La garantia de la salvacion eterna

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En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14).

¿Qué es una garantía?

De manera general podemos decir que se trata de un medio o procedimiento que se utiliza para asegurar algo, hay mucha diversidad de garantía en una negociación tanto del comprador como del vendedor según sea el caso.

En un préstamo la garantía la otorga el que recibe y no el que entrega, y si no hay garantía, no hay negocio. Cuán profundo es el amor de Dios que no nos presta la salvación sino que nos la regala sin exigirnos garantía, sino por el contrario, él nos otorga una garantía de la calidad de lo que nos esta dando.

No es tan solo el hecho de decir que “soy salvo”, sino que es preciso tener en mi algo que avale lo que estoy señalando.

Para que se produzca la salvación, la persona pasa por un proceso tal y como nos lo presenta el verso trece: primero escucha la predicación y segundo cree en Jesús. Cuando esto sucede, en el acto es sellado con el Espíritu Santo de la promesa; para que una garantía tenga validez debe estar sellada.

Como si fuera una transfusión el amor de Dios llenó nuestros corazones por el Espíritu Santo que ya nos fue dado: “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).

Mientras Jesús hablaba con la mujer samaritana le explicó algo bastante interesante, acerca de una agua viva: “Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14).

Mas adelante y en el mismo libro Jesús señaló con toda claridad cual era esa agua viva: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39).

No existe ninguna otra señal o garantía posible de que alguien es salvo a no ser la presencia del Espíritu Santo, esta es una verdad clara y fundamental expresada en Romanos 8: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (verso 9), continúa diciendo: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (verso 14); y concluye señalando que: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (verso 16).

El verso catorce señalado al inicio nos dice que el Espíritu Santo es las arras (garantía) de nuestra herencia, hasta que llegue el momento de nuestra redención, no existe en todo el Nuevo Testamento una sola alusión a la posibilidad que alguien pierda al Espíritu Santo.

Existe confusión entre la salvación y el gozo de la misma, una cosa es amar a alguien y otra es estarlo abrazando todo el día. El gozo de la salvación se puede perder y esto puede confundirse con la salvación misma (Salmos 51:11-12).
“No me eches de delante de ti. Y no quites de mí tu santo Espíritu.
Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.”

En el antiguo pacto Dios quitaba el Espíritu Santo inmediatamente la persona pecaba, por eso no era permanente; en el nuevo pacto el Espíritu no es quitado sino contristado: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). Es tan solo por el sacrificio de Jesús que hoy el Espíritu santo esta permanente con nosotros: “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré, y añade:
Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones
” (Hebreos 10:14-17).

Esta es la razón por la cual decimos junto con el apóstol Pablo, que nada nos podrá separar del amor de Cristo (Romanos 8:35). Cuando llegue el momento final de nuestra redención allí estará el Espíritu santo, si estamos con vida estará en nuestro cuerpo y si hemos dormido estará en la conservación de nuestra alma, él es el que nos inmortalizará: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11).


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