En medio de mi lucha con la gripe me recordé que una vez dije que escribiría sobre mi experiencia paterna de los primeros días. No lo hice, quizás en dos o tres ocasiones. Las razones:
1- Nunca nos trasnochamos, salvo en estos dos últimos días donde Benjamín está aprendiendo a dormir sólo en su cuarto.
2- Nunca he sentido a «mayor profundidad» el amor de Dios a través de ser padre.
3- La experiencia paterna ha sido única, pero todavía no creo que tenga nada de lo que no se haya escrito antes.
De Benjamín si he aprendido muchas cosas: como a contemplar todo como si fuese nuevo cada vez que lo vea y disfrutarlo, o a mirar con ojos de confusión la vida y luego pensar en lo avistado, a reírme un poco más, a no tomarme todo tan en serio. Otras cosas las he observado para no hacerlas (como tirarme pedos delante de la gente, a veces lo hago pero nadie se da cuenta… creo), pero observar a mi hijo me ayuda a ver cómo yo debería ser y cómo fui antes de que la humanidad violara mi integridad.
Los niños no pueden ocultar lo que sienten, capacidad que hemos adquirido en la vida y de la que nos enorgullecemos como adultos, y su cara refleja exactamente lo que les pasa dentro. Así que aprovecharé que hasta ahora mi hijo no puede ser hipócrita conmigo.
Deja una respuesta