Pureza Sexual … POSPONER Y DISTANCIAR: DOS ESTRATEGIAS PARA VENCER A LA LUJURIA SEXUAL

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Observando a mi papá en su oficina de abogado, veía que la manera de trabajar los casos no siempre era igual.  Todo dependía del cliente y del contrincante.  En los casos de daños y perjuicios, mi papá siempre representó a la parte demandante, es decir al que se había lesionado y que, por lo general, tenía pocos recursos económicos. Este tipo de caso requería un presupuesto limitado y eficiente, donde el poco dinero que se invertía en el caso salía del bolsillo de mi papá y estaba destinado en gran parte a los “peritos” o expertos que cobraban sus honorarios para emitir sus opiniones y rendir informes en el tribunal.

El caso de daños y perjuicios se llevaba con la mayor rapidez posible, porque, según me decía mi papá, “el tiempo cuesta” y entre más se tardaba este caso en resolverse, más tiempo estaba mi papá sin cobrar un centavo, porque sus honorarios salían de la transacción alcanzada por las partes para evitar el riesgo del juicio, o de la decisión que tomara el juez si había que ver el caso. Por lo tanto, este caso era uno donde el estilo de litigación era de presionar, acelerar y tratar de llegar al final del camino en poco tiempo.

En contraste, los casos criminales eran otra cosa.  En ellos, mi papá siempre cobraba un adelanto de dinero y representaba al acusado que, por lo general, estaba en riesgo de perder su libertad.  El contrincante en los casos criminales era el fiscal –el que acusaba– y quien siempre tenía el peso de docenas de casos a la vez y le interesaba lograr acuerdos rápidos para alivianar su carga de trabajo.  En el caso criminal, me percaté que mi papá llevaba tres velocidades: lento, lentísimo y parado.  No lo podía entender ya que conocía el estilo acelerado y eficiente de los otros casos de daños y perjuicios.

Entonces un día, siendo estudiante de la escuela de leyes en San Juan, le pregunté:  Papi, ¿por qué es que llevas los casos criminales lentamente, buscando las fechas más lejanas, suspendiendo vistas y reuniones, pidiendo prórrogas de tiempo, cuando en los casos de daños y perjuicios, es todo lo contrario? Su contestación me sorprendió:  “Así mismo es…  En los casos criminales necesito que el fiscal se canse con el paso del tiempo y las suspensiones de las vistas.  Entre más tiempo pase, menos interés va a existir del fiscal para ver el caso.  Yo lo voy cansando al postergar las cosas…”

Al reflexionar sobre esta estrategia, puedo ver que nuestra lucha en contra de la lujuria sexual es similar a los litigios criminales que mi padre llevó por cuarenta años.  Por su naturaleza, la lujuria sexual es impulsiva y acelerada.  Al atacarnos, por lo general, la lujuria sexual se hace aliada de la sorpresa, de lo inmediato, de la poca reflexión.  Siendo así, la lujuria sexual querrá luchar contra nosotros bajo esos mismos “términos y condiciones”.  Si nos volcamos a luchar en contra de la lujuria sexual impulsivamente, a tratar de medir fuerzas con ella de inmediato, estaremos accediendo a pelear contra ella en el ritmo donde ella resulta más victoriosa.

¿Qué te puedo recomendar como estrategia para vencer a la lujuria sexual?  Cuando ella venga con sus ataques impulsivos, posterga la lucha; atrásala, deja que ella espere y se desespere por ti.  Por ejemplo, cuando la invitación a acceder pornografía venga y se grabe en tu mente con un dardo de fuego, no comiences un pulseo mental con tal idea. Sencillamente, dile a la lujuria sexual: “Ya mismo te contesto…” Cuando la lujuria sexual vuelva a insistir, repite la misma estrategia: “Más tarde te digo; es que ahora estoy ocupado…”  Ella seguirá insistiendo e insistiendo.  Pero tú responderás lo mismo: “Cuando termine este trabajo, entonces lo voy a considerar…”  ¿Sabes lo que va a pasar?  El dardo de fuego se va a apagar.  El ataque obsesivo va a perder fuerza.  La lujuria sexual, ya debilitada, se va a retirar calladamente.

¿Qué ocurrió?  Le cambiaste el tempo de lucha a la lujuria sexual.  Pospusiste la batalla hasta que el enemigo se cansó de esperar.  Atrasaste el estilo de contienda y la lujuria sexual, siempre tan impulsiva, acabó con su impulsividad desinflada.  ¿Por qué esto ocurre así?  Recuerda que la lujuria sexual trabaja con pensamientos obsesivos que van creciendo y creciendo en nuestra mente a manera de tentaciones, hasta que –poco a poco– erosionan nuestra fuerza de voluntad para resistir la propuesta de caer en el pecado sexual. Cuando nos lanzamos al ruedo de esta guerra mental de pensamientos, lo que hacemos es echarle gasolina al fuego y hacer que estos pensamientos cobren más fuerza y presencia en nosotros. Ignorarlos, postergarlos, atrasarlos lo más posible es la ruta a seguir.

Mediante la estrategia del “más tarde” y del “ahorita te atiendo” Dios me ha permitido derrotar a la lujuria sexual en múltiples ocasiones durante años de pureza.  Aprendí, luego de muchos tropiezos, a luchar en contra de la lujuria sexual bajo mis reglas y no bajo las de ella.  Recuerda que la lujuria sexual se asemeja a una niña malcriada que llora y tiene pataletas porque no accedes a darle el biberón que ella quiere.  Cuando te resistes a complacer sus caprichos como y cuando a ella se le antoja, ocurrirán dos cosas:  Ella se cansará de llorar y se resignará, dándose cuenta que no puede gobernarte.  Así, cada victoria sobre esta impulsiva y acelerada enemiga llamada lujuria sexual, me hace recordar aquella estrategia de mi papá que le ganó casos criminales durante toda su vida de abogado.

La segunda estrategia para derrotar a la lujuria sexual tiene que ver con la distancia que guardamos para batallar contra este contrincante.  Han sido cientos las ocasiones en que puedo pensar que permití demasiada cercanía a la hora de luchar contra las tentaciones de la carne.  Después escucharía mis propios lamentos al preguntarme: ¿Por qué me permití acercarme tanto a la casa de esa persona?  ¿Por qué me puse a pasear en carro por aquellas calles donde están los negocios de sexo que me esclavizaron por tanto tiempo?  ¿Por qué entré a aquella tienda donde sé que venden revistas pornográficas?  ¿Por qué acepté conversar con aquella mujer, cuando no hay nada bueno ni sano que hablar, o recordar con ella?

Todas estas interrogantes tienen la misma respuesta:  El no guardar la distancia me hizo caer en una trampa que pude haber evitado con un poco más de sabiduría y precaución.  Muchas veces es la sobreconfianza; otras veces es la negación y el auto-engaño.  Pero la realidad incuestionable es que raras veces es por ignorancia; raras veces es porque fuimos “sorprendidos en nuestra buena fe”.  La verdad es que no quisimos mirar; no quisimos darnos cuenta de lo obvio:  Si tiene el color del fuego, si se mueve como el fuego, si calienta como el fuego, si humea como el fuego y si quema como el fuego, obviamente es fuego y si lo ignoro, acabaré cocinado dentro de la fogata.

En la Palabra de Dios hay un buen ejemplo de que en este tipo de batalla, la lujuria sexual –o cualquier enemigo poderoso que quiera robarnos nuestra vida de pureza– intentará medir fuerzas con nosotros de cerca.  ¿Por qué?  Porque de cerca, la lujuria sexual sabe que nos puede neutralizar y conquistar más fácilmente.  Cuando nuestras armas son espirituales, cuando nuestras armas no son de metal y sí fraguadas con el poder de Dios, podemos luchar de lejos y venceremos.  Así, en 1 Samuel 17 se describe aquella inmemorial batalla entre el joven David y el gigante Goliat. Al igual que la lujuria sexual, en los versos 48-49, este Filisteo intentó acercarse a David para tener una batalla de cerca, pero al darse cuenta David de esta estrategia, se apresuró a sacar y lanzar una de las piedras y a clavar la misma en la frente del gigante con su honda.

¿Cuál es la moraleja de esta historia?  Si puedes ganarle a la lujuria sexual de lejos, ¿para qué te vas a acercar, aumentando así los riesgos y buscando más problemas?  Recuerda lo que le pasó a José con la esposa de Potifar, el oficial del Faraón de Egipto.  Si no hubiera estado tan cerca, al alcance de sus manos lujuriosas, la provocación sexual no hubiera ocurrido.  Si hubiera peleado esta batalla de lejos, no habría acabado sin ropa, escapando desnudo del hostigamiento de aquella mujer.  Entonces ahora, en nuestros tiempos modernos, nadie nos va a creer que no fuimos los provocadores y que no buscamos caer en el pecado sexual cuando entramos a la casa de una mujer y salimos de allí corriendo desnudos.

¿Cuál es mi mejor recomendación?  No te acerques.  No te pongas al tiro de la flecha.  No juegues con la fogata.  Mantén la mayor distancia entre tú y la lujuria sexual.  ¿Te quiere hablar una mujer con la que pecaste, para platicar sobre el pasado y pedirte perdón?  Dile que te envíe una carta o que te envíe un fax. Es decir, dile que NO tajantemente.  Porque la realidad es que en el momento que le permitas acercarse para hablar contigo, ya perdiste la batalla.

Nunca te olvides que la lujuria sexual no es tu amiga, o una buena conocida.  La lujuria sexual es tu enemiga; ella sólo quiere tu destrucción y succionar de ti toda la pureza y todas las promesas que Dios te ha dado.  Si la puedes ver de esa manera, te darás cuenta que no tienes nada que hablar con ella; no tienes ningún pacto o tregua que concretizar con esta mentirosa.  ¡Guarda la distancia y guardarás tu pureza!

Me alegra grandemente haber podido compartir contigo las estrategias de posponer y distanciar a la lujuria sexual de nuestra vida.  Estas recomendaciones –las cuales Dios me ha inspirado y que he guardado en  mi corazón por años– te permitirán batallar contra la lujuria sexual y lograr la victoria que Dios te ha prometido y que te ganó a precio de sangre en la Cruz del Calvario.

Nunca pienses que la lujuria sexual tiene más poder que tú, porque la realidad es que no peleas esta batalla con tu fuerza, sino con el poder de Dios.  Con Su fuerza, con Sus armas, con Su protección, no hay forma que la lujuria sexual pueda vencerte.  Sólo necesitas creerle a Dios y batallar valientemente con esa fe.  ¡Si un joven pastor lo logró con una piedra, una honda y el poder de Dios, tú y yo podemos hacerlo también!  ¡Sé victorioso y puro en el nombre de Cristo!

   

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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