Un tiempo por el Desierto

Hablar de desierto es recordar el sufrimiento, la soledad, la debilidad y la falta de todo. Pero el desierto es también lugar de purificación, de aprendizaje, de amor que sufre, mas espera y así madura. Es el lugar de los grandes silencios, en donde a veces se oye más claramente la voz de Dios y se puede reflexionar mejor sobre lo que él dice.

También es símbolo de lo que es pasajero, pues obliga a caminar, a renunciar, conservando viva la fe. Y, sobre todo, es lugar de la experiencia de Dios

Dios no evita que los creyentes tengan circunstancias difíciles, sino que pone a prueba tanto al justo como al malvado. Para algunos, las pruebas de Dios se vuelven como fuego que refina, mientras que para otros, se vuelven un incinerador para destrucción. No haga caso omiso de las pruebas y los retos que surjan en su paso por la vida.

Es durante los momentos de pruebas, tentaciones que nos sentimos más solos u oprimidos cuando más necesitamos orar, y hablarle a Dios. Anhela oír Dios y todo lo que consigue es oír sólo un gran silencio!. En otro momento sólo balbuceaba el nombre de Dios, y su presencia inmediatamente se manifestaba. Pero, ahora, en el desierto grita:

«Dios!….. Dónde estás?»

Quédese sabiendo, sin embargo, que no está solo, pero en buena compañía. Tiene la compañía de José… José, el preferido del papá… José, con sueños de liderazgo y conquistas. José, aún joven, echado en una cisterna y después vendido como esclavo por sus hermanos. José, echado en la fétida prisión de Faraón…También está sentado al lado de Job… el hombre descrito por las Escrituras como «el mayor de todos los del Oriente» (Job 1:3). Que perdió todo: bienes, hijos, salud y el apoyo de la esposa. Usted anda por donde anduvo Moisés…

Pero, el más importante es que estará acompañado del Hijo de Dios, Jesús, que después de recibir del Padre el testimonio de que era su Hijo, después de recibir el Espíritu Santo, fue para el desierto enfrentar las fuerzas de las tinieblas. La lista de viajantes del desierto es extensa, pues el desierto es el lugar por donde pasa todo hijo de Dios.

Nos gustaría evitarlo; buscamos un atajo o desvío, pero ellos no existen. La ruta de la tierra prometida pasa, ineludiblemente, por el desierto, y la tierra no podrá ser conquistada si no el atravesáramos. Si quisiéramos entrar en la tierra prometida, necesitamos entender el tiempo en que vivimos.

Conociendo los tiempos

De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer….(1 Cr 12:32).

Por qué conozcan el tiempo de Dios, los hijos de Isacar sabían lo que debían hacer, el paso a continuación.

Aquellos que entienden los tiempos y las épocas del Espíritu de Dios por descontado conocerán lo que Dios quiere hacer, y le obedecerán. Por otro lado, aquellos que desconocen los tiempos y las épocas de Dios, no sabrán lo que Dios está intentando realizar en la vida de ellos y, consecuentemente, no actuarán correctamente.

Jesús habla de ese tema:

Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo? (Lucas 12:54-56).

Usted sabe que el agricultor no cosecha en la época del plantío. Es obvio que él tiene que sembrar en la época del cultivo para poder segar en la época de la siega. El cultivo en la época correcta es crucial para obtenerse una buena cosecha. Si el agricultor plantar antes o después del tiempo, no tendrá una buena cosecha, pues las semillas lanzadas en la tierra necesitan adecuarse al suelo y al clima para que se desarrollen.

La humedad y el calor, la helada y el frío vendrán antes de la época de la cosecha. Para usufructuar todo lo que el Creador coloca a su disponer, el agricultor necesita entender los tiempos y las épocas. Él sabe la hora de sembrar, cuando arar y el momento correcto.

Esto aún acontece con La Iglesia: estamos preparándonos para una gran cosecha, y para que recibamos los beneficios de los cuidados de nuestro Supremo Agricultor, Jesús, tenemos que conocer los tiempos y las épocas. Queremos cosechar, pero la época de la siega no llegó; el agricultor aún está limpiando la tierra y podando los ramos.

Jesús reprendió los judíos por que buscaban las cosas erradas en la hora errada. La Escritura dice:

«Todo tiene su tiempo determinado, y hay tiempo para todo propósito bajo el cielo» (Ec 3:1).

Nuestro objetivo es compartir la comprensión de que existe un tiempo especial, con un propósito crucial… en que vivimos en tiempos de desierto, en que trabajamos duro y podamos las plantas, para que los frutos se puedan dar. El propósito del desierto en la vida del creyente es el de prepararlo para algo importante que vendrá.

El desierto tiene su lado bueno, especialmente para aquellos que obedecen Dios!

Hay un propósito con el desierto: entrenarnos y prepararnos para un nuevo mover de Espírito Santo. Si esa verdad no estuviere impregnada en nosotros, cuando entremos en el desierto, podremos comportarnos indebidamente.

Sin percibir, las personas comienzan a hacer cosas erradas. Si usted es tentado en hallar una ruta de escape antes de percibir la razón de Dios el haber colocado en aquella situación, es decir, el porqué del desierto en su vida, usted podrá quedarse durante largo tiempo en los lugares yermos. El resultado es que usted pasará a enfrentar dificultades, frustraciones y derrotas, a menos que entienda que fue Dios quién lo llevó al desierto y que él es quien está cuidando de usted. Fue esto lo que aconteció con el pueblo de Israel.

Por qué no entendían la razón de que sean llevados hacia el desierto, toda una generación murió antes de entrar en la tierra prometida. Dios quería probarlos, prepararlos y entrenarlos en el desierto, pero el pueblo no entendió de esa manera, creyendo que Dios los estaba probando. Por eso el pueblo murmuró, reclamó y constantemente pecó.

Cuando llegó el momento de que dejaran el desierto, entrando definitivamente en la tierra prometida, dieron oídos al informe de los espías miedosos. Llevados a escoger entre las promesas de Dios a su favor, acompañadas de la capacitación divina, y la visión humana, acompañada de la incapacidad humana, escogieron la última, despreciando al propio Dios. Creían que no podrían heredar la tierra que manaba leche y miel, como Dios había prometido, por eso Dios les dijo: «Voy a dar lo que vosotros merecen». Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. (1 Co 10:11).

Actuaron erróneamente por que desconocían la naturaleza y el carácter de Dios. Y lo que parecía ser una jornada corta en el desierto, se prolongó por «toda la vida«. Aquellos que saben que para entrar en la tierra prometida necesitan atravesar el desierto, enfrentan las dificultades con alegría, sabiendo que, más además de ese lugar seco e inhóspito, la «tierra prometida» los aguarda. Esa visión de la gloria futura los capacita a terminar la jornada, les da coraje para enfrentar los obstáculos, a fin de que sean «perfectos y íntegros, en nada deficientes» (Santiago 1:4).

Dios está preparando vasos útiles para su servicio, aptos que reciban el nuevo mover de Espíritu Santo.

El desierto no es lugar de reprobación

Trataremos de lo que es y lo que no es el desierto. Hablaremos del propósito, beneficios y juicios que de ahí advienen. Oro a Dios a fin de que los ejemplos, ilustraciones y las palabras instructivas que el Espíritu Santo me llevó a compartir con usted lo ayuden a caminar sabiamente en esta tierra, durante el tiempo de desierto por el cual usted tendrá que pasar.

Tomemos como ejemplo a nuestro Señor Jesús, que enfrentó con éxito los días de su entrenamiento en el desierto. En Lucas 3:22, Espíritu Santo desciende sobre Jesús en la forma visible de una paloma, y se oye el Padre proclamando:

«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

Él no sólo proclamó para que todos supieran que Jesús era su Hijo; Dios insistió en anunciar que tenía placer en él. Aun así, en Lucas 4:1, «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordan y fue guiado por el mismo Espíritu, en el desierto«.

Sólo ese hecho debería acordarnos que la razón de que seamos llevados hacia el desierto no es porque fuimos desaprobados o porque estamos siendo probados por Dios.

Jesús fue aprobado por Dios y llevado al desierto! Necesitamos dejar eso bien claro inmediatamente en el inicio de este libro. Ese es un asunto que necesita ser comprendido antes de que prosigamos adelante! Otro punto que tiene que ser entendido es que Dios no trajo usted para el desierto dejándolo solo y haciéndolo blanco fácil para la acción de Satanás. La segunda generación de los hijos de Israel que vivió en el desierto recibió de Dios la siguiente promesa:

«Acuérdate de todo el camino por lo cual el Señor, tu Dios, te guió en el desierto estos cuarenta años…» (Dt 8:2).

Entienda bien: el Señor no para de actuar en nuestra vida sólo porque estamos en el desierto. Él nos conduce por él, y sin él nunca llegaríamos al otro lado! Además, el desierto no es un lugar donde somos dejados, «como en una estantería«, hasta que él vuelva usar. No es así que Dios actúa con nosotros.

Al contrario, el desierto es un periodo de tiempo en el cual él actúa en nosotros constantemente. Usted conoce la expresión «no se ve la flor a través de los árboles«? De la misma forma se da con el desierto: Es difícil ver la mano de Dios actuar en nosotros cuando estamos en él.

El Tercer punto que debe quedarse bien claro es este: el desierto no es lugar de derrota, por lo menos para aquellos que obedecen Dios! Jesús, débil y hambriento, sin nadie a quién recurrir y sin nadie que lo animara; sin ningún consuelo o manifestación sobrenatural, durante cuarenta días, fue atacado por el Diablo en el desierto.

Jesús derrotó el Diablo usando la Palabra de Dios. El desierto no es el lugar de donde los hijos de Dios salen derrotados; es lugar de victoria. Como dice la Escritura: Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús (2 Co 2:14).

Bendiciones…..


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