Pureza Sexual … LA TENTACIÓN DE LOS PLACERES Y REINOS DE ESTE MUNDO

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Otra vez el diablo le llevó a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrándote me adoras. Entonces Jesús le dijo: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a El servirás.” Mateo 4:8-10

El hombre que ha vivido atado a la lujuria sexual conoce de primera mano la tercera tentación que el enemigo tramó contra Cristo.  Esta es la tentación que viene a seducirnos con todos los placeres y ataduras que este mundo tan caído puede ofrecernos.  Fíjate que en esta ocasión, el enemigo no utiliza la soledad del desierto o el bullicio de la ciudad.

El engañador utiliza un “monte muy alto” donde lleva a Cristo para hacerle su oferta de muerte. Y te preguntarás, ¿por qué el enemigo escoge la altura de un monte como escenario para su tercera tentación?  La respuesta está en la historia del hombre con Dios y en el afán del enemigo en imitarla para intentar engañarnos.

Ya sabemos de las pasadas tentaciones contra Cristo que el enemigo es un pobre imitador, un ser que siempre quiso ser como Dios y eso causó su calamidad.  Ahora, como hizo con Jesús, el buscará replicar nuestra relación con Dios al llevarnos a un alto monte. Sí, un monte como aquellos llamados Sinaí y Nebo, donde la gloria de Dios se manifestó a Moisés para entregarle los mandamientos que su pueblo habría de seguir y para mostrarle la tierra prometida antes de morir.  Un monte como aquel, donde Jesús fue transfigurado ante los discípulos Pedro, Jacobo y Juan.  Sí, un monte como aquel llamado Calvario, donde Dios pactó la redención del hombre mediante la sangre de su Hijo.

Porque el monte simboliza la cercanía, la intimidad, la gloria y el pacto entre Dios y los hombres.  Porque el enemigo tratará de usurpar esa intimidad verdadera con la falsa intimidad que él puede darnos. El tratará de reemplazar el pacto de vida que Dios nos dio con un pacto de muerte.  Por eso, el enemigo nos llevará al monte, para deslumbrarnos con las mentiras que el mundo nos ofrece, para seducirnos con los reinos terrenales que solo buscan esclavizarnos.

Ahora, presta atención a las mentiras que el enemigo te propone para que puedas neutralizarlo cada vez que él llegue con sus tentaciones. Primero, allá en un alto monte, él te promete una cercanía, una intimidad, una gloria y un pacto de vida que sólo Dios te puede dar.  Lo único que él puede ofrecerte es la falsa intimidad, la separación y el dolor que el pecado trae a nuestra vida.

Y ¿cómo pretende seducirte el enemigo?  Mostrándote los reinos y la supuesta gloria del mundo que él controla.  Son los reinos de calamidad y muerte que Cristo ya venció en la Cruz para darnos una vida plena y libre.  Son los reinos temporeros que en nada comparan con la gloria y el gozo del reino eterno que nos aguarda en los cielos.

Así que, cuando seas tentado, no olvides que estarás escogiendo entre los reinos pasajeros de oscuridad y muerte y el reino eterno de nuestro Padre, ganado en la Cruz para nosotros mediante la sangre de su Hijo.  ¿Qué prefieres, un reino provisional que terminará con tu muerte y tu separación eterna de Dios, o un reino donde vivirás eternamente junto al Padre, el gozo y las bendiciones que Cristo logró para ti en el Calvario?  Escoge bien, porque es una decisión que impactará cada paso de tu vida actual y tu eternidad.

¿Puedes reconocer algunos de esos reinos del enemigo en tu vida? Porque el enemigo sí te los ofrece; lo que nunca te dice es que ellos vienen con unas cadenas y una prisión donde vivirás esclavizado para siempre.  Ahí está el reino de la lujuria sexual con todas sus manifestaciones. Ahí están todos los otros reinos que sirven a los placeres de la carne y que van consumiendo nuestra relación con Dios.  Ahí están todos los reinos que levantan ídolos al dinero, a la sensualidad de la carne, al materialismo, a la vanidad, al egoísmo, al odio, a la violencia, al rencor.

Y entre todos estos, el enemigo ha sabido deslumbrarnos con los reinos que idolatran los placeres carnales y endiosan la pasión desenfrenada por el sexo.  Allí, en su trampa hemos caído, y al aceptar las propuestas engañosas del mentiroso, nos revolcamos en las calles sucias y oscuras de estos reinos, para acabar encadenados y en prisión.  ¿Habremos aprendido la lección?  No puedes –escúchalo bien– no puedes servir a dos señores.

O reclamas tu ciudadanía en el reino de la luz, o reclamas tu ciudadanía en el reino de las tinieblas.  Porque si pretendes tener ambas ciudadanías, acabarás adulterando y matando tu relación con Dios, porque El no puede cohabitar donde has levantado altares para los ídolos de este mundo.

Y como siempre, el enemigo solo te pide que camines el sendero sencillo, que tomes el atajo, el desvío que aparentemente te ganará tiempo y conllevará menos esfuerzo.  Porque el engañador es especialista en rutas amplias y fáciles; rutas que a simple vista, no conllevan dolor ni pena, sino sólo satisfacción, disfrute y resultados rápidos.

Así, en su tercera tentación, el enemigo le “mostró” a Cristo todos los reinos de este mundo y su gloria.  Pero, ¿cómo será que el enemigo “muestra” todos estos reinos?  De la misma manera que nos los “muestra” hoy a nosotros.  El tratará de usar nuestros sentidos para impresionarnos y deslumbrarnos. El tratará de llenar nuestra vista con imágenes llamativas y seductoras.  El buscará cómo atraer a nuestro olfato, nuestra audición, nuestro tacto y nuestro gusto todo lo que estos reinos representan y endiosan.  ¿Quiere decir esto que todas las cosas que son agradables a nuestros sentidos son “ídolos” que nos alejan de Dios?  Definitivamente no.

Una cosa es que nos gusten sensorialmente una serie de cosas del mundo, y otra, que al escogerlas, las pongamos en el primer lugar, usurpando el lugar que sólo le pertenece a Dios.  Porque la oferta del enemigo no es que aceptemos y nos deleitemos en las cosas del mundo. La oferta es que nos postremos y adoremos al enemigo para que, a cambio, seamos atados a los reinos que él posee.

Así que, esta tercera tentación se traduce en decidir ante quién te postrarás; a quien adorarás.  Ya sabes lo que el enemigo te ha ofrecido.  Y si tienes dudas sobre la oferta de Cristo, sube a la altura del otro monte, al Calvario, y mira detenidamente al Hijo, traspasado por nuestra maldad; su sangre derramada en el sacrificio perfecto.  Allí, desde lo alto, el Cordero Santo te mostrará su Reino; la nueva tierra prometida; aquella donde mana leche y miel eternamente.

Es mi oración que sólo seas deslumbrado por la luz infinita del Salvador y que ante su llamado, sólo te postres ante Él y a Él sólo adores. Sólo Él puede hacer pacto de vida eterna contigo. Solo Él puede sanarte; sólo Él puede darte paz. Y recuerda: Él quiere tu amor íntegro.  Él no es Señor que comparte a sus hijos.

Sólo póstrate ante Él y vivirás.  Sólo póstrate ante Èl y serás libre.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!



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