Incertidumbre

Hacía mucho que no me encontraba de nuevo en esta encrucijada; en ese momento de vida en que no sabes bien a dónde vas. Por lo menos ahora sé con quién voy: con mi esposo y mi hijo (que aún está en mi vientre). Pero la incertidumbre sigue causando sus estragos.

¿Cuándo será? ¿Cómo será? ¿A dónde será?

Analizo mi actitud y concluyo en algunos detalles. Como siempre sucede, uno se aferra a lo conocido. No nos gusta el cambio, porque además de amenazante, provoca estrés.

Uno se aferra a las personas, a las cosas y a las rutinas. Pero al único a quien me debo aferrar es a Dios. Él no cambia; todo lo demás debajo del sol, sí. Bien lo dijo el Predicador: todo tiene su tiempo, pero lo único que se maneja bajo el término de eternidad es la Biblia y el alma humana. El resto, trae un sello de “temporal”.

Así que mientras navegamos como familia en este tiempo de incertidumbre, solo me dejo abrazar por el Piloto de la nave, confiando en que si él está al timón, todo saldrá bien. Le dejo a él los cuándos, los dóndes y los cómos. Me quedo con su promesa de que Él estará conmigo todos los días hasta el fin del mundo.

Y seguimos navegando…


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