SALMO 119. P. DOMINADO POR LA MALDAD

Tus preceptos son admirables:
por eso los guarda mi alma.
la explicació de tu palabra ilumina,
instruye a los inexpertos.
Jadeo con la boca abierta,
anhelando tus mandatos.
Vuélvete a mí con piedad,
como haces con quienes te aman.
Afirma mis pasos según tus promesas,
que no me domine maldad alguna.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo
y enséñame tus leyes.
Ríos de lágrimas vierten mis ojos
porque no se guarda tu ley.

La idea que ha captado mi mente en esta estrofa del salmo 119 es no ser dominado por la maldad. Al leerlo han venido rápidamente a mi mente las palabras de Jesús, todo aquel que comete pecado se convierte en un esclavo del pecado.

Es una verdad como un templo de grande. La práctica del pecado tiene un poder esclavizador sobre el practicante. El pecado tiene un poder adictivo y, como sucede con otras sustancias destructivas, el adicto, no puede dejar el hábito porque este produce a la vez una mezcla de placer y muerte.

Por eso el aviso de poeta no es en vano porque la maldad puede llegar a dominarnos y convertirnos en sus esclavos. Lo que la Biblia dice no es tontería, puedo mirar a mi propia vida y ver como la atracción del pecado, a la vez que autodestructiva, es tremenda y poderosa y la posibilidad de ser dominando y convertirse en esclavo es real.

Sólo la palabra de Dios, el compañerismo genuino y auténtico con otros creyentes puede darnos la capacidad de resistir y vencer el poder seductor, dominador y tristemente destructivo de la maldad o el pecado.

Un principio

Hay que ser realista, el pecado puede esclavizarte.

Una oración

Por el conocimiento de las buenas noticias en Rumanía.


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