Pureza Sexual …. LA MARIONETA QUE QUISO CORTAR SUS HILOS

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Tal vez nunca hayas escuchado su título original, “Storia di un burattino.”  Muy probablemente el nombre de su autor, Carlo Collodi, tampoco te resulte familiar.  No obstante, este cuento para niños, cuyo protagonista es una marioneta de madera (o “burattino” en italiano) , se ha convertido en un clásico universal.  ¿Ya sabes de quién estoy hablando?  Sí, su nombre es Pinocho, la marioneta de madera que soñó con ser niño, con ser el hijo del carpintero que la construyó, llamado Geppetto.

En estos días, me topé nuevamente con esta historia al compartirla con mi Pedrito de cinco años. Pero en esta ocasión, mis ojos la leyeron de forma diferente.  Detalles de las aventuras de Pinocho explotaron en mi mente para hablarme de otros anhelos, de otras luchas, de otras victorias.

Por eso es que hoy te quiero compartir nuevamente la historia de esta marioneta, pero leída con los ojos de un hombre que estuvo esclavizado a la lujuria sexual y que ya no lo está.  Porque la historia de esta marioneta nos habla de un camino de esperanza hacia la libertad.  ¿Me acompañas?  Te invito a que vayamos allá, a ese mundo fantasioso de Pinocho, donde podremos aprender algo de una marioneta, para encarar la realidad del mundo en que vivimos.

Cuenta la historia que un maestro carpintero llamado Geppetto se le ocurrió la idea de construir una marioneta de madera.  El hábil carpintero añoraba construir una marioneta semejante a un niño, ya que nunca tuvo un hijo y  siempre anheló tener uno. Comenzó a buscar el pedazo de madera ideal para construir su marioneta hasta que, un día en el bosque, lo encontró.

Al llevar tal pieza de madera a su casa, comenzó la tarea de tallar su marioneta.  Pronto, Geppetto se dio cuenta que aquel pedazo de madera era muy especial.  Al terminar de tallar sus ojos, ellos comenzaron a mirarlo y a moverse de un lado para el otro.  Al tallar su boca, ésta comenzó a sonreír y hacer muecas. Cuando finalmente talló sus brazos y sus piernas, la marioneta comenzó a moverse, sus manos comenzaron a tocar todas las cosas de la casa y pudo caminar.  Entonces, Geppetto decidió llamarle Pinocho.

Pinocho tenía vida propia, pero seguía siendo una marioneta.  El quería ser como los otros niños, jugar y hacer las cosas que ellos hacían.  Curioso por conocer el mundo de allá afuera, un día Pinocho aprovechó el descuido de Geppetto para escaparse de sus casa.  Allá afuera, Pinocho conoció otra realidad, donde la malicia, la mentira y el egoísmo reinan. Con respecto a la mentira, Pinocho se dio cuenta que al mentir su nariz crecía.  Bien se lo advirtió su amigo, Pepe Grillo, que no debía mentir. Un día, en la escuela, el maestro le hizo varias preguntas y Pinocho comenzó a decir mentiras.  Con cada mentira, su nariz crecía y crecía, al punto de convertirse en una afilada vara que casi no cabía en el salón.  Al entender que todo el mundo se daría cuenta de sus mentiras, decidió decir la verdad.

Un día, Pinocho se topó con un teatro de títeres donde podría trabajar y tener un papel principal.  En medio de este mundo de marionetas, el tener vida propia le daría una posición y prestigio que ningún otro de los títeres podría tener.  Así, Pinocho entró a este mundo de marionetas hasta que se dio cuenta que su lugar era al lado de Geppetto.  ¿Cómo ocurrió? Luego de muchas aventuras en la calle, Pinocho escuchó la voz de su amigo Pepe Grillo, quien le dijo que debía regresar a la casa de Geppetto.  Pero cuando regresó, Geppetto, se había ido a buscar a Pinocho.  Mientras buscaba a Pinocho navegando por el mar, una gran pez destruyó la embarcación de Geppetto y se lo tragó. Hasta allá Pinocho fue a buscar a Geppetto, re-econtrándose ambos en las entrañas de ese gran pez.

Luego de varios días, el gran pez los expulsó de su interior.  En medio del mar, Pinocho tuvo que ayudar a Geppetto, quien no sabía nadar.  Finalmente, el cansancio venció a Pinocho, quien llegó hasta la costa cargando a Geppetto, pero murió justo en la orilla.  No obstante, Pinocho revivió y, por su entrega y valentía, el sueño que siempre había tenido se hizo realidad:  Se convirtió en un niño de verdad.  Ahora sería hijo de Geppetto y aquel carpintero también tendría a su hijo anhelado.

Al leer nuevamente esta historia, Dios me habló.  ¿Acaso no es ésta también mi historia?  Porque durante media vida, me conformé con caminar sin entender el llamado de Dios, el llamado de mi Creador, la razón por la cual Él me había creado.  Él no me creó para ser una marioneta dominada por los hilos del sexo esclavizante; El no me creó para que el sexo dictara la manera en que habría de actuar y vivir.  Dios no me creó para la esclavitud de los hilos del pecado.

El no me creó para que los hilos de la lujuria sexual dominaran mis decisiones y me convirtieran en un títere sin voluntad. Dios me creó porque anhelaba establecer conmigo una relación de Padre y de hijo.  Él me puso nombre y me dio identidad; me vistió y me alimentó.  Dios me creó para disfrutar de una libertad que no me esclavizara con malas decisiones. Tuve que revolcarme en el lodo del pecado, sentirme despreciado por todos y por mí mismo; tuve que sentirme solo en mi inmundicia para poder entender que sin Dios, sin mi Padre, no soy nada, ni sirvo para nada, excepto para caerme y seguirme cayendo en ese lodazal que tanto desprecio con mi espíritu y tanto me gusta con mi carne. Y mientras me alejé de mi Padre para probar todo lo prohibido de la calle, Él seguiría buscándome, tratando de alcanzarme con su obstinado Amor, añorando estar conmigo.

Pero la lujuria sexual se me presentó cautivante en medio de un mundo que llama libertad a todo lo opuesto: aquello que nos aprisiona y nos enreda entre los hilos de un sexo anestesiante, que nos convirtió en marionetas sin control.  En medio de ese mundo allá afuera, de ese teatro de títeres, me convertí en una marioneta “exitosa”.  A pesar de mi atadura, logros profesionales y materiales llegaron a mi vida.  La gente en las gradas me aplaudía, me felicitaba, porque había aprendido a ser un buen actor en aquel teatro de falsedades.  Todos estos logros serían pasajeros, porque la lujuria sexual acabaría robándomelo todo. Aprendí a fingir en aquel teatro de títeres en donde me movía artificialmente.  Allí, junto a tantos otros seres convertidos como yo, en marionetas, viví una vida llena de mentiras y apariencias.

Entonces, un día me di cuenta que la mentira te deforma.  Me di cuenta que, tarde o temprano, la mentira se conoce y se te marca en la cara, como una gran verruga que nadie puede esconder.  Así como Pinocho, mis mentiras me delataban.  Y cuando la máscara de mis mentiras se cayó, todo el mundo lo supo; todo el mundo vio que mis mentiras eran tan pesadas y grandes que desfondaron el saco de apariencias donde las llevaba. Avergonzado ante la gente, con mi falsa vida descubierta en un Tribunal que me declaró adúltero, ya no tenía nada que esconder.

Así, un día, la voz de mi consciencia agonizante me recordó, por enésima vez, el calor de la casa de mi Padre, el calor de sus abrazos, el amor de Ese que me creó para que fuera libre, para que fuera hijo. Renovadas mi fuerzas, arranqué los hilos que me mantenían atado y conforme a aquella vida llena de falsedades.  Abandoné el teatro de títeres, con los hilos todavía colgando de mi cuerpo.

Pero regresar a la casa de mi padre y re-encontrame con Él no sería fácil.  Tendría que morir a aquella vida esclavizada de marioneta para poder resucitar a una nueva vida como hijo de Dios.  Así fue que morí. No había de otra. Sólo muriendo a todo lo que me esclavizaba podría renacer a una vida en Dios.  Así fue que morí a aquellos pecados sexuales que me ataron por 30 años, que me robaron todo lo que tenía, excepto el amor que mi Padre siempre tuvo por mí.

Me preguntarás: ¿Cómo lo hiciste?  Y de eso podría escribirte por meses y meses sin terminar la historia. Lo primero que puedo decirte es que tuve que descartar TODO lo que me había funcionado para alcanzar “victoria” y “éxito” en el mundo.  Tuve que morir al orgullo, al egocentrismo que me hizo pensar que mi cerebro siempre me daría la respuesta ganadora.  Tuve que comenzar a escuchar la voz de Dios, cosa que nunca había hecho en mi vida, porque siempre pensé que hablar con Dios era un monólogo mío que sólo incluía un listado de reclamos.

Tuve que cambiar básicamente todo en mi vida:  Mi manera de verme, mi manera de ver a Dios, mi manera de relacionarme con todo el mundo, mi manera de trabajar, mi manera de descansar, mi manera de ver a la lujuria sexual y mi manera de ver mi sexualidad y la sexualidad de mi matrimonio.  También puedo decirte que logré libertad entendiendo que este proceso iba a requerir mucho trabajo, mucho esfuerzo y compromiso.  Atajos, medidas parciales, formulas “mágicas” o esfuerzos mediocres no lograrían libertad para mi vida.

Entonces, cuando estuve dispuesto a trabajar con esta nueva actitud fue que pude renacer a una nueva vida, una vida donde el Amor de Dios arrancó definitivamente y mantuvo cortados los hilos de marioneta que me ataron por tanto tiempo. No puedo decirte que fue fácil.  No puedo decirte que todos los hilos fueron arrancados a la vez. No puedo negarte que de vez en cuando, la melancolía toca a la puerta para recordarme “los viejos tiempos” y para hacerme pensar en aquel teatro de títeres, donde viví media vida aprisionado a la lujuria sexual.

No puedo negarte que de vez en cuando esta carne se levanta para invitarme a dar un paseo mental por las calles de perdición que me esclavizaron.  Pero de algo estoy bien seguro:  La decisión seguirá siendo mía y las consecuencias también.  Hoy, decido no atarme ni enredarme nuevamente con los hilos de la marioneta que fui.  Hoy, los únicos hilos que deseo en mi vida no esclavizan: Son los hilos de Amor del Padre que me soñó, que me creó y que siempre añoró llamarme hijo.

Camina este camino de esperanza conmigo.  Aspira a cambiar tu vida esclavizada de “burattino” y transfórmate en una nueva criatura tallada con Amor por el mejor Carpintero.  Sí, ve a ser hijo del Dios que te creó y que te ama desde siempre.

Aquella inmemorial historia de la marioneta que soñó con ser un niño nos habla claramente.  Si Pinocho cortó aquellos hilos de títere para vivir en libertad, para vivir como hijo de su Creador, tú también puedes hacerlo. ¡Así lo declaro para tu vida!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.

Escucha todos los miércoles a las 10PM (GMT -4:00) nuestro programa radial, “Pureza Radical” por www.restauracion1580am.com  (“Radio Restauración, Tu Frecuencia Sanadora, Llegando a las Naciones”)


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