2 Crónicas 24:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Triste relato de la degeneración y apostasía de Joás. Dios había hecho por él grandes cosas; él también había hecho algo por Dios; pero ahora se mostró ingrato a Dios.

I. La ocasión de su apostasía. Se ve que nunca había sido sincero ni había obrado por principios, sino por influencia de Joyadá, quien le había llevado al trono y le había protegido y guardado en el templo. Así que, cuando cambió el viento, también él cambió.

1. Murió su buen consejero (v. 2Cr 24:15) y lo sepultaron con los reyes a causa del mucho bien que había hecho en Israel (v. 2Cr 24:16). Notemos que aquí se llama Israel a Judá, pues eran los únicos verdaderos israelitas al sublevarse las otras tribus contra el Dios de Israel. Joyadá acabó su vida lleno de años (130) y de honor, pero, después de su muerte, rey y reino degeneraron miserablemente. Véase aquí cuán necesario es, como dijo nuestro Salvador, ser nosotros mismos sal, y actúar en virtud de un principio interior que nos acompañe a través de todos los cambios. Sólo así no nos perjudicará la muerte de un padre, de un ministro de Dios o de un amigo.

2. Vinieron entonces a Joás malos consejeros. Aparecieron como buenos amigos que, en lugar de condolerse de la pérdida del buen mentor, le felicitaron por haber quedado libre de la disciplina. ¿Por qué había de estar aconsejado por sacerdotes? Los príncipes de Judá se esforzaron en corromperlo con sus adulaciones, y el rey los oyó (v. 2Cr 24:17). Su padre y su abuelo habían sido corrompidos por la casa de Acab, de la que no se podía esperar mejor cosa; pero que los príncipes de Judá fueran sus seductores fue cosa triste en extremo.

II. Su apostasía. «Desampararon la casa de Jehová … y sirvieron a los símbolos de Aserá y a las imágenes esculpidas» (v. 2Cr 24:18). Los jefes de Judá requirieron del rey que erigiera de nuevo los ídolos y cipos que habían sido destruidos al comienzo de su reinado, pues estaban fastidiados del antiguo y, para ellos, aburrido servicio del templo. Y Joás, no sólo les permitió que lo hicieran, sino que se unió a ellos en la apostasía.

III. Agravación de su apostasía. Dios les envió profetas para que los volviesen a Jehová. Es oficio de los ministros de Dios llevar, no a sí mismos, sino a Dios, a quienes se han apartado de Él. Estos jefes del pueblo y el propio Joás menospreciaron a todos los profetas y mataron a uno de ellos, Zacarías (no el que figura entre los 12, antes de Malaquías), hijo (es decir, nieto) de Joyadá (v. 2Cr 24:20).

1. El pueblo estaba reunido en el atrio del templo cuando este profeta de familia sacerdotal, lleno de espíritu de profecía, puesto en pie, declaró lisa y llanamente el pecado del pueblo y cuáles iban a ser sus consecuencias: «Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová?»

2. Por conspiración de los príncipes y por mandato del rey (v. 2Cr 24:21) lo mataron inmediatamente a pedradas, no en cumplimiento de la ley como si hubiese sido un blasfemo, un traidor o un falso profeta, sino en el arrebato de un tumulto popular. Le dieron muerte en el patio de la casa de Jehová. La persona era sagrada, pues era sacerdote; el lugar también era sagrado (el atrio interior «entre el templo y el altar» Mat 23:35 ); y el mensaje era igualmente sagrado, pues era una exhortación al arrepentimiento, dada de parte de Dios mismo. Los judíos dicen que en este crimen hubo siete transgresiones: mataron a un sacerdote, profeta y juez; derramaron sangre inocente, profanaron el templo, el sábado y el Día de la Expiación, pues dice la tradición judía que ocurrió en ese día.

3. Este Zacarías, mártir de la fidelidad a Dios y a su país, era hijo de Baraquías, como dijo el Señor, y nieto de Joyadá, el que tanto bien había hecho en Israel y especialmente a Joás, para quien había sido como un padre (v. 2Cr 24:22).

4. La imprecación del moribundo mártir: «¡Jehová lo vea y lo demande!» (v. 2Cr 24:22). No la dijo por espíritu de venganza, sino de profecía. Esta preciosa sangre fue pronto vengada con los castigos que le sobrevinieron al rey apóstata y fue incluso tenida en cuenta después en la destrucción de Jerusalén a manos de los caldeos (2Cr 36:16) más aún, nuestro Salvador, en el lugar citado, responsabiliza a los perseguidores suyos y de su Evangelio de la sangre de este Zacarías. ¡Tan alto y tan largo clama la sangre de los mártires!

IV. Los castigos que Dios envió a Joás por esta agravación de su apostasía. 1. Una pequeña tropa de sirios se hicieron los amos de Jerusalén, mataron a todos los principales del pueblo, saquearon la ciudad y enviaron el botín a Damasco (vv. 2Cr 24:23, 2Cr 24:24). 2. Dios le hirió con graves dolencias. 3. Sus propios siervos conspiraron contra él a causa de la sangre de los hijos de Joyadá el sacerdote (no cabe duda de que ha de entenderse «del hijo» nieto en singular. Nota del traductor). 4. El pueblo no quiso sepultarlo en los sepulcros de los reyes (v. 2Cr 24:25) por haber manchado con su apostasía y mala administración el honor real.

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