El ANTICRISTO

El «ANTICRISTO»

El hombre llegó temprano a la oficina de registro civil en Londres, Inglaterra. Era la oficina adonde va la gente que quiere cambiar de nombre. Cuando le preguntaron qué nombre quería ponerse, respondió: «Anticristo». Así que el funcionario, después de examinar los documentos que el hombre presentaba, fría y escuetamente estampó en los libros su nuevo nombre: «Anticristo».

Lo extraño, es que en el lapso de seis meses, sesenta y siete personas, entre ellas una mujer, pidieron que se les cambiara el nombre de pila a «Anticristo». «O la gente está loca —comentó el funcionario Costello—, o el Anticristo anda cerca.»

Esto de cambiar de nombre no es que sea raro. Unos lo hacen porque no les gusta el anterior; otros, porque su nombre coincide con el de algún criminal conocido; y otros, porque cambiando de nombre creen poder olvidar su pasado.

¿Qué significado tendrá eso de querer cambiar de nombre? Un joven hijo de madre anglosajona y de padre de raza indígena quiso darse un nombre que reflejara la raza de su padre, así que cambió de «Melvin» a «Águila Blanca». Pero la razón por la que sesenta y siete personas escogieron el nombre de Anticristo, nadie la sabe. Bien dice el refrán: «Sobre gustos no hay nada escrito.»

El psicólogo Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, enseñó que nadie dice nada que no refleje algún sentimiento de su fuero interno. Jesucristo lo expresó así: «De lo que abunda en el corazón habla la boca» (Lucas 6:45). En otras palabras, se es por fuera lo que se es por dentro, téngase el nombre que se tenga.

El libro de Génesis, en la Biblia, habla de un joven llamado Jacob, nieto del patriarca Abraham. A causa de un cambio de corazón que tuvo Jacob, Dios le cambió el nombre de «Jacob» a «Israel» (Génesis 35:10). El nombre «Jacob» significa: «engañador»; «Israel» significa: «gobernando con Dios». Pero no fue el cambio de nombre lo que cambió su corazón. Fue el cambio de corazón lo que cambió su nombre.

Hay personas que, para cambiar su identidad, han destruido aun sus huellas digitales. Pero nada que hagamos nosotros cambiará nuestro corazón. Somos por fuera —en la vida diaria, en la familia, en el negocio, en todo— lo que somos por dentro. A menos que nos cambie Dios, un cambio de nombre no cambiará nada.

¿Cuál es la solución? Un cambio de corazón. Cuando Cristo entra en nuestra vida, cambia nuestro corazón. A este cambio la Biblia lo llama: «nuevo nacimiento». Entreguémosle nuestra vida a Cristo. Él la renovará por completo.

Por el Hermano Pablo

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí