El Censo.

CensoTú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos.Salmo 139:2.

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Hoy recibí el impreso para el nuevo censo. Cuando todos los ciudadanos hayan llenado el cuestionario, el gobierno podrá efectuar el análisis y elaborar estadísticas, no sólo para poder publicar cuántas personas somos en nuestro país, sino también para adaptar los servicios públicos a los cambios demográficos.

La autoridad suprema, nuestro Dios, también lleva muy bien las cuentas. Lo hizo en otro tiempo con su pueblo terrenal (Números 1), contando detalladamente cada tribu de Israel. Para formar parte de ese pueblo, cada persona debía declarar su filiación. Hoy, en el tiempo de la gracia, a todos los que han recibido a Jesús se les ha dado la “potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Esos hijos, en conjunto, constituyen el pueblo de Dios. Sus nombres están inscritos en el “libro de la vida” (Filipenses 4:3), de donde nunca serán borrados. Día tras día Dios anota cuidadosamente todo lo que tiene que ver con ellos. “¿No ve él mis caminos, y cuenta todos mis pasos?” (Job 31:4). Incluso los cabellos de nuestra cabeza están todos contados (Lucas 12:7).

Pero Dios también registra íntegramente la vida de todos. Y los que no hayan creído se encontrarán un día ante él. Éstos serán juzgados y condenados según sus obras, ya que sus nombres no se hallarán inscritos en el libro de la vida (Apocalipsis 20:12, 15). Ahora, acudiendo a Jesús por la fe, aún es tiempo para obtener gratuitamente su inscripción definitiva en ese Libro.


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