Pureza Sexual … EN MEDIO DE LA TORMENTA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Cuando entró Jesús en la barca, sus discípulos le siguieron. Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido. Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Y El les dijo: ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.  Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? Mat 8:23-27 

Hoy es uno de esos días, cuando el poderoso mensaje del Evangelio me habla más directo al corazón que nunca, cuando cada una de sus palabras es propicia para este momento de mi vida y las vida de este Ministerio llamado a meterse en las entrañas del infierno.

¿Quién –en su sano juicio– podría apreciar y tener la convicción de servir en un Ministerio que día a día se lanza al mundo para buscar la libertad de hombres atados a la lujuria sexual?  Sólo con el poder de Dios, con su gracia, puedo hacerlo sin quedar malherido, sin impactar la paz del hogar, sin salir corriendo para evadir el peso agobiante de tanta lucha y sufrimiento en las vidas de tantos hombres.

Y es que decidí seguir de cerca a Jesús.  Tan de cerca, que comencé a anhelar su forma de vivir, su ferviente deseo de hacer la voluntad del Padre, su incansable pasión por aquel que estaba perdido, enfermo, atado, o abandonado.  Tan de cerca decidí seguirle que me metí con El en la barca.  Y seguir a Jesús tan de cerca traerá consigo consecuencias.  Porque El mismo dijo que el Hijo del Hombre no tenía siquiera un lugar cómodo donde posar su cabeza.

Seré atacado.  Mis decisiones serán cuestionadas.  Vivir una vida que depende de “cosas que no se ven” pero que Dios habla claramente al corazón causará que muchos me llamen loco, o un soñador idealista que ha querido volar sin alas.  Una multitud de gentes, muchas bien intencionadas, vendrán a criticar, a arrojar dudas sobre mis pasos, sobre mi fe.

Y así, dentro de la barca, junto a El, se desatarán las tempestades; el mar y los vientos rugirán amenazantes.  No puede ser de otra manera, porque la barca de Cristo no fue hecha para el mar apacible y la brisa serena.  Su barca fue construida para la tormenta, una tormenta que lo llevó hasta un puerto llamado Calvario, hasta el sacrificio inigualable de la Cruz.

¿Tenía yo la opción de no seguirle?  No tenía esa opción, si reflexiono sobre dónde estaba cuando El vino a rescatarme.  Porque antes de conocer a Cristo, las tormentas de mi vida derrumbada y esclavizada por la lujuria sexual sólo podían llevarme hasta la muerte.  Pero las tormentas de Su barca, sólo podían llevarme hasta Su calma, cuando el mar y los vientos obedecieran su mandato.

Sí, prefiero las olas y los vientos huracanados que cubren y azotan Su barca.  Sí, prefiero las quejas, los cuestionamientos, las críticas, aunque vengan de dentro de la barca, que la locura de aquel pasado apartado de Dios, donde mi propio entendimiento y mi orgullo eran los dioses de mi vida.  Los prefiero mil veces, antes de escoger aquellas tempestades de pecado y de muerte cuando Cristo no descansaba al lado mío.

Y si ahora sólo puedes escuchar los vientos de tormenta y ver las olas que arropan la barca de Jesús, recuerda que El está contigo.  No temas.  Recuerda que esa barca le pertenece al Hijo de Dios y que la mano del Padre la protege.  No hay ola suficientemente grande, ni viento suficientemente recio como para que esta nave pueda hundirse en la tormenta.  Créelo.

Y si tienes dudas, mira su apacible sueño y tranquilidad en medio de la tempestad. Porque Jesucristo se especializa en confiar y descansar en su Padre cuando la tormenta arrecia.  Claro está, la gran tempestad vendrá a sacudir la barca y ante el violento vaivén, muchas cosas se caerán por la borda.  No te preocupes.  Esas son las cosas que tenían que perderse, esas son las gentes que ocuparon espacio en la barca para lastrarla, crear confusión, caos y división.  Esas son las cosas y gentes que daban inestabilidad a la barca.

Hoy Dios utilizará la tormenta para deshacerse de la carga que no conviene y hacer que su barca tome fuerza.  Mientras que la tormenta del pecado habla de destrucción física y espiritual, esta tormenta de Dios habla de limpieza y un nuevo orden.

Finalmente, espera esa paz que se avecina.  Porque Jesucristo hoy me invita, y te invita a ti también, a creer que si una gran tormenta ha llegado con toda su furia, eso es indicio de que Su calma ya viene en camino.  El es el Príncipe de Paz, quien tiene cuidado de ti en medio de la tempestad.  No te preocupes.  Descansa en El. Duerme a su lado, plenamente confiado.

Los mares y los vientos cederán.  Porque El se levantará en el preciso momento, cuando la tormenta esté rugiendo con mayor fuerza.  Y allí, su diestra de poder y su Palabra podrán un alto inmediato a la amenaza.  Y entonces, entenderás que antes de la calma, la tormenta era necesaria.  Porque Dios necesita la más feroz tormenta para demostrarte que en El hay poder para protegerte en su barca.

Vive confiado, amado, porque Cristo protege tu vida y la vida de los tuyos.  Toda tormenta, todo viento huracanado cederá ante esas hermosas palabras que hoy cubren tu vida en el momento más incierto: “Hágase la Calma”. ¡Aprovecha la tormenta, porque ella te acercará a Dios como nunca antes!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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