Versículos Bíblicos

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1 Corintios 15 - Biblia de Jerusalén 1998

La resurrección de los muertos

1. Os hago saber, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes,

2. por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano!

3. Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;

4. que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;

5. que se apareció a Cefas y luego a los Doce;

6. después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.

7. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles.

8. Y en último término se me apareció también a mí, que soy como un aborto.

9. Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la iglesia de Dios.

10. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.

11. Pues bien, tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.

12. Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos de vosotros que no hay resurrección de los muertos?

13. Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó.

14. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe.

15. Y quedamos como testigos falsos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan.

16. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.

17. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados.

18. Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron.

19. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los hombres más dignos de compasión!

20. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron.

21. Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos.

22. Pues del mismo modo que por Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo.

23. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en su venida.

24. Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo principado, dominación y potestad.

25. Porque él debe reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.

26. El último enemigo en ser destruido será la Muerte.

27. Porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando dice que "todo está sometido", es evidente que se excluye a Aquel que ha sometido a él todas las cosas.

28. Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.

29. De no ser así ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si los muertos no resucitan en manera alguna ¿por qué bautizarse por ellos?

30. Y nosotros mismos ¿por qué nos ponemos en peligro a todas horas?

31. Cada día estoy a la muerte. ¡Sí, hermanos! Como que sois mi orgullo, en Cristo Jesús Señor nuestro, cada día estoy en peligro de muerte.

32. Si por motivos humanos luché en Éfeso contra las bestias ¿qué provecho saqué? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos.

33. No os engañéis: "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres."

34. Entrad en razón, como conviene, y no pequéis; que hay entre vosotros quienes desconocen a Dios. Para vergüenza vuestra lo digo.

35. Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida?

36. ¡Necio! Lo que tú siembras no recobra vida si no muere.

37. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de alguna otra planta.

38. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad: a cada semilla su cuerpo.

39. No toda carne es igual, sino que una es la carne de los hombres, otra la de los animales, otra la de las aves, otra la de los peces.

40. Hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los cuerpos terrestres.

41. Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas. Y una estrella difiere de otra en resplandor.

42. Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción;

43. se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza;

44. se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo animal, hay también un cuerpo espiritual.

45. En efecto, así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida.

46. Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo animal; luego, lo espiritual.

47. El primer hombre, salido de la tierra, es terrestre; el segundo, viene del cielo.

48. Como el hombre terrestre, así son los hombres terrestres; como el celeste, así serán los celestes.

49. Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terrestre, llevaremos también la imagen del celeste.

50. Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción.

51. ¡Mirad! Os revelo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos transformados.

52. En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.

53. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad.

54. Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido devorada por la victoria.

55. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?

56. El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley.

57. Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

58. Así pues, hermanos míos amados, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo no es vano en el Señor.