SALMO 119. D. ABATIDO Y TRISTE

Estoy abatido en el polvo:
reanímame según tu palabra.
Te conté mis andanzas y me respondiste:
enséñame tus estatutos.
Indícame el camino de tus decretos,
y meditaré tus maravillas.
Mi cuerpo se encorva por la tristeza,
sosténme con tu palabra.
Aléjame del camino de la mentira
y dame la gracia de tu voluntad.
He escogido el camino de la lealtad,
he elegido tus mandamientos.
Me adhiero a tus preceptos, Señor,
no me defraudes.
Por el camino de tus mandatos correré,
cuando me ensanches el corazón.


En esta cuarta estrofa del salmo 119 me ha llamado la atención el abatimiento y la tristeza, porque hay momentos en la vida en que nada ni nadie nos puede sustraer o rescatar de esos estados de ánimo. Nada ni nadie, ni siquiera nosotros mismos, podemos generar la suficiente energía para superarlos.

Ha sido mi experiencia y, por eso, el salmo lo ha reforzado, que en ocasiones como esas solamente la palabra de Dios puede generar en nosotros nuevas fuerzas, nueva visión, nueva perspectiva, nueva esperanza.

Sus promesas, la seguridad de su presencia en nuestras vidas, su acompañamiento, la convicción de que Él puede usarlo todo para bien en nosotros, incluso esos estados aparentemente tan destructivos, nos puede dar la capacidad de levantarnos, tal y como dice el profeta Isaías, como águilas.

Un principio

La palabra de Dios trae renovación al triste y abatido.

Una oración

Que en el año que comienza la palabra nos renueve y sostenga.


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