Pureza Sexual … ¿POR QUÉ SIGO CAYENDO EN EL PECADO SEXUAL?

Saludos a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Hablando con uno de los hombres de este Ministerio en el día de hoy, surgió una de las preguntas que más me han hecho por los pasados 14 años en mi caminar buscando consolidar mi pureza sexual.  ¿Por qué no puedo mantenerme en pureza sexual y sigo cayendo repetidamente en las trampas de la lujuria?

Se trataba de un hombre que lleva varios años en el Ministerio, criado en el Evangelio de Cristo, con un llamado ministerial y pastoral, casado y sincero con su lucha.  Por los pasados dos años, este hombre ha asistido con absoluta consistencia a las reuniones de la “Trinchera,” ha aprendido a rendir cuentas, a confesar la naturaleza específica de su lucha contra la lujuria sexual y se ha convertido en un buen servidor del Ministerio.

Este hombre estudia y aplica a su vida los principios de HVHV y comparte la literatura y las Estrategias de Recuperación del Ministerio.  No obstante, lo más que ha logrado es 3o o 40 días de pureza en los pasados dos años.

Luego de haber podido estar libre de la lujuria sexual durante este periodo de tiempo, el hombre al que me refiero regresa a sus malos hábitos lujuriosos, consistentes en ver pornografía, masturbarse, ceder el control de sus ojos a lo impuro, permitir que la fantasía sexual invada su mente y caer en el sexo con prostitutas.

¿Cómo puede ser posible que un hombre que conoce del Evangelio, que ama la Palabra de Dios, que ha buscado refugio en HVHV, que rinde cuentas y confiesa sinceramente sus luchas, siga atado a la lujuria sexual de tal manera?  ¿Ama este hombre a Dios?  ¿Quiere este hombre tener pureza sexual verdadera en su vida?

No pretendo tener la única contestación, ni la más completa a estas complejas interrogantes.  No obstante, sí puedo compartirte la contestación que responde a la lucha de los hombres que Dios ha cruzado en mi camino.  El hombre que lucha en contra de la lujuria sigue cayendo en pecados sexuales sin poder consolidar su pureza por diversas razones, entre las que se encuentran:

  • Primero, el terreno de tu corazón no dará fruto de pureza permanente, si continúas sembrando en lo profundo del terreno semillas de lujuria sexual, en lugar de semillas de pureza.

¿Recuerdas la parábola de la cizaña y la buena semilla de trigo en Mateo 13: 24 – 30?  Si el sembrador permite que semillas de cizaña y de buena semilla crezcan juntas y juntas den fruto, la cizaña acabará dañando el terreno y matando el buen fruto de trigo que se intentó sembrar allí. ¡Esto habla de tantas verdades a nuestra vida, a la vida de quien lucha contra la lujuria sexual!  Esto nos habla de radicalidad.

Frente a un enemigo implacable, como lo es la lujuria sexual, estamos obligados a ser radicales.  No podemos pretender la victoria si sembramos semillas de cizaña y semillas de buen fruto a la vez.  Un terreno dividido en nuestro corazón no prosperará.

También esto nos habla de profundidad.  Podremos hacer grandes esfuerzos en la superficie del terreno a fin de prepararlo para la siembra; podremos comprar los mejores fertilizantes y abonos y las mejores herramientas para el cultivo, pero nada de eso será más importante que la semilla.  ¿Qué semilla estamos sembrando en lo profundo de nuestro terreno?  Si estamos sembrando una semilla de lujuria sexual, o una semilla de pureza raquítica, ¿cómo pretender cosechar un buen fruto?

Así, podemos ver que la radicalidad no se conforma con una pureza a medias, con una pureza poco comprometida, con una pureza insegura y tímida, con una pureza manipulable frente a una mayoría lujuriosa.  Entonces, debes preguntarte, ¿cómo es tu pureza?  ¿Cede ante la multitud del mundo que no ve nada malo en una sorbos de lujuria?  ¿Es tu pureza una que negocia, transige y está dispuesta a ceder terreno con tal de evitar una guerra en tu territorio?  ¿Es tu pureza como la vela de la barca, que se dirige hacia donde sopla el viento, insegura y vacilante en medio de la tempestad?

Si este es el tipo de pureza que tienes, lamento decirte que más bien es una lujuria disfrazada de pureza; una semilla de buen fruto mezclada con una semilla de cizaña.  Conozco muy bien a este tipo de pureza, porque fue la que viví por media vida… Sí, en mí habían buenas intenciones y deseos de vivir una vida pura, pero no había convicción, no había compromiso ni radicalidad para enrollarme las mangas espirituales de mi camisa y declarar “manos a la obra”.

Si en lo profundo de nuestro terreno no habita una pureza intransigente y extrema, nuestros cambios superficiales no nos darán una pureza permanente.  Es en lo profundo de nuestro corazón que tenemos que realizar los cambios que nos lleven a vivir una vida pura.

Y entre los cambios más importantes, el más importante para mí es el comprometerme a construir una profunda e íntima relación con Dios.  Él es el dueño de nuestro terreno.  Él es el que tiene el conocimiento, la experiencia, la técnica para sembrar en nuestra vida y cultivar al máximo de nuestro potencial.  Sin Dios, nuestro terreno está huérfano de posibilidades.  No importa cuánto te esfuerces, no importa a quiénes reclutes para la tarea, sin Dios en tu terreno la semilla de pureza no sobrevivirá.

¿Sabes cómo es que veo este hermoso “secreto” para mi vida y para la vida de los hombres que luchan por pureza en este Ministerio?  Un día, reflexionando sobre estas interrogantes Dios me dijo, “HIJO MÍO, MI AMOR POR TI, TE LIBERTÓ DE LAS CADENAS DE LA LUJURIA SEXUAL…  TU AMOR POR MI TE MANTENDRÁ LIBRE DE LA PRISIÓN…”  ¿Qué quiere decir esto para nuestras vidas?  Nada tuvimos que hacer para ganarnos la libertad.  De hecho, nada podíamos hacer.

Nuestra libertad fue inmerecida, comprada a precio de sangre pura del Hijo de Dios en el madero. Pero una vez que esa hermosa sangre nos libertó, nuestro amor por Dios, nuestro anhelo por honrarlo, nuestra convicción por respetarlo como Padre, nos mantendrá libres.  Honrando a Dios, honrando a Cristo y su insuperable sacrificio en la cruz, tendremos pureza y libertad.

  • Segundo, consolidar pureza en nuestra vida requerirá que pongamos en la balanza a Dios frente al pecado sexual.

¿Qué pesa más en tu vida?  ¿Tu amor a Dios, o tu amor a los placeres de la carne? Esto nos habla de cómo el pecado sexual siempre se ha asociado con el pecado de la idolatría en la vida del hombre. Colosenses 3 : 5

La realidad es que muchos de los hombres no logran consolidar su pureza sexual porque aman más a su pecado que a Dios.  En sus mentes engañadas por el enemigo, creen que todavía pueden tener una vida entretejida con instantes para amar a Dios y otros instantes para amar a la carne. Ahí está el origen de la “doble vida” en el hombre cristiano.  Es el fruto de una vida que se atreve a mentir y a aparentar pureza y amor a Dios, cuando la mitad de su tiempo se postra ante el altar del pecado sexual.

Esta es la misma realidad del hombre adúltero que se sienta frente a un consejero o sicólogo para decir “es que estoy enamorado de las dos; no puedo vivir sin ambas mujeres …”  De la misma manera, el hombre atado a la lujuria sexual piensa que no puede vivir sin Dios y sin las pasiones descontroladas de su carne.  Y ante este dilema, mezcla su vida entre la lujuria y las apariencias de una vida pura destinada a morir en un escándalo.

Entonces, debes preguntarte si en tu vida hay un conflicto de fidelidad entre tu amor a Dios y tu amor a la lujuria sexual.  ¿Está tu amor dividido entre dos señores?  Porque la Palabra es clara que no podrás dividir tu amor de esta manera: Acabarás amando a uno y despreciando al otro.  Lucas 16 : 13.

Y en el caso de nuestras luchas para alcanzar pureza, esto se traduce a que acabaremos despreciando a Dios y prefiriendo la idolatría a los placeres del pecado sexual.  Recuerda que Dios no te quiere compartir con nadie, y mucho menos con la lujuria sexual.  Dios es un Dios celoso con sus hijos y demanda exclusividad a la hora de ser amado.  Lucas 10 : 27.

En mi proceso personal, pude darme cuenta que entre más me acercaba a Dios, más me alejaba de la lujuria sexual.  Entre más creció mi amor por Dios, más comencé a detestar el pecado sexual.  ¿Cómo ocurrió?

A medida que limpiaba mi interior de lujuria, ocurrió algo que no había experimentado antes:  El Espíritu Santo, que estaba enmudecido por mis pecados sexuales, comenzó a hablarme, a animarme para defender mi pureza.

Entonces pude entender que el Espíritu Santo anhela vivir en un templo limpio y puro; que en ese tipo de templo, me hablará de lo que Dios quiere para mi vida.  Pero si convierto mi templo en un prostíbulo, lleno de imágenes pornográficas, el Espíritu Santo guardará silencio.

  • Tercero, no pretendas lograr pureza con los mismos hábitos y actitudes del pasado.  Pureza requerirá que mueras al hombre esclavizado del pasado para que un nuevo hombre nazca en libertad.  

Examina todas las conductas y hábitos que has utilizado en tu vida para alimentar a la lujuria sexual. Detalla cada uno de ellos, comenzando con los más obvios, hasta llegar a los más sutiles.

Ahí verás cómo el consumo de pornografía, el tener fantasías sexuales, el ir a salones de masajes y frecuentar negocios de bailarinas exóticas ocupará los primeros lugares de la lista.  Luego seguirán otros menos obvios, como el ver televisión hasta altas horas de la noche, el tipo de música que escuchas, los entretenimientos en playas y piscinas, el hojear revistas de modas con hermosas modelos en poses seductoras.

En cuanto a las actitudes, puede ser que veas en ti un sentido de conformismo con una pureza aguada, un sentido de autosuficiencia para batallar contra la lujuria sexual, o un sentido de trivialización en cuanto a la magnitud de tus problemas en esta área…  Pregúntate:  ¿Puedo tener una vida de pureza consistente con este tipo de impacto sensorial y lujurioso en mi corazón, en mis ojos y en mi mente y con estas actitudes equivocadas?  Si estos hábitos, actitudes y conductas te llevan a la lujuria sexual, es momento que los descartes.  Marcos 9 : 43 – 47.

  • Cuarto, un hombre que anhela pureza permanente no se limita a erradicar los malos hábitos y actitudes que alimentan a la lujuria sexual, sino que también incorpora hábitos y actitudes que alimenten pureza sexual para su vida.

¿Recuerdas la parábola de Jesús sobre el hombre que limpió su casa, sacando al hombre fuerte de ella, pero dejándola desocupada?  Luego vino aquel espíritu maligno con siete más peores que él y llenaron la casa que estaba limpia, siendo mayor la ruina del dueño.  Mateo 12 : 43 -45.

No podemos limpiar nuestra casa de conductas lujuriosas y dejarla así, sin llenarla con otras conductas, hábitos y actitudes que propicien nuestra pureza.  Vivir pureza implica que tenemos que mantenernos ocupados en ella.  Una vida que se compromete pasajeramente con la pureza, vivirá una pureza pasajera.  Pureza debe ser una agenda de vida para el hombre cristiano, de 24 horas al día, siete días a la semana y 365 días al año.

Y en nuestra lucha por mantenernos puros, siempre lucharemos con las seducciones de nuestro pasado, que vendrá a atacarnos con las añoranzas, con la melancolía de “los viejos tiempos que no volverán”.  Aléjate de ese pasado que sólo pretende engañarte para atraparte de nuevo entre sus redes.

Muchas veces, por curiosidad, “para que no nos cuenten” queremos dar una visita a ese pasado, pensando que una “miradita” no nos hará daño.  No nos engañemos.  No seamos ingenuos.  El enemigo sólo necesita que demos un paso en la dirección incorrecta para atraparnos y devolvernos las mismas cadenas que siempre tuvimos.  Construye un nuevo presente con hábitos sanos, y con una sólida relación con Dios.  ¡Entonces, podrás ver cómo pureza sexual se consolida en tu vida!

  • Cinco, con el fin de romper la burbuja del secreto y el aislamiento, comparte y sirve con otros hombres que han sufrido las cadenas de la lujuria sexual y que ahora viven un testimonio de pureza.

Al igual que la lujuria sexual, la pureza es contagiosa.  Busca compartir y servir con hombres que estén viviendo una vida pura y que antes hayan cargado tus mismas cadenas. Esto te permitirá  tener aliados en el combate y reafirmarte mediante sanas conversaciones que pureza sexual es un llamado para ti.

No te olvides de servir.  El servicio y la ministración a otros hombres aprisionados te recordará de dónde Dios te rescató, cuál es tu nuevo llamado de pureza, y podrás dar por gracia lo que por gracia has recibido. En muchas ocasiones, concentrarnos en las necesidades de los demás nos ayudará a ver nuestras batallas más pequeñas y las cargas más livianas.  Sirviendo, servirás en el plan de restauración que Dios tiene para otros hombres aprisionados.

Bueno, amigo y amiga que me lees, espero que estas recomendaciones te ayuden a lograr pureza para tu vida.  No pretenden ser una lista exhaustiva, o una fórmula uniforme que funcione igual para todos. Las he guardado cerca de mi corazón y mediante ellas, Dios me ha dado el extraordinario regalo de Su pureza.  Es ese mismo regalo el que pido a Dios para ti durante este tiempo.  ¡Recíbelo!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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