Y, en nuestro afán de tomar partidos o ser parte de un equipo o ponernos una etiqueta o sumarnos (o que nos sume, ¿no?) a un estereotipo, encontramos que el equipo, etiqueta, estereotipo o partido del cada uno es mejor que el del otro. En lo que encuentro algo interesante en las líneas cristianas: para los liberales y los del medio (los que se supone no son liberales ni conservadores ni fundamentalistas ni…) los conservadores son el mismo engendro del diablo, una especie de mutante, un cruce entre un fariseo y el reflejo de tu peor profesor de matemáticas, ¡Dios no puede amar gente así! Y bueno, para los conservadores también: los liberales son el mismo engendro del diablo, una especie de mutante o… algo salido de alguna parte pero sin ninguna conexión con el cielo o con Dios, errados en toda verdad, ¡Dios no puede amar gente así! ¿Qué pasa con los del medio? Para los conservadores o liberales, los del medio no son nada, no se definen, así que no vale la pena discutir sobre el asunto.
¿Dios… no…? O sea, ¿ahora somos nosotros y nuestro partido o equipo o etiqueta quienes definen a quién ama o no… Dios? ¡Por favor! Mira, no soy muy amante de los fundamentalistas o conservadores, por ahí dicen una u otra cosa de mi, pero: Dios los ama. Podría sacar una que otra cosa de gente que es liberal, pero la «verdad aguada» no me cae bien, impidiendo que me identifique bien con ellos, aún así prefiero creer que Dios los ama a que Dios los odia. ¿Soy del medio? ¡No! Así que no vale la pena ni mencionarlo, pero a veces es mejor estar a un lado, mientras un lado le tira piedra al otro, y escuchar desde lo alto a Dios que dice: «A pesar de eso ¡los amo!»
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
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