*** Un corazón lleno de Heridas ***




UN CORAZÓN LLENO DE HERIDAS
El amor no guarda rencor.
1 Corintios 13.4 (NVI)

LOS PENSAMIENTOS DE HOY SON LAS ACCIONES DE MAÑANA.
LOS CELOS DE HOY SON LAS RABIETAS DE MAÑANA.
EL FANATISMO DE HOY ES EL CRIMEN DE ODIO DE MAÑANA.
EL ENOJO DE HOY ES EL ABUSO DE MAÑANA.
LA LUJURIA DE HOY ES EL ADULTERIO DE MAÑANA.
LA CODICIA DE HOY ES LA ESTAFA DE MAÑANA.
LA CULPA DE HOY ES EL MIEDO DE MAÑANA.

El Pelícano es el barco menos deseado del mundo. Desde 1986 ha sido
el vagabundo de alta mar.
Nadie lo quiere. Sri Lanka no lo quiere.
Las Bermudas, tampoco. La República Dominicana no lo quiso recibir.
Igual que Holanda, las Antillas y Honduras.
El problema no es el barco. Aunque está oxidado, este carguero de 142 metros
(466 pies) puede navegar perfectamente.
El problema no son los propietarios, pues la licencia y los impuestos están al día.
El problema no es la tripulación. Puede que se sientan rechazados, pero son eficientes.
Entonces ¿cuál es el problema? ¿Por qué lo han rechazado durante años? Sri Lanka le dijo adiós.
En Indonesia no lo dejaron entrar. Haití lo rechazó.
¿Por qué el Pelícano es el barco menos deseado del mundo?
La razón es muy simple: está lleno de basura. Quince mil toneladas de basura. Cáscaras de naranjas.
Botellas de cerveza. Periódicos. Perros calientes a medio comer. Basura.
La basura de Filadelfia del largo verano de 1986,
cuando los empleados municipales se pusieron en huelga.
Los montones de basura eran como montañas.
Georgia la rechazó y Nueva Jersey también. Nadie quería la basura de Filadelfia.
Entonces el Pelícano entró en escena. Los propietarios pensaron que podrían hacer dinero rápido transportando la basura.
Así que quemaron la basura y depositaron las cenizas en el fondo del barco.
Pero nadie la recibía. Primero porque era demasiada.
Luego por ser muy vieja. ¿Quién quiere basura potencialmente tóxica?1
La precaria condición del Pelícano es una prueba. Los barcos llenos de basura no hacen amigos fácilmente. La precaria condición del Pelícano es también una parábola. A los corazones llenos de basura no les va mucho mejor.
¿Hay alguna relación entre tu vida y el Pelícano? ¿Nadie te quiere? ¿Vas a la deriva entre amigos y familia? Si es así, te convendría ver si tienes basura en el corazón. ¿Qué puerto quiere acoger a un corazón maloliente?
La vida nos vacía la basura en la cubierta. Tu marido trabaja demasiado. Tu esposa se queja demasiado. Tu jefe espera demasiado de ti. Tus hijos lloran demasiado. ¿Cuál es el resultado? Basura. Cargas y cargas de enojo. De culpa. De pesimismo. Amargura. Fanatismo. Ansiedad. Engaño. Impaciencia. Todo se va amontonando.
La basura nos afecta. Contamina nuestras relaciones. Eso fue lo que le pasó a Caín. Antes de tener sangre en las manos, tuvo enojo en la mente. ¿Y Marta? Primero se entrometió con su actitud antes de ponerse a pelear con la lengua. ¿Y qué de los fariseos? Mataron a Cristo en sus corazones antes de matarlo en la cruz.
Puede estar seguro de esto: Los pensamientos de hoy son las acciones de mañana.
Los celos de hoy son las rabietas de mañana.
El fanatismo de hoy es el crimen de odio de mañana.
El enojo de hoy es el abuso de mañana.
La lujuria de hoy es el adulterio de mañana.
La codicia de hoy es la estafa de mañana.
La culpa de hoy es el miedo de mañana.
Los pensamientos de hoy son las acciones de mañana.
¿Podría ser por esto que Pablo escribió: «El amor no guarda rencor» (1 Co 13.4 NVI)?
Si dejas la basura a bordo, la gente la va a oler.
Las tribulaciones del Pelícano empezaron con la primera pala de basura.
La tripulación debió haberla devuelto de entrada.
La vida hubiera sido más fácil para todos los que estaban abordo si no hubieran permitido que la basura se acumulara.
La vida sería mejor si hicieras lo mismo.
Hay gente que no sabe que tenemos una opción. Por nuestra forma de hablar,
cualquiera diría que somos víctimas de nuestros pensamientos.
«No me hables», decimos. «Estoy de mal humor».
Como si el humor fuera un lugar al que nos asignan
(«No puedo llamarte. Estoy en Bosnia»), en lugar de una emoción que permitimos.
O decimos: «Mejor ni le hables. Amaneció de malas». ¿Acaso «estar de malas» es algo que «tenemos»?
¿Igual que un resfriado o una gripe? ¿Somos víctimas de las bacterias emocionales de la temporada o tenemos alguna opción?
Pablo opina lo segundo: «Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Co 10.5).
¿Puedes percatarte de la jerga de campo de batalla que hay en este pasaje: «Llevar cautivo todo pensamiento» y «obediencia a Cristo»? Nos da la impresión de que nosotros somos los soldados y los pensamientos son los enemigos. Nuestra tarea es proteger el barco y negar la entrada de pensamientos basura. En cuanto aparecen en el muelle tenemos que entrar en acción. Tenemos que declarar: «Este corazón le pertenece a Dios y tú no vas a subir a bordo hasta que no cambies de dueño».
Egoísmo, ¡quédate atrás! Envidia, ¡piérdete! Vete a buscar otro barco. Enojo, ¡no tienes permiso para entrar en este barco! Detener los pensamientos es algo muy serio.
También lo fue para Jesús. ¿Recuerdas los pensamientos que le vinieron a la mente cortesía de la boca de Pedro? Jesús acababa de profetizar su muerte y resurrección,
pero Pedro no soportó la idea. «Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.
Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mt 16.22–23).
¿Ves lo decidido que estaba Jesús? Le viene a la mente un pensamiento basura. Se ve tentado a hacerle caso.
La vida sería muy agradable sin la cruz. Pero ¿qué hace? Se para en la pasarela del muelle y dice: «Quítate de delante de mí».
Como diciendo: «No te permito que entres en mi mente».
¿Qué pasaría si hicieras lo mismo? ¿Qué ocurriría si tomaras cautivo todo pensamiento?
¿Y qué si rechazaras toda basura que quisiera entrar en tu mente?
¿Qué sucedería si siguieras el consejo de Salomón: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida» (Pr 4.23)?
Vas manejando camino del trabajo, cuando recuerdas las palabras de uno de tus compañeros. Estuvo haciendo comentarios sobre tu rendimiento.
Cuestiona tu eficiencia. ¿Por qué fue tan duro contigo? Comienzas a cuestionarte.
No me merezco nada de esto. ¿Quién es él para criticarme? Además, tiene un gusto pésimo. ¿Te has fijado en sus zapatos?
Al llegar a este punto necesitas tomar una decisión. ¿Voy a seguir con esta lista de cosas negativas?
Puedes hacerlo. En la pasarela de la autocompasión están sus siete hermanas.
Quieren subir abordo. ¿Se lo vas a permitir?
Si lo haces, cuando llegues a la oficina vas a oler tan mal como el Pelícano.
Pero tienes otra opción. Llevar cautivos esos pensamientos.
Puedes desafiar al culpable. Si lo necesitas, cita algún versículo: «Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis» (Ro 12.14).
Otro ejemplo. Estás tan enojado con tus padres que no puedes dormir.
Quieres dormir, pero por la llamada de esta tarde no puedes.
Como siempre, lo único que hicieron fue criticarte. Ni un cumplido.
Ni un aplauso. Sólo críticas. ¿Por qué no estás casado? ¿Cuándo vas a venir a visitarnos?
¿Por qué no tienes un buen trabajo en un banco, como tu primo Luis? Grrrr.
¿Ves al tipo que está al final de la pasarela? ¿El de la chaqueta oscura?
Es un juez de la corte de actitudes críticas.
Un juez mental. Déjale subir a bordo, y los dos se pueden pasar la noche repasando veredictos de culpabilidad.
Tú puedes ponerle nombre y codificar todos los errores de tus padres.
¿Les vas a permitir que suban? Querido amigo, eso sería correr un gran riesgo.
Por la mañana vas a oler tan mal como un basurero.
Recuerda, el hecho de que haya basura en el muelle no significa que tenga que haber basura en tu barco.
Tú no eres víctima de tus pensamientos. Tienes voz y voto. Puedes impedirle la entrada a los pensamientos.
O permitírsela.
¿Qué se puede hacer para cambiar la grave situación del Pelícano?
Cambiar el cargamento. Llenar las cubiertas de flores en vez de basura, regalos en vez de ceniza,
y nadie enviaría el barco de vuelta. Cambiar el cargamento es cambiar el barco.
De igual manera, si cambias los pensamientos, cambias a la persona.
Si los pensamientos de hoy son las acciones de mañana ¿qué pasa si llenamos nuestra mente de pensamientos sobre el amor de Dios?
¿Será que recibir su gracia hará cambiar nuestra forma de pensar sobre otros?
¡Pablo lo afirma rotundamente! No basta con mantener la basura afuera.
Tenemos que abrir la puerta a las cosas buenas. No basta con no guardar rencor.
Tenemos que cultivar una lista de bendiciones. El mismo verbo que Pablo usa para guardar en «no guarda rencor»
se usa para pensar en Fil 4.8: «En cuanto a lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo que merece alabanza,
en esto pensad». Pensar conlleva la idea de ponderar, estudiar y enfocarse; permitiendo que nos impacte lo que vemos.
En vez de almacenar lo amargo, almacenemos lo dulce.
¿Quieres hacer una lista? Entonces haz una lista de sus misericordias.
Haz una lista de todas las veces que Dios te ha perdonado.
Párate frente a los pies de tu Salvador crucificado, y ora así: «Jesús,
si eres capaz de perdonarme por haberte herido, entonces yo puedo perdonar a los que me han herido a mí».
Tú no merecías que te hirieran. Pero tampoco mereces que Él te perdone.
Pero, Max, soy una persona decente.
Nunca he hecho nada que hiera a Cristo. Ten cuidado.
Si piensas así, puedes tener problemas.
¿De verdad crees que no has hecho nada que pueda herir a Cristo?
¿Alguna vez has sido deshonesto con su dinero? Eso es engañarlo.
¿Tu amor por la carne o la fama te ha apartado de Él? Eso es adulterio.
¿Alguna vez has dicho una palabra con coraje con la intención de herir a alguien?
Según las leyes celestiales, eres culpable de asalto.
¿Alguna vez te has quedado callado mientras se burlaban de Jesús?
¿No te parece que eso es traición?
¿Alguna vez has ido a la iglesia para ser visto en vez de para verlo a Él? Hipócrita.
¿Alguna vez has roto una promesa hecha a Dios? Eso es un engaño, algo serio.
¿Hace falta que sigamos? Sólo seis preguntas, unos cuantos renglones en el papel
y mírate.
Eres culpable de ser deshonesto, de adulterio, asalto, traición, hipocresía y engaño.
Una lista digna de condena. ¿No crees que mereces ser castigado? Pero aquí estás.
Leyendo este libro. Respirando. Sigues viendo puestas de sol y a bebés sonrientes.
Sigues viendo el cambio de las estaciones. No tienes latigazos en la espalda ni ganchos
en la nariz ni grilletes en los pies. Parece que Dios no lleva una lista de tus errores.
Parece que David sabía lo que estaba diciendo: «[Dios] no ha hecho con nosotros conforme
a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados» (Sal 103.10).
Y a eso se refería al orar con estas palabras: «Oh Jehová, si tienes presente los pecados,
¿quién podrá, oh Señor, mantenerse en pie?» (Sal 130.3)
Escucha esto: No es que te hayan rociado de perdón.
No es que te hayan salpicado de gracia. No es que te hayan cubierto del polvo de la bondad,
es que te han dado un baño de todo ello. Estás sumergido en la misericordia.
Eres un pececillo en el océano de su misericordia. ¡Deja que esto te cambie!
¿Acaso el amor de Dios no hace por ti lo mismo que hizo por la mujer samaritana?
Estamos hablando de una mujer que sí tendría una buena lista.
Número uno: discriminación. Es samaritana, odiada por los judíos.
Número dos: prejuicio por su sexo: es una mujer, despreciada por los hombres.
Tres: está divorciada, y no una ni dos veces.
¿Cómo sale la cuenta? ¿Cuatro? ¿Cinco? Cinco matrimonios fracasados.
Y ahora se acuesta con un tipo que no le pondrá un anillo en el dedo.
Cuando hago toda esta cuenta me imagino a una mujer sentada en el taburete de un bar, a punto de volverse loca.
Voz ronca, aliento a tabaco y un vestido escotado arriba y corto abajo.
Ciertamente no es lo más fino de Samaria. Nunca se te ocurriría ponerla a cargo de la clase bíblica para damas.
Por eso lo que Jesús hace nos parece tan sorprendente.

No sólo la pone a cargo de esa clase, sino de evangelizar toda la ciudad.
Antes de que acabe el día toda la ciudad ha oído hablar de un hombre
que afirma ser Dios. «Me dijo todo lo que he hecho» (Jn 4.39),
les dice, sin expresar lo obvio: «y me amó a pesar de todo».
Un poco de lluvia puede cambiar el tallo de una flor.
Un poco de amor puede cambiar una vida.
Quién sabe cuando fue la última vez que a esta mujer se le había confiado algún
responsabilidad y ¡mucho menos las mejores noticias de la historia!
De hecho, sigue leyendo Juan 4, y harás un sorprendente descubrimiento.
¡Es misionera de Jesús! Precede a los más notables. El linaje de Pedro y Pablo,
San Patricio y San Francisco de Asís puede remontarse a una mujerzuela
que se sintió tan sobrecogida por Cristo
que tuvo que hablar.
Otro Pelícano fumigado para siempre. ¿Por qué?
No sólo por lo que hizo Jesús, aunque fue algo grandioso.
Sino porque ella se lo permitió. Ella lo invitó a subir a bordo.
Ella le permitió darle su amor. Le permitió que cambiara su cargamento.
Él se la encontró llena de basura y la dejó llena de gracia.
Ella y Zaqueo y el apóstol Pablo y la mujer de Capernaum y millones de otros,
lo invitaron a la bodega de sus corazones.
Ella no tenía que hacerlo.
Ellos no tenían que hacerlo.
Tú tampoco tienes que hacerlo.
Esta es la verdad.
Te puedes quedar con tus largas listas y tu cargamento maloliente.
E ir a la deriva de puerto en puerto.
Pero ¿por qué harías eso? Deja que el Pelícano se quede con los mares profundos.
Tu capitán tiene planes mejores para ti.


Fuente: Max Lucado «Un amor que puedes compartir»


Comentarios

Una respuesta a «*** Un corazón lleno de Heridas ***»

  1. Avatar de Francys
    Francys

    Me encanta cada uno de los devocionales, muchas gracias por este compartir y hacer la obra del Señor.

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