¿Lo Santo y las Perlas entregarlos a Perros y Cerdos?

No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. (Mat 7:6)

A primera vista, éste es un lenguaje que causa sorpresa oírlo en los labios de Jesús, especialmente en el Sermón del Monte, y de hecho, inmediatamente después de su apelación a guardar una conducta fraternal constructiva.

Pero Jesús siempre llamó al pan, pan y al vino, vino. Su franqueza lo llevó a llamar a Herodes Antipas «esa zorra» ya los escribas y fariseos hipócritas

«sepulcros blanqueados» y «generación de víboras»

Aquí afirma que hay ciertos seres humanos que actúan como animales, y pueden por tanto ser designados con exactitud «perros» y «cerdos».

El contexto confiere un equilibrio saludable. Si bien no debemos ser «jueces» de otros, hallar falta en ellos en forma hipócrita, condenatoria o censuradora, tampoco debemos Ignorar sus faltas y fingir que todo sigue igual.

Ambos extremos deben evitarse. Los santos no son jueces, pero «los santos no son tontos» tampoco.»

Si primero quitamos la viga de nuestro ojo y así vemos con claridad para quitar la paja del ojo de nuestro hermano, él (si es verdadero hermano en el Señor) apreciará nuestra intervención. Pero no todos se muestran agradecidos por la crítica y la corrección.

Según el libro de Proverbios, ésta es una de las distinciones obvias entre el hombre sabio y el necio:

«No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca;

Corrige al sabio, y te amará«.( Pro 9:8 )

¿Quiénes son entonces estos «perros» y «cerdos»?

Al darles estos nombres, Jesús está indicando no sólo que son más animales que humanos, sino que son también animales con hábitos asquerosos.

“Perros” y “cerdos” eran los dos animales más repugnantes e inmundos para los judíos. Los judíos usaban estos términos para referirse generalmente a los gentiles. Sin embargo, es casi seguro que Jesús tenía en mente una aplicación más general: todo incrédulo que no quiere, o que no tiene capacidad para apreciar valores espirituales.

Los “perros” y “cerdos”, al ver “lo santo” y “las perlas” que se les echan, pensando que es algo para satisfacer su apetito y al comprobar que no lo es, de furia puedan atacar al que quería alimentarlos.

Los perros que tenía en mente no eran los perros falderos bien educados de una casa elegante, sino los perros callejeros, vagabundos y ordinarios, que escarban los basureros de la ciudad en busca de alimento.

Y los cerdos eran animales inmundos para los judíos, sin mencionar su amor por el fango. El apóstol Pedro se iba a referir a ellos más tarde, uniendo dos proverbios:

«El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno»

(2Pe 2:22)

La referencia es cuando menos al hecho de que los no creyentes, cuya naturaleza no ha sido renovada, poseen vida física o animal, pero no vida espiritual o eterna.

Recordemos también que los judíos llamaban a los gentiles «perros» intrusos.

Pero los cristianos ciertamente no consideran a los no cristianos de esta manera contenciosa. Por eso tenemos que penetrar más profundamente en lo que Jesús quería decir.

Su mandato es que no deberíamos darlo santo a los perros ni echar nuestras perlas delante de los cerdos.

La imagen es clara. El judío nunca daría alimento «santo» (tal vez alimento ofrecido previamente en sacrificio) a perros inmundos. Ni siquiera soñaría con echarles perlas a los cerdos.

No sólo eran también inmundos, sino que probablemente confundirían las perlas con nueces o guisantes, tratarían de comerlas y entonces -al encontrarlos incomibles- las pisotearían e incluso agredirían al que se las dio.

Pero si la imagen o parábola es clara:

¿Cuál es su significado?

¿Qué es lo “Santo’: y qué son las «Perlas»?

Algunos de los primeros cristianos pensaban que la referencia era a la Cena del Señor y argüían que a la gente incrédula, no bautizada, no debería admitírsela en la Comunión. Aunque estaban sin duda en lo correcto al enseñar esto, es en extremo dudoso que Jesús tuviera en mente este asunto.

Es mejor encontrar un eslabón con la «Perla de gran precio» de su parábola, que se refiere al reino de Dios» o la salvación y, por extensión, el evangelio.

Sin embargo, no podemos deducir de esto que Jesús nos prohibía predicar el evangelio a los incrédulos. Suponer esto pondría el Nuevo Testamento de cabeza e iría en contra de la Gran Comisión (Mateo 28) de «ir y hacer discípulos a todas las naciones’:

Así Pues, los «perros» y los «cerdos» con quienes se nos prohíbe compartir la perla del evangelio no son sólo los no creyentes.

Tienen que ser más bien aquellos que han tenido amplia oportunidad de oír y recibir las buenas nuevas, pero que decididamente aun en forma desafiante las han rechazado.

El hecho es que persistir más allá de cierto punto en ofrecer el evangelio a gente tal es dar ocasión a su rechazo con desprecio, contumacia y hasta blasfemia. Jesús aplicó el mismo principio al ministerio de los doce cuando les dio instrucciones antes de enviarlos en su primera misión.

Les advirtió que en cualquier aldea o casa en la que entraran, aunque algunas personas serían receptivas o «dignas», otras no serían receptivas o serian «indignas». «y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras», continuó, «salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. (Mat 10:11 – 14)

El apóstol Pablo también siguió este principio en su trabajo misionero. En su primera expedición él y Bernabé dijeron a los judíos que «contradijeron» su predicación en Antioquía de Pisidia:

«A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles». Y cuando los judíos incitaron a los líderes de la ciudad a expulsarlos, «Ellos, entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio’?’ (Hch 13:46)

Casi lo mismo sucedió en Corinto, en el segundo viaje misionero.

Cuando los judíos se opusieron y blasfemaron, Pablo, «les dijo, sacudiéndose los vestidos:

Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio desde ahora me iré a los gentiles’.» (Hch 18:6)

Por tercera vez, Pablo reaccionó de la misma manera cuando en Roma los lideres judíos rechazaron el evangelio. «Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta Salvación de Dios; y ellos oirán»,

Confundir la perla preciosa de Dios con una cosa que no es digna y realmente hollarla en el fango? A la vez, abandonar a las personas es un paso muy serio de tomar. Puedo pensar en sólo una o dos ocasiones en mi experiencia en la que he sentido que hacerlo estaba bien.

¿Cuál debe ser la actitud del creyente hacia los demás?

Primero, debemos asegurar que nuestro ojo esté libre de “vigas”, o sea, que nuestra vida esté limpia y correcta. Luego, debemos concentrarnos en las virtudes de otros y aun procurar mirar a través de sus faltas para ver las posibilidades de lo que ellos pueden llegar a ser.

Debemos usar de buen sentido común y santo discernimiento al presentar verdades y testimonios espirituales a otros.

Debemos tomar en cuenta la condición espiritual del público al seleccionar la verdad para presentar, el vocabulario y la manera de presentación. A veces es mejor guardar silencio.

La falta de un buen sentido común frecuentemente pone en ridículo el evangelio y hace mucho daño a la causa de Cristo. Tal falta se ve a menudo en programas radiales y de televisión, reuniones al aire libre y en el evangelismo personal.

Esta enseñanza de Jesús es solamente para situaciones excepcionales; nuestro deber cristiano normal es ser pacientes y perseverar con otros, de la manera en que Dios ha perseverado pacientemente con nosotros.

Dios les bendiga…..


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