NÚMEROS PARTE I/ LA GENERACIÓN DEL DESIERTO/ CAPÍTULO 7

Que cada día un jefe presente su ofrenda para la dedicación del altar.

Este capítulo narra un acontecimiento muy importante, único y puntual en la vida del pueblo de Israel en el desierto, la consagración del altar de los sacrificios. 

Como siempre para mí el reto es ¿Cómo hago la transferencia de ese principio a mi vida cotidiana a principios del siglo XXI? Dos cosas resaltan y han capturado mi atención.

La primera es la idea de presentar la ofrenda. Pensaba en la idea de la vida como una ofrenda y, consecuentemente, todo lo que en ella está comprendida. Vivir el tiempo, las relaciones, el trabajo, los estudios, el ocio como algo que de forma consciente e intencional presento al Señor. No vivir la vida de forma mecánica, sin sentido, arrastrados por la vorágine de los tiempos o la inercia de las rutinas.

La segunda es la idea de cada día. Pensaba en comenzar, diariamente, presentando las veinticuatro horas que tendré por delante como una ofrenda única y singular al Señor. Vivir ese corto periodo de tiempo no plena conciencia, con total intencionalidad. Hacer que ese día sea especial porque todo lo que hice o deje de hacer tenía como propósito ser una ofrenda al Señor.

¿Difícil? ¡Sin duda! Pero no imposible. Difícil es aprender un idioma, tocar un instrumento, dominar un programa de computadora, manejar con destreza una máquina, escribir y un largo etcétera. Son procesos que se aprenden, que se incorporan, que se automatizan en nuestra vida ¿Quién nos ha dicho que los procesos espirituales han de ser espontáneos y sin esfuerzo? ¿Quién nos enseñó esa mentira?

Y tú ¿Cómo quieres vivir el día de hoy?

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