Pureza Sexual … VENCEDOR DE LA MUERTE, VENCEDOR DE MI IMPUREZA

Saludos a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

La piedra ha sido removida.  El sello romano ha sido cortado.  Los soldados han huido despavoridos. La tumba está vacía.  El sudario que arropaba el cuerpo muerto de Jesús, yace doblado, como testigo de que no hay muerte que cubrir donde solo existe Vida.

La aparente derrota de la cruz culmina ahora con la resonante victoria del Cristo sobre la muerte. Ahora, todo lo pasado tiene sentido, desde el primer azote, desde la primera burla hasta el “todo está consumado…”  Ahora todo lo por venir, hasta el fin de los tiempos, tiene una razón de ser…

Ahora puedo entender…  Porque el que clavó sobre sí en un madero todas mis iniquidades, todos mis pecados sexuales, todas mis lujurias, ha sido levantado de entre los muertos en un cuerpo glorioso, victorioso, libre de mis impurezas y de las impurezas del mundo. Ahora entiendo su sacrificio… Ahora entiendo por qué decidió echar sobre su cuerpo toda la maldad que no le pertenecía…  Ahora puedo ver por qué aceptó convertirse en maldición ante los ojos perplejos de un mundo que ni lo reconoció como el Hijo de Dios, el Esperado de los tiempos.  Porque sin aquel sombrío viernes, no puede existir un domingo glorioso.  Porque sin la derrota de la Cruz, no hay la victoria de la tumba. Porque sin el dolor de la pasión, no puede existir el gozo de la redención. Porque sin la oscuridad de la muerte, no puede haber una reluciente resurrección.

Sí, abandonó la tumba.  Aquel hueco tallado en la tierra no podía contenerle.  Y con su victoriosa salida de aquella fosa, Él te habla a tí y a mí.  Él te dice que podemos resucitar también a una nueva y gloriosa vida… Muertos al pecado y vivos en Él.  ¿Qué me dice esto de mi lucha contra la impureza sexual?  Pues muchísimo.  Porque el que venció la muerte es el mismo que compró con su sangre el precio de todas mis impurezas.  Porque si Él resucitó, entonces puedo reclamar esa nueva vida, libre de toda atadura sexual.  ¿Sabes dónde están todas nuestras iniquidades sexuales?  En la tumba. Muertas con el viejo hombre.  Sepultadas para siempre.

Jesús, hoy te pido que nunca se me olvide lo que hiciste por mí.  Es imposible que ahora, me quieras ver todavía dentro de la tumba que ya Tú venciste.  Que nunca se me olvide que si venciste sobre la muerte, también venciste sobre mis impurezas.  Que si te levantaste de la tumba, te levantaste puro, libre, sin mancha, triunfante, y de igual manera me quieres ver.

En mis más difíciles momentos, en el fuego de la prueba, cuando tormentas de dudas arrecien, recordaré esta madrugada.  La tumba está vacía.  Mi Cristo ha vencido.  Y su victoria es nuestra herencia.  Somos victoriosos en Él.  La lujuria sexual está derrotada.  ¡La muerte quedó atrapada en la tumba, pero mi Cristo vive!  Que nunca se me olvide…

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador


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