¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? – Santiago 4:1.
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La aspiración de muchos es construir un mundo mejor. Un jefe de Estado decía que este era el objetivo de toda su acción. Ese deseo prueba que el mundo actual no nos satisface. A lo largo de la historia de la humanidad, hombres con buenas intenciones han intentado resolver los problemas de nuestro mundo. Pero la guerra y la miseria no han sido erradicadas, y la contaminación amenaza el medio ambiente. Las políticas se siguen unas tras otras, pero no van a la raíz de las dificultades.
Un médico no puede curar una enfermedad sin haberla identificado. Por lo tanto es necesario hacer un buen diagnóstico. La Biblia habla claramente de ello y no acusa a la sociedad. No, la fuente del mal está en el corazón del hombre, el cual es engañoso y perverso (Jeremías 17:9). Entonces Dios propone una solución. Jesús vino a la tierra para liberarnos del pecado, raíz de todos los males. Pero nuestra historia muestra que el diagnóstico divino y su remedio a menudo son rechazados.
Sin embargo, el mensaje del Evangelio se dirige a todos, y cada uno es responsable de escuchar y creer. “El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14). “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado” (Juan 3:18). Cristo “vino y anunció las buenas nuevas de paz” (Efesios 2:17).
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