¿Qué es el bautismo?

Este pequeño estudio tiene como propósito explicar de forma simple a las personas que llegan a Iglesias Presbiterianas cuál es el significado de esta práctica y porque nosotros bautizamos a los hijos de los miembros de nuestras iglesias. Me pidieron que fuera en tres páginas y que considerara que las personas que leerían el texto no tendrían conocimiento teológico anterior.

Aquí está mi intento:

Sabemos que si usted viene de otra iglesia evangélica, probablemente le hayan enseñado que el bautismo de niños es una enseñanza de la Iglesia Católica. A continuación intentaremos mostrarle que esto no es así, sino que el bautismo de niños tiene apoyo en la Escritura.

Si usted quiere ser miembro de nuestra iglesia, debe saber que somos una iglesia confesional. Eso quiere decir que existe un padrón por el cual todas las iglesias de nuestra denominación enseñan a sus miembros. En nuestra denominación, los pastores no pueden enseñar lo que cada uno de ellos quiera, sino que debe someterse a la enseñanza adoptada por nosotros. Este padrón doctrinal, que lo aceptamos porque creemos que es el mejor resumen de las doctrinas contenidas en la Biblia, es llamado Confesión de Fe de Westminster.

Con relación al bautismo, esta confesión afirma que es un deber que los hijos de los creyentes sean bautizados (XXVIII.4) y que el menosprecio o descuido de este sacramento es un pecado grave (XXVIII.5). Pero nosotros no queremos que nuestros miembros bauticen a sus hijos solo porque la confesión lo exige. Nosotros queremos que usted crea que esta práctica tiene un fundamento total en la Escritura.

La principal crítica que nos hacen quienes creen que el bautismo de niños es que, según ellos, no hay ningún mandato ni ejemplo de bautismo de niños en el Nuevo Testamento. La verdad es que en ningún lugar del Nuevo Testamento encontramos una frase como “que los niños sean bautizados al octavo día”. Pero si es común encontrar textos que nos hablan del bautismo de los creyentes “y su familia” (Hch. 16.15) o “todos los suyos” (Hch. 16.33). En 1 Cor. 1.16 vemos que bautizar “las casas” era la norma en el periodo apostólico. Todos estos términos se refieren a familias enteras bautizadas, lo que, obviamente, incluye a los hijos. El libro de Hechos muestra como la iglesia en sus primeros años se iba expandiendo a medida que el evangelio iba siendo predicado y las personas creían en él. Cuando alguien creía debía ser bautizado, pero en lo anterior vemos que no era solo el que creía que era bautizado, sino también su casa, aunque no se diga si los otros miembros de la familia también habían creído. De hecho, en Hechos 16.33-34 dice que toda la casa del carcelero fue bautizada, y toda la casa se regocijó porque él creyó a Dios.

Esta situación, de la familia entera recibir el bautismo cuando el adulto creía, no es nueva en la Escritura. De hecho, Dios siempre se relacionó con su pueblo de esa forma.

Cuando Adán y Eva estaban en el Edén, Dios hizo un pacto que llamamos de obras en el cual Él les prometía vida eterna si ellos obedecían lo que Él les mandaba. Después que Adán y Eva desobedecieron Dios hizo un nuevo pacto con ellos, este pacto es llamado de gracia. Cuando Dios hizo este mismo pacto con Abraham, que Pablo llama “padre de los creyentes no circuncidados” (Rom. 4.11), es decir, de todos los creyentes no judíos, se relacionó con toda su familia. En Génesis 17:7 leemos a Dios diciendo a Abraham: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.” Dios también dice:

Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones… (Gén. 17:10-12 R60)

El versículo 11 dice que la circuncisión sería una señal del pacto que Dios había hecho con Abraham y su descendencia. Anteriormente, cuando Dios hizo un pacto con Noé, Dios dejó el arcoíris como la señal de su alianza (Gén. 9.13). Sproul afirma que “cuando Dios entra en un pacto con Su pueblo, haciéndole promesas de redención, Su padrón es atestar la autoridad del pacto dando algún tipo de señal externa” (2011 Pos. 171). Esta señal representaba una realidad interna: la circuncisión del corazón. En Deuteronomio 10:16 Moisés llama al pueblo a circuncidar sus corazones. En Levítico 26:40-41 Moisés se refiere a aquellos que son infieles y que no confiesan sus pecados como teniendo un corazón incircunciso.

También es importante aquí resaltar, a la luz del Nuevo Testamento, que no todo israelita circuncidado pertenecía realmente al pueblo de Dios (Rom. 2.28-29; 9.8). Pero también debemos destacar que toda la descendencia física de Abraham debía ser circuncidada a los ocho días de nacidos.

En este tiempo, llamado Antigua Alianza, encontramos promesas de un Nuevo Pacto. En Jeremías 31.32-33 leemos:

… porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días — declara el SEÑOR — . Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: “Conoce al SEÑOR”, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande — declara el SEÑOR — pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado.

Esta Nueva Alianza es inaugurada con la venida de Cristo. Pero ¿Por qué hablar del pacto con Abraham y la circuncisión si nosotros vivimos en esta Nueva Alianza? Básicamente, porque creemos que nosotros estábamos incluidos en este pacto que Dios con Abraham. Pablo deja claro en varios lugares que el pueblo de Dios en la nueva y en la vieja alianza es el mismo pueblo. En Romanos 9.6-8 Pablo dice que la Palabra de Dios no falla. Algunos habrían pensado que todos los circuncidados eran el pueblo de Dios. Pero no todos los circuncidados creyeron. ¿Falló la Palabra? Pablo responde que no. Esa suposición es falsa, pues “no todos los que descienden de Israel son israelitas”. No hay equivalencia entre la nación física y el verdadero Israel. En Rom. 4:11-16 Pablo dice que Abraham es padre de todos los creyentes: los creyentes de la circuncisión (“los que siguen las pisadas de la fe”, v.12) y los creyentes de la incircuncisión. Todos los creyentes son la descendencia que recibe la promesa (v.16). En Gál. 3.7-4.7 Pablo también habla de esto. En el v. 16 dice que la simiente de Abraham es esencialmente Cristo y unidos con Él, los creyentes somos hijos de Abraham (v.7) y para nosotros (los creyentes) es la promesa. Pablo también dice que la ley fue dada mientras la iglesia era como un niño (el pueblo en la antigua alianza) que no difiere del esclavo, pero cuando Cristo viene este pueblo deja de ser esclavo (y niño). Esta figura, de un niño que crece y deja de serlo, no tiene sentido si el pueblo de la antigua alianza es esencialmente distinto al de la nueva alianza.

El Pacto de Gracia continua, pero las circunstancias por las cuales se administraba el pacto cambia. Ya no hay circuncisión ni pascua, ahora Jesús instituyó como sacramentos la Santa Cena y el Bautismo. El bautismo es la señal de esta Nueva Alianza, pero representa lo mismo que la circuncisión. Según Pedro, en Hechos 2.38, es señal de la remisión de pecados. Según Hechos 22.16 el bautismo es señal del lavamiento de los pecados. Esta identidad entre ambas señales es clara en Colosenses 2:11-12, donde Pablo dice:

En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.

Pablo identifica la circuncisión espiritual (que era lo significado por la circuncisión en la antigua alianza) con haber sido sepultados con Cristo en el bautismo.

Su durante toda la historia del pueblo de Dios, los hijos de los creyentes recibieron la señal de la alianza hecha por Dios con su pueblo, deberíamos esperar que cualquier cambio con relación a esto fuera explícito. El libro de Hebreos muestra cuáles son los cambios que hubo entre la vieja y la nueva alianza, ya que lo que quedó atrás apuntaba a Cristo y llegó a su fin en ese momento. Pero no encontramos nada diciendo que los niños no deben recibir la señal. Al contrario, en 1 Cor. 4.14 Pablo dice que los hijos de los creyentes (al menos uno de los padres) son santos. Ellos son parte de la iglesia visible y si llegan a ejercer fe también lo serán de la iglesia invisible.

El bautismo no hará que sus hijos sean salvos, pero si lo hará disfrutar de los beneficios de pertenecer al pueblo visible de Dios y, si Dios así lo quiere, usando los medios que Dios le dio a la iglesia para que sus elegidos vinieran a Él, sus hijos crecerán en la fe y además de sus hijos ellos también serán sus hermanos en Cristo.

 

BIBLIOGRAFÍA

FESKO, John V, 2010. Word, Water, and Spirit: A Reformed Perspective on Baptism Kindle Edi., Grand Rapids: Reformation Heritage Books.

SPROUL, R.C., 2011. What is Baptism? Kindle Ed., Sanford: Reformation Trust Publishing.

SARTELLE, John, 1997. El Bautismo de los Infantes. Phillipsburg: Presbyterian and Reformed Publishing Company.


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