• Todos los dioses de los pueblos son ídolos; pero el Señor hizo los cielos. – Salmo 96:5.
• Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. – Romanos 1:22-23.
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Desde el comienzo de la humanidad, Dios se dio a conocer a los hombres como creador de todo, y les habló. Pero el pecado oscureció su inteligencia, entonces fabricaron divinidades. Desde los más ordinarios hasta los más refinados, a menudo los ídolos han tenido forma humana.
Incluso sin regresar a prácticas paganas, sin tallar madera o piedra, uno puede hacerse una idea de Dios muy humana. Algunos imaginan que Dios puede tener las mismas debilidades que ellos y que tolera el mal. Esto es hacerse un Dios a su imagen. Actuando así nos equivocamos totalmente respecto al Dios ante quien un día todos tendremos que presentarnos. La imaginación de los hombres no puede cambiar a Dios, quien declara: “Yo (soy el) mismo… Yo soy Dios, y no hay otro” (Isaías 46:4, 9).
Dios se reveló en la persona de Jesucristo, quien vino a la tierra. Éste nos mostró claramente quién es Dios y, en especial, cuáles son sus planes para el hombre. Si por una parte Dios es intransigente respecto al pecado, por otra parte ama a los pecadores y les ofrece un Salvador. Aquel que reconoce sus pecados y acepta que éstos fueron juzgados en la santa persona de Jesucristo está definitivamente a cubierto de toda condenación. ¡Tal es el gran Dios de amor, un “Dios justo y Salvador”! (Isaías 45:21).
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