EJEMPLO LES HE DADO…

Estas palabras no son mías. Son de Jesús. Pero sí es mía la decisión de obedecerlas y hacerlas realidad en mi conducta. Lo malo es que, aunque Jesús las haya dicho, a muchos de nosotros no nos parece seguir el ejemplo que nos dio el Maestro… Por ejemplo: No nos gusta poner la otra mejilla cuando alguien nos maldice. No nos gusta quedarnos callados cuando alguien dice algo que nos disgusta. No queremos sentirnos humillados -según nosotros-, cuando otros nos imponen cargas que desean que llevemos. No nos gusta que nos critiquen. Nos amamos tanto que nos creemos perfectos y brincamos a la primera oportunidad que tenemos… No nos agrada aceptar a los demás como son, pero queremos que nos acepten a nosotros. Buscamos y buscamos la iglesia perfecta, aunque sabemos que no existe sino solo en nuestra mente. Si el pastor hace cosas que rompen mi rutina, ese pastor ya no es ungido. Es del diablo. Algo le pasa. Todo su atractivo que antes veía en él se pierde por una acción que no me agrada. Si alguien no me cae bien, el problema es su sangre, que es pesada, el problema no soy yo… Se supone que yo soy un angelito… Jesús nos dejó el ejemplo a seguir. Ningún hombre puede ser la palabra final para que sigamos sus huellas… Podemos imitarlos, eso dice Pablo, pero en cuanto ellos imitan al Maestro. Cuando un líder no se ajusta a los patrones que dejó Jesús, debo admitir que ese hombre es como yo: imperfecto, bajo tratamiento, lleno de cosas tan humanas como las mías… Pero lo que hacemos es desecharlo. Dejamos de recibir sus enseñanzas que pueden ser buenas, dejamos de ver su vida privada que puede ser buena, dejamos de cobijarnos bajo su ministerio que puede ser de bendición… pero lo que más pesa es un pequeño pelo en la sopa… El hermano Cash Luna dijo algo muy certero. Cito sus palabras: «todos me critican porque pongo los dedos de mi mano en cierta forma, y me llaman hijo de Satanás. Pero lo que no ven es que soy hombre de una sola mujer. No ven la unción que Dios ha puesto sobre mi. No ven las obras de caridad que hacemos. No ven las sanidades que fluyen a través de nuestro trabajo». ¿No le parece que fue lo mismo que hicieron con Jesús? Su enseñanza era perfecta. Su Vida era perfecta. Su caminar era perfecto. Su carácter era perfecto. Pero un día dijo que el que no bebiera su Sangre y comiera su Carne no era digno de Él… Solo eso bastó para que se fueran muchos de su congregación. Y Pedro estuvo tan asustado porque se estaban quedando sin gente que se lo dijo al Maestro. Fue cuando mi querido Maestro le dijo lo que se merecía… ¿No quieren irse ustedes también?. Pareciera que aquellos tiempos se repiten en la actualidad. Pareciera que los oyentes que hay en muchas iglesias quieren que la Palabra de Dios les diga lo que ellos quieren escuchar y no lo que Dios quiere decir. Somos tan egocéntricos que no aceptamos que Dios hable… somos nosotros los que queremos poner las reglas del juego. Somos tan niños que queremos poner el menú que nos deben servir. No queremos escuchar la instrucción, queremos entretención… Hemos ido tanto a McDonald’s a pedir nuestros gustos que cuando vamos a la Iglesia queremos pedir lo que nos gusta, aunque no nos alimente ni nos nutra… ¿Cómo se sentiría Jesús cuando la gente lo empezó a abandonar a causa de sus Palabras? ¿Por qué no lo abandonaron cuando les dio pan para llenarse el estómago? ¿Por qué no lo abandonaban cuando los sanaba? Creo que debemos empezar a revisar nuestras prioridades. Debemos revisar el ejemplo de quién estamos siguiendo. Si el de nuestros amigos, el de nuestros compañeros de iglesia o el de Jesús… Si Él ya nos dejó el ejemplo de humildad y sencillez de espíritu, sigámoslo, es fácil y ganaremos mucho…

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