Pureza Sexual … NO TE CANSES DE LANZAR LAS REDES…

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No.  Y El les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Oyendo, pues, Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se la había quitado para poder trabajar), y se echó al mar. Juan 21:4-7

Para el pescador que, durante una oscura noche, zarpa hacia la inmensidad del mar en su barca, los primeros rayos del sol al despuntar el alba le anuncian que su jornada de trabajo está acabando.  ¿Regresará a la orilla con su barca llena de peces, premiado el sudor de su frente, y el dolor de sus brazos cansados, o sus redes vacías darán testimonio de una noche llena de frustraciones, cuando el mucho esfuerzo no dio fruto?

Para aquellos pescadores del mar de Tiberíades, este romper del alba venía salpicado de derrota.  Una derrota que sabía mucho más agria que otros amaneceres de redes vacías, porque venía en el peor momento de sus vidas. Verás, tres años atrás, estos hombres lo habían abandonado todo.

Ante el llamado de Cristo, habían abandonado sus familias, las redes y el mar, para convertirse en pescadores de almas. Pero ahora, su Maestro, Jesús, había sido crucificado y sin El, el miedo, la frustración y la tristeza se había apoderado de ellos. Huérfanos del Maestro, ¿de quién podían seguir siendo discípulos?

Y ante la aparente derrota de la Cruz, estos discípulos de Cristo, regresaron a lo que habían hecho toda la vida: Regresaron a la barca, a sus redes, y a la pesca en aquel mar que siempre les dio sustento.  Aquel retorno no había sido nada fácil.  Por Jesús lo habían abandonado todo, incluyendo seres queridos, y ahora regresaban a las cosas cotidianas del trabajo y la familia, tres años después.

Muchas serían las miradas  duras de crítica; muchas serían las palabras de disfrazada censura, dejando entrever que habían perdido el tiempo siguiendo a otro profeta asesinado. Pero aquel despuntar del alba era diferente, porque aún cuando las redes estaban vacías, el corazón les decía que todo cambiaría.

Y así, oyeron aquella voz desde la orilla que les preguntaba si habían pescado algo. Y ante su apesadumbrada contestación de que no habían pescado nada, aquel Hombre les dijo que lanzaran las redes de nuevo, en otra dirección. ¿Valdrá la pena intentarlo una vez más, después de tantos fracasos, después de una noche de redes hambrientas, de frustraciones y esperanzas rotas?

Y en medio de su frustración y cansancio, aquellos discípulos-pescadores, no reconocieron a Jesús.  ¿Ves algo que se asemeje a la historia de estos hombres con tu historia?  Porque, al igual que estos hombres, en muchas ocasiones Jesús nos ha llamado y tampoco le hemos reconocido.  En muchas ocasiones, nuestras redes vacías, nuestros fracasos, nuestras frustraciones, nuestro cansancio, han hecho que la mirada se nos enturbie y el oído se nos cierre.

Por eso, hoy te pido algo: No permitas que tus redes vacías te nublen la vista, ni te interrumpan lo que escuchas.  En medio del fracaso, Jesús estará cerca de tu orilla para pedirte que lo intentes una vez más, lanzando tus redes cuando ya no hay fuerza y cuando despunta el alba.

¿Sabes por qué?  Porque Cristo quiere que tu pesca no dependa de tus fuerzas, ni de tu astucia, ni de tus conocimientos.  El anhela que lances al aire tus redes con la fuerza de tu fe y que confíes.  Y me preguntarás, ¿Qué tiene que ver esto con la pureza sexual?  Pues tiene que ver todo.  Porque la historia de estos pescadores cansados es la historia del hombre que lucha por alcanzar una pesca de pureza.  Porque lanzamos nuestras redes tantas veces, que acabamos perdiendo la cuenta. Porque batallamos para alcanzar una pureza que se nos escabulle, como los peces entre las redes, cada vez más pesadas.

Y cada vez que nuestras redes salían del mar, vacías, nos preguntábamos, ¿podré algún día alcanzar esta pureza? ¿Es esta pureza tan esquiva que nunca podré disfrutarla?  ¿Valdrá la pena estar en esta barca, lanzando unas redes, que siempre salen vacías?  Pero la voz de aquel Hombre que no reconocimos con nuestros ojos carnales, pero que nuestro espíritu sí reconoció, subió a nuestro corazón como un rayo de esperanza.

Y así, casi al amanecer, decidimos lanzar las redes nuevamente. El resto de la historia es por todos conocida:  Cuando la frustración, el fracaso y el cansancio vengan en la oscuridad de la noche a detenerte, levanta la mirada… El despuntar del día se acerca.  Y con él, ¡el Lucero de la Mañana, Jesucristo, viene a alumbrar tu vida con un nuevo amanecer!

No permitas que tus circunstancias te cieguen o te dejen sordo. Porque hace falta experimentar con humildad el desánimo de muchas redes vacías para apreciar y reconocer el poder de Dios en una pesca extraordinaria.  Si la pureza sexual te evade y sigues lanzando las redes, no te rindas; no desistas.  Afina la mirada y abre el oído, porque Cristo te hablará desde la orilla de aquella playa donde luchas.  Escucha su voz y síguele…

Porque El no te creó para que regresaras del mar con las redes vacías y el espíritu derrotado.  Las redes se llenarán; pureza rebozará en tu barca.  No se trata de querer ser puro. Muchos han querido pureza y nunca la han alcanzado.  Más que quererla es creerla.  Cree en tu pureza; cree que Dios puede dártela, aún en el medio de mil fracasos.

Y entonces, la pureza por la que creíste, llegará y desbordará tus redes; una pureza, que como aquella pesca milagrosa, llegó para ser compartida; para calmar el hambre de muchos. Compártela y atesórala.  Disfrútala en hermandad, alrededor de aquella braza encendida que Cristo avivó en la playa –y en el medio de tu pecho– cuando te creías fracasado.

¡Disfruta y comparte tu pureza al lado de tu Señor y otros hombres, y como Cristo, ella nunca te abandonará!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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