cruz del Calvario.

Nuestra deuda era tan grande que nada podíamos hacer para pagarla.  De hecho, en innumerables ocasiones, intentamos saldarla con nuestro propio esfuerzo y fracasamos.  Ante nuestra incapacidad como deudores, nuestro cobrador nos exigía el pago de la deuda con sangre.  Nuestra vida había sido gravada con el embargo de la muerte.  Pero es aquí que Dios intervino.

Sólo por amor a nosotros, sin merecerlo, la preciosa sangre que pagó nuestra deuda fue la del Hijo.  Una sangre de incalculable valor que se derramó desde lo alto del madero para saldar la deuda de pecado de la humanidad.  La sangre de Dios a cambio de la vida del hombre.  Aunque para todo el cielo pareciera una locura, esa era la única alternativa para lograr la salvación.  Bajó del Trono aquel Hijo y abrazando a su Padre, le dijo:  ”Yo iré.  Sólo yo puedo hacerlo.  Yo pondré mi vida por ellos.”    

Clavado en la Cruz, nuestro documento de deuda se ha publicado por todos los confines de la tierra.  Allí, para que todos lo vean, aquel documento tiene impreso un sello, saturado con la sangre del Cordero. Allí se lee, “Deuda Cancelada”.  No pienses que estoy hablando de historia antigua.  Esa es la historia del Cristo, del Mesías que bajó del cielo, por ti.  Esa es tu historia.  Esa historia que te libró de una muerte segura y extinguió toda deuda de pecado.

Te pregunto: Si ya no eres deudor, ¿por qué vives como uno?  Durante décadas viví la mentira de la lujuria sexual porque me creía deudor de una deuda insoportable.  Sin poder pagar lo que debía, me rendí ante los reclamos del acreedor de las tinieblas, quien me esclavizó para intentar sacarme con trabajos forzados el monto adeudado.  Así, trabajé bajo el yugo de la lujuria sexual, permitiendo que mi vida se oscureciera con todo tipo de desviación lujuriosa.

Sin saber que Cristo ya se había puesto en mi lugar, que la deuda estaba salda, seguí pagando con esclavitud los reclamos de la lujuria sexual.  Lo más sorprendente de esta temporada de mi vida es que una gran parte de mi tiempo como esclavo, ocurrió cuando ya estaba en la iglesia.  ¿Por qué?  Porque a pesar de conocer que Cristo había muerto por mí, me seguí viendo como esclavo; seguí pensando que mis pecados sexuales, mi atadura a la lujuria sexual, era demasiado asqueante, sucia y censurable como para que Cristo se pudiera compadecer de mí.  No fue hasta que Dios me convenció –mediante su Santo Espíritu– que el sacrificio del Calvario era perfecto y suficiente, fue que abrí los ojos a la posibilidad de ser libre.

Por eso es que el hombre cristiano atado a la pornografía y a la lujuria sexual, vive endeudado, en la bancarrota, porque así lo ha querido, al creer los engaños del enemigo.  ¿Qué harías con un cobrador que viene a tratar de cobrarte una deuda que está salda?  Hemos sido engañados.  Creyéndonos deudores, hemos ido al Calvario y hemos arrancado de la Cruz nuestro documento de deuda.  Olvidando que este documento tiene impreso en sangre el sello que evidencia su cancelación, lo agarramos y lo metimos en nuestro bolsillo.  ¿O será que lo guardamos en nuestro corazón?

Así, el hombre atado al pecado sexual ha tomado su certificado de deuda y lo ha pegado en su computadora, en la revista pornográfica, en la televisión, en la pared del baño, en su carro.  Así, el hombre esclavizado al sexo, utiliza este documento de deuda como taquilla para entrar a la tienda de videos o revistas XXX, al prostíbulo, o al “strip bar.” Te pregunto: ¿Hasta cuándo vas a cargar un documento de deuda que no te pertenece?

Recuerda: Jesús restauró para siempre tu crédito a precio de sangre.  La deuda no existe.  ¡Ya no tienes que vivir como deudor!  Regresa a la Cruz, como lo hice yo hace años.  Devuelve el documento expirado de deuda.  Ya no tienes que cargar con él, porque la deuda no podrá embargarte nunca jamás.  Cristo pagó el máximo precio por tu libertad.  ¡Sé libre de la lujuria sexual y de las mentiras del enemigo y de tu carne! ¡Solo te toca creerlo y vivirlo!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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