Recuperar la escatología

Estos días estamos estudiando el cap. 24 de Mateo en la iglesia local a la que pertenezco. Es un capítulo eminentemente profético.

La profecía bíblica ha sido abusada por muchas personas, algunos han querido ir más allá de lo que está escrito, proporcionando detalles que el Autor de la Biblia no quiso dar. Otros han querido elevar esos detalles sobre los que no hay consenso a la categoría de doctrina fundamental. Y otros, por una insana obsesión con la profecía, han perdido de visto cuestiones más básicas.

Que la profecía bíblica haya sido abusada no significa que sea una doctrina a evitar. La reacción saludable a los abusos que se han cometido no debe ser la de obviarla, sino la de estudiarla de una manera coherente, contextualizada, conectada con el resto de enseñanzas y con una perspectiva global. La falta de equilibrio y el énfasis doctrinal obsesivo afecta a cualquier parte del cuerpo doctrinal.

Por lo general, en muchas iglesias se habla poco de profecía, lo cual es una pérdida, y más teniendo en cuenta que la oración modelo incluye: «venga a nosotros Tu Reino». La doctrina de las últimas cosas, la venida de Cristo Jesús, el milenio, el estado eterno, el Juicio universal, forman parte de las bases de nuestra fe, estas enseñanzas son el cumplimiento de las promesas y la conclusión que Génesis dejó abierta.

El efecto que tiene la profecía es MUY saludable en el creyente. Tiene un efecto santificador, 1 Jn 3.2-3 dice: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro«.

La «esperanza bienaventurada» Tit 2.13 nos santifica, nos mueve a desear menos aquello que nos distrae de Dios, y a desear este nuevo Reino que Jesucristo implantará en breve. Esta esperanza le da profundidad y gozo a nuestra fe, además de un sentido de urgencia para ser más diligentes en nuestra misión como Hijos de Dios. Esta esperanza hará que los sufrimientos y pesares sean más livianos, al deleitarnos en nuestro encuentro con Cristo Jesús y Su exaltación como Rey y Señor de todo.

Creo que los jóvenes necesitan conocer los tesoros de la profecía Bíblica, para así poner sus ojos en las «cosas de arriba», y ver la vanidad de este sistema diabólico, que sólo ofrece humo y promesas vacías.

El Señor Jesucristo viene pronto, será una venida precedida de violentas convulsiones, de cataclismos sociales, terrenales y celestiales. Aumentará la maldad y el rechazo a Dios, pero también crecerá la semilla del evangelio con fuerza y pureza. Y la feliz conclusión de esta historia de salvación llegará, el Rey prometido establecerá justicia y juicio, consolará a los suyos, destruirá a los soberbios que se opusieron y su Reino no tendrá fin. ¿Nadie dice Amén?.


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