¡respóndeme Señor!
Guardaré tus estatutos.
A ti clame; sálvame,
Y guardaré tus testimonios.
Me anticipo al alba y clamo;
En tus palabras espero.
Mis ojos se anticipan a las
vigilias de la noche,
para meditar en tu palabra.
Oye mi voz conforme a tu misericordia;
Vivifícame, oh Señor,
conforme a tus ordenanzas.
Se me acercan los que siguen la maldad;
lejos están de tu ley.
Tú estás cerca, Señor,
y todos tus mandamientos son verdad.
Desde hace tiempo
he sabido de tus testimonios,
que para siempre los has fundado.
El salmista, en su estrofa, habla de la cercanía de Dios -hecho objetivo- aunque en ocasiones esta cercanía yo mismo no lo experimento en mi vida cotidiana -realidad subjetiva-. Eso me ha hecho pensar en la necesidad de dominar mis sentimientos recordándoles una y otra vez la realidad objetiva para que no se desborden por el pánico de la subjetividad.
Dios está cercano. Tan cercano que vive en el corazón de cada seguidor. Tan cercano que ha prometido estar con nosotros cada día hasta el final de los tiempos. Tan cercano que ha afirmado que nada ni nadie nos podrá separar de Él y de su amor. Estos son hechos, sólidos como rocas.
Cuando sentimos que está lejano, que no tiene interés, que nos ha abandonado incluso, es el momento de recordar los hechos -sus promesas- una y otra vez.
Un principio
Las promesas de Dios son rocas sólidas sobre las que cimentar nuestra seguridad
Una oración
Por el conocimiento de las buenas noticias en Chipre.
Deja una respuesta