GÉNESIS PARTE I/EL PRÓLOGO/CAPÍTULO 8

Aunque las intenciones del ser humanos son perversas desde su juventud, nunca más volveré a maldecir la tierra por su culpa. Jamás volveré a destruir a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo. Mientras el mundo exista no han de faltar siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche.

El diluvio podría ser considerado un acto de justicia divina. El ser humano acumuló maldad tras maldad y, como consecuencia, se hizo merecedor del castigo de Dios por haber quebrantado sus leyes. Podemos afirmar que es justo que quien rompe la ley pague por ello.

Lo que estos versículos reflejan es la otra cara de la moneda, la gracia escandalosa de Dios hacia el ser humano. Reflejan el deseo del Señor de tratarnos no como merecemos -se sigue reconociendo la intención malvada del ser humano- sino con amor, compasión y misericordia precisamente a pesar de que en ningún modo lo merecemos, en absoluto.

Este pasaje habla de que no somos destruidos nuevamente -a pesar de haber ido acumulando como género humano motivo tras motivo- por la pura gracia y misericordia del Señor. Esto hace eco de las palabras de Jeremías en el libro de Lamentaciones, por la bondad del Señor no hemos sido consumidos.

Este pasaje nos demuestra una constante histórica, a saber, la gracia del Señor manifestándose una y otra vez en medio de nuestra maldad.

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