Querido Cuerpo de Cristo,

Recibí la siguiente nota y se las comparto dice lo siguiente:

Querido Cuerpo de Cristo,
Debí dirigirme a ustedes como “Querido Cuerpo Desmembrado de Cristo”.
Suena fuerte ¿no? Suena tal vez hasta morboso; pero lamentablemente es la realidad que estamos viviendo como Cuerpo. Estamos desmembrados, separados, incompletos y enfermos.

Definitivamente este no es el cuerpo que debería representar a Cristo en la tierra. Esta no es la Iglesia que desearía encontrar el Señor cuando venga de regreso.

Estamos en los últimos tiempos. Si no me crees sólo lee Mateo 24 y confirma una a una las señales dadas. La venida del Señor está más cerca que nunca y su Iglesia, esa novia que viene a buscar, está desnuda. La novia no está ataviada para la ocasión; no está preparada para el encuentro con su novio. Es más, la novia duerme mientras la ceremonia está a punto de comenzar.
Sólo sueña que está preparada; sueña que se ve hermosa; sueña que va caminando hacia su amado; pero al abrir los ojos verá la cruel realidad. Se encontrará en una cama, se verá desnuda y se dará cuenta que la ceremonia ya acabó y ella nunca llegó.
Estamos en tiempos decisivos; tiempos de juicio. Nuestro Dios limpiará y vestirá a Su novia antes de su encuentro. Sólo el remanente fiel que preste oído a este aviso, se vuelva de sus errados caminos y permita que Dios lo prepare para las bodas, permanecerá firme después de la limpieza.

¿Cómo puede ser posible esto?

¿Cómo que la iglesia no está preparada?
¿Cómo es posible que nuestro Dios pase juicio sobre su pueblo?
¿No es Dios un Dios de amor y paz?

El amor de Dios es incondicional, pero como Padre y Señor exige de nosotros, sus hijos, mucho más de lo que hasta ahora le hemos dado. Como Padre, no sólo ama, sino también corrige y castiga. Si escudriñamos la Palabra veremos el carácter de nuestro Dios reflejado a través del Antiguo y Nuevo Testamento. Nuestro Dios es inmutable, no cambia; lo que le agradaba hace siglos, aún le agrada y lo que abominaba su alma, lo que le disgustaba, lo que le airaba, aún lo abomina, le disgusta y le aíra.

¿No hemos aprendido nada de la historia del pueblo de Israel, del pueblo escogido de Dios? ¿No nos vemos reflejados en sus victorias y derrotas?

¿Cargamos la Biblia solamente para leer lo que nos gusta y conviene o sólo cuando vamos a la iglesia?
Ciertamente no somos nada diferentes al pueblo de Israel. Somos igual de desobedientes, inconstantes, rebeldes e incrédulos. Y nuestro Dios está listo para llamarnos a cuenta.

¿Por qué?

Para comenzar, nos hemos desviado tras doctrinas de hombres. Doctrinas con “bases bíblicas” que lo único que hacen es enfocarse en lo que llamo “la teoría del cristianismo” y no en la vida de intimidad que Dios desea de nosotros.

Se enfocan en detalles particulares y pierden la perspectiva de la esencia del evangelio de Cristo. Cuelan el mosquito y tragan el camello (Mateo 23:23-24) Doctrinas que lo que logran es dividir al cuerpo en concilios y denominaciones, menospreciándonos unos a otros.

Doctrinas que llenan a sus líderes de orgullo y soberbia. Las ovejas van ciegas al hoyo siguiendo la voz de sus líderes que andan igual de ciegos.

Además, han creado un fariseísmo moderno; un método de religiosidad con el que creen agradar a Dios. Viven por las apariencias; siguen estilos de vida que, según ellos, los identifican como cristianos. Les gusta ser vistos y reconocidos. Se hacen los más santurrones y los más cristianos.

Pero, ¿qué pasa al cerrar la puerta?
¿Qué pasa cuando nadie les ve?
¿Se les olvida que Dios no puede ser burlado?
Dios escudriña los corazones; ve lo que nadie ve; conoce la intención detrás de la acción.

Tenemos líderes fariseos entre el pueblo cristiano. Lideres que les encantan los títulos, las posiciones y los reconocimientos.
Ya no son meros siervos de Jesucristo, ahora son apóstoles, evangelistas internacionales, doctores, reverendos, etc. Les encanta otorgarse nombres que sólo le corresponden a Dios.

¡Como les gusta tener sillas, oficinas y estacionamientos reservados!
¿Se les olvida que Jesús nos dijo que aun cuando hubiéramos hecho todo lo que nos ha sido ordenado, siervos inútiles somos?

¡DIOS NO COMPARTE SU GLORIA CON NADIE!

Sólo Él es digno de títulos, honra y gloria; sólo a Él se le debe rendir pleitesía.
Tenemos pastores que lo que les gusta predicar y profetizar prosperidad, bendición y promesas de Dios.
Pintan un evangelio color de rosa donde el que se acerca a Dios vivirá una vida llena de felicidad y paz. Curan las heridas con liviandad, pasándole la mano al pecado (Jeremías 6:10:15).
Ya no vemos predicado la santidad, la intimidad con Dios, la humildad, la entrega sin reservas. Al contrario, vemos iglesias llenas de personas enfermas, heridas y atadas pretendiendo ser personas sanas, sin heridas y libres. Apariencias, fariseísmo, máscaras, sueños.

Vemos altares contaminados. Ya no hay discernimiento entre el pueblo de Dios. Dejamos subir al altar a cualquiera, sin consultarle antes al Señor. Recibimos a todos como “hermanos” cuando muchos aún siguen siendo hijos de las tinieblas.

Hacemos alianzas con personas sin dirección. Estamos como Josafat, rey de Judá, haciendo alianza con Acab, rey pagano de Israel, simplemente porque eran “hermanos”; “parientes”. (2 de Crónicas 18)
¿Se le olvidó a Josafat que Dios mismo había dividido el reino?
Dios no nos quiere unidos al diablo, aun si el diablo aparenta ser pariente o “hermano en la fe”.
¿Y del Espíritu Santo qué?
Las iglesias le han sustituido. Sí, donde habita el pecado, el orgullo, la soberbia, y las tinieblas el Espíritu Santo no puede estar (Gálatas 5:17); y como ya no está, tuvo que ser sustituido.
¿Y por qué le sustituyeron?
Por el sentimentalismo y las emociones. Vemos iglesias muertas, sin Espíritu aparentando tener manifestaciones espirituales. Sólo son valles de huesos secos (Ezequiel 37) Jugando con lo más delicado de nuestro Dios; el único pecado que no será perdonado: la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Vemos como los predicadores se han convertido en motivadores profesionales. Apelan a las emociones para atraer a las almas.
Hay una competencia no declarada entre los pastores más gritones o los que hacen llorar más a la gente. Incluso tenemos pastores comediantes. Han convertido el evangelio en todo un espectáculo.

¿Y aún nos preguntamos por qué Dios tiene que limpiar a su Iglesia antes de Su venida? ¿Aún nos preguntamos si hay juicio?

¿Aún tenemos dudas de que andamos por el camino equivocado?
Estamos como el pueblo de Israel que salió de Egipto; dando vueltas en el desierto sin llegar a ningún lado.
Entretenidos, ciegos, incrédulos, enfermos, sin dirección… Tristemente ni el mismo Moisés pudo entrar a Canaán, la tierra prometida.
Fue la desobediencia y la rebeldía del pueblo que hizo que Dios levantara una generación nueva de en medio de ese desierto para que tomara posesión de la tierra. Fue la desobediencia y la rebeldía de ese pueblo que hizo que perecieran sin ver su promesa cumplida.
Advertencias tuvieron de más. Pero no quisieron escuchar. Advertencia hay hoy.
Dios nos ama. Él sólo quiere que su pueblo DESPIERTE. Él quiere que nos volvamos a Él; que regresemos a la cruz; a ese momento de arrepentimiento genuino que trajo salvación a nuestras vidas. Él quiere tener intimidad con sus hijos; relación individual.
Él no quiere que sigamos doctrinas vanas de hombres, ni conceptos, ni teorías. Nuestro Dios es Dios de práctica. Él quiere que vivamos lo que predicamos. Quiere que experimentemos Su presencia en nuestras vidas. Él quiere que deseemos como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcamos para salvación (1 Pedro 2:2). Él no quiere más espectáculos; quiere un pueblo humillado, que añore Su presencia y que sea misericordioso y compasivo como Él.
Quiere una novia hermosa, vestida y preparada para Su llegada.

…”porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.” Lucas 12:48

Dios nos ha bendecido grandemente, y nos ha dado más de lo que nos merecemos. Ahora es tiempo de Él demandar de nosotros. El juicio está dictado. La advertencia está dada.
Este es nuestro ÚLTIMO LLAMADO.

¿Qué haremos pues?

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”
(2 Crónicas 7:14)

ES TIEMPO DE DESPERTAR; TIEMPO DE HUMILLARNOS EN AYUNO Y ORACIÓN; ES TIEMPO DE REGRESAR A ÉL.

Dios les Bendiga,

Ministerio El Último Llamado

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