Corea del Norte es un país controlado por el dictador Kim Jong-Un, sucesor de los líderes que impusieron la ideología comunista en el país como régimen estatal oficial. No hay libertad religiosa en el país y los cristianos son la comunidad religiosa más perseguida de la región, así como en China, el único aliado del dictador, que, aunque un poco más flexible, también está controlado por el Partido Comunista.
La joven cristiana Hea Woo, cuyo nombre real fue omitido por la Misión Puertas Abiertas por razones de seguridad, dio detalles de cómo logró superar varios días de tortura a manos de los militares comunistas norcoreanos al ser arrestada por hablar de Jesucristo a los ciudadanos.
“Cuando las personas morian, los guardias quebraban los cadáveres en dos pedazos, los ponian en un carrito y los sacaban”, dijo, que ella pasó por 10 prisiones diferentes, según el portal Christian Today.
Cuando son arrestados, los cristianos y otros disidentes del régimen comunista son colocados en áreas donde son forzados a trabajar para el gobierno en condiciones de esclavitud. Woo dijo que en la celda donde se alojaba, diseñada para confinar a 50 personas, había doscientas: “Estábamos tan apretados que si te levantabas en medio de la noche para ir al baño, no podías encontrar tu espacio para volver a dormir. Ni siquiera había espacio para estar de pie”, dijo.
Ella no perdió la fe
A pesar de las condiciones degradantes, Woo sabía que la motivación del régimen comunista para impedir la libertad religiosa es el resultado de la ausencia de Dios. Entonces decidió clamar al Señor por la gente que la rodeaba: “Comencé a orar por las almas perdidas que están muriendo sin conocer a Jesucristo. Rogué al Señor y le dije: `Quiero ser sal y luz en este lugar para estas almas'”, dijo.
Cada vez que Woo era vista hablando de Jesucristo, pasaba horas siendo torturada. Pasó cuatro días seguidos bajo tortura, pero su miedo no era el dolor físico: “No tenía miedo de la tortura, tenía miedo de perder el conocimiento y, en mi inconsciencia, negar el nombre de Jesús”, dijo.
Fue durante una de las sesiones de tortura que más de una vez más clamo al Señor y recibió una respuesta reconfortante en su corazón: “Al cuarto día me desmayé y sentí que ya no podía soportarlo más. Entonces clamé de nuevo al Señor y recordé el versículo de Jeremías 33:3, Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Entonces pude soportar todos los sufrimientos en el momento, dijo ella, que después de ser llevada a su celda, oyó a Dios decirle: “Hija mía, hoy has caminado sobre las aguas”, dijo. “Era una voz fuerte y audible, pero nadie más la escuchó.
“Me di cuenta de que el Señor estaba allí cuando fui torturada. Le di las gracias por estar allí conmigo. Después de ese día no fui más torturada. El Señor me protegió”, testificó Woo.
