Sobre Una Revolución Que Puede Ser Que No Sea 01

Muchos hablan de revolución, de la necesidad de un cambio, de acabar con la religiosidad… y etcétera hasta que nos aburra. Este es un discurso que llevo años escuchando y que de vez en cuando se vuelve popular. Por muchos años pensé que de verdad era el deseo de algunas personas traer cierta especie de cambio en el mundo en que vivimos, un cambio que iniciaría desde las estructuras de nuestra sub-cultura cristiana. Pero observando aquí desde la acera, me doy cuenta de que, aunque hay muy buenas intenciones en el discurso y aunque de verdad hay gente que de vez en cuando se siente incómoda con como van las cosas, es muy poco probable que haya una revolución.

Y es obvio que a esta altura del juego nos preguntemos «¿por qué?»
La razón es bastante simple: no hay quien decida jugársela, hay mucha reputación de por medio, estamos demasiados contaminados de estatus, de la aprobación de los demás, y nuestros juicios dependen de que alguien nos preste atención. De hecho, si nos analizamos con toda la sinceridad que un buen diagnóstico requiere a veces levantamos nuestras voces en monólogos que llamamos prédicas para ser «gustados», aceptados, incluídos. Por eso nuestros discursos se parecen e incluso buscamos mimificar las técnicas de a quienes creemos les va bien. ¿Cómo lo se? Pues yo lo he hecho. Hasta que me di cuenta que… otros pasos se requieren.

Mientras digamos con la boca que una cosa es necesaria pero con todo nuestro ser vivamos contrario a la supuesta necesidad que hemos identificado, entonces lo que decimos es mentira.

Creo que es tiempo de analizarnos bien, porque es verdad que la cosa no está bien, y dejar de compararnos y vigilar por nuestra seguridad denominacional o nuestro estatus ministerial y empezar a pelear con valentía por las cosas de el Reino en vez de las nuestras propias de nuestra propiedad (un pleonasmo que es intencional). El primer paso para esto es: morir al yo, a todo deseo de exito personal y vivir para el éxito del Reino. Una decisión muy impopular hoy en día, pero la única que nos hará personas que trascienden por la eternidad.

Alain de Botton, en su libro «Las Consolaciones de la Filosofía» dice que un día de repente se dio cuenta que su «… prioridad era gustar, más que decir la verdad. El deseo de agradar me llevaba a reír los chistes malos, cual padre en la noche de estreno de una función escolar. Con los desconocidos, adoptaba el gesto servil del recepcionista que da la bienvenida al hotel a los clientes adinerados: entusiasmo salival nacido de un mórbido e indiscriminado deseo de afecto. No se me ocurría poner en duda públicamente ideas que gozasen de común aceptación. Perseguía la aprobación de figuras de autoridad y, tras mis encuentros con ellas, me preocupaba mucho saber si les habría causado una impresión satisfactoria.»

Quizás, si miras muy dentro de ti, el propósito de tu vida no es el propósito de tu vida, sino que lo que piensas es el propósito de tu vida es simplemente un instrumento para ser apreciado, amado, notado y gustado por otros. Si es así, y si has pensado que una revolución es necesaria y a veces, en esos días donde se va la luz y no hay otra cosa que hacer sino pensar, piensas que también es posible; entonces una muerte al yo es un buen paso.

Hazlo. De verdad no se que estás esperando.
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
Bajo Licencia Creative Commons
Foto Cortesía de Sean Rogers
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