Salmo 2 – Salmo del Rey

Por Jack Fleming

«¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas.

El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira.

Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.

Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás. Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira.

Bienaventurados todos los que en él confían».

Este es un hermoso salmo mesiánico, donde el Espíritu Santo nos predice:
1º La oposición al reinado de Cristo.
2º Dios mira la insensatez del hombre.
3º Confirma el reinado mesiánico.
4º Anticipa el juicio sobre los impíos.
5º Bienaventuranza para los súbditos del reino.

Resulta difícil comprender la actitud del corazón humano. Cuando el Señor de los cielos se acerca al hombre para entregarle bendiciones, éste se une para oponerse al Soberano de la gloria. Los reyes y príncipes hacen alianzas para destruir al Enviado de Dios.

La corrupción del corazón humano los lleva por caminos tortuosos, donde torbellinos de conspiración hacen chocar sus incoherencias y desatinos como vientos sin lluvias, y piensan cosas vanas para unirse contra la voluntad del Altísimo.

Dice el evangelio de Lucas 23:12 respecto a esa actitud incongruente del corazón humano: «Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí». Su odio contra el Santo lleva incluso a los enemigos entre sí, a establecer amistad para unir fuerzas contra el Todopoderoso.

Aquellos que aman las tinieblas no desean venir a la luz, porque sus obras son malas, estos conspiran juntamente para que la luz y la justicia no prevalezcan. Se amotinan las gentes, se revelan contra el Ungido de Dios, hay gran excitación.

«Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas». Para todos aquellos que no han pasado por la experiencia de nacer de nuevo y ser transformados por el poder de Dios, todas las ordenanzas divinas son como ligaduras que los atan como cuerdas para impedir expresar su lascivia. Se asfixian con la santidad, el orden y la solemnidad que irradia la presencia del Señor, y buscan el jolgorio, el bullicio, saltos y gritos como los Baales para apagar el llamado de advertencia del Santo.

1Ry.18:26-29 «ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase».

Como contrasta esta descripción terrenal con la escena que se desarrolla en los cielos. El Dios Todopoderoso, el que controla y rige toda su creación, está sentado en Su trono, y desde allí mira los esfuerzos que en su insensatez desarrollan sus criaturas para derribarlo, que fue la misma necedad del querubín más grande y hermoso de la creación angelical, cuyo fin todos conocemos.

Los vanos intentos de los enemigos del Señor no merecen otra cosa que el ridículo. El salmista expresa esto en un lenguaje humano: «Dios se ríe de ellos».

El Todopoderoso dice: «Yo mismo he colocado a mi ungido, el Rey sobre Sión, mi santo monte». A él sólo ha entregado el gobierno y el reino eterno, como dice en Filp. 2: 9 «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre».

El verdadero creyente, que ama a su Señor, anhela y desea fervientemente la instauración del reino de justicia y santidad de Cristo. Aún en la oración modelo dice: «Venga tu reino».

El reino del Mesías está fundado sobre un decreto eterno de Dios Padre, el título de herencia dice: Heb.1: 5 y 9 «Mi Hijo eres tú, Yo te he engendré hoy…y del Hijo dice (Dios el Padre): Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo».

Hombres apóstatas tergiversan este pasaje de mil maneras, pretendiendo ignorar que allí mismo Dios el Padre llama a Su Hijo: Dios. Pero dejemos que sea el Espíritu Santo que reveló esta verdad, quién nos entregue Su propia interpretación.

La Palabra de Dios en el Nuevo Testamento lo explica así: (Rm.1: 3-4) «acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos».

Claramente vemos que el Espíritu Santo interpreta este pasaje en conexión al Cristo según la carne y en relación a su resurrección. Lo mismo apreciamos cuando el Espíritu Santo vuelve a citar este pasaje en Hch.13: 33-34 «la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción».

Su filiación fue declarada en su resurrección, que fue donde autenticó su condición de Hijo de Dios ante los hombres y su triunfo sobre aquel que tenía el poder de la muerte.

Jesús es el Hijo eterno de Dios, fue engendrado por Dios según la carne para cumplir con el plan perfecto de la salvación de morir por el pecador, y resucitar para proclamar Su victoria.

El título de herencia se anuncia para probar que el Hijo es el legítimo heredero y más excelente que todos los seres angelicales. Heb.1: 4 «hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos». Jn. 3: 35 «El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano».

Finaliza el Salmo con una exhortación a los reyes y jueces de la tierra, para que abandonen su locura y se vuelvan sensatos, se sometan al gobierno de Cristo, porque Él gobernará pese a toda la oposición del reino de las tinieblas sobre cielos y tierra, y en el nombre de Jesús se doblará toda rodilla.

«Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira». Encontramos aquí una doble aserción, la destrucción de quienes rechacen al Señor, y una eterna bendición para los que le acepten.

Culmina el Salmo como comienza, con una bienaventuranza: «Bienaventurados los que en él confían». Que el Señor nos dé más amor y ansias por esa eternidad que se acerca. Que así sea, Amén.

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