No, no extraño la ciudad de México, o tal vez sí.
No extraño el tráfico ni los baches en el pavimento. No extraño la rutina, las prisas y la velocidad del tiempo. No extraño las distancias, ni el saber que para ir de un lado al otro debes planear con anticipación tu horario. No extraño las filas en todas partes, ni el dar propina en cada estacionamiento. No extraño las plazas comerciales, ni tampoco los cines.
Extraño los teatros y los conciertos. Extraño el mercado del viernes que se ponía cerca de mi casa. Extraño que en cada esquina podías comer algo, o comprar unos chicles. Extraño a la familia y a los amigos. Extraño los museos y las librerías.
Así es la vida, extrañas y no extrañas, cambios como en una Montaña Rusa, pero no pasa nada. Hoy extraño y no, el DF. Mañana extrañaré y no, Querétaro. Supongo que la vida es una sinfonía de añoranza.
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