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Ester 4 - Biblia Castilian 2003

Ester promete interceder por su pueblo

1.

2. hasta llegar delante de la puerta del rey, pues nadie pod a entrar por la puerta del rey vestido de sayal.

3. En cada una de las provincias, all donde llegaban la orden y el decreto del rey, hab a entre los jud os gran duelo y ayuno y llanto y lamentaciones; y muchos se acostaban sobre sayal y ceniza.

4. Las doncellas de Ester y sus eunucos entraron a comunicárselo; y la reina sintió inmensa angustia. Mandó vestidos para que se los pusiera Mardoqueo y se quitara el sayal, pero él no los aceptó.

5. Llamó Ester a Hatac, uno de los eunucos que el rey hab a puesto a su servicio, y le dio la orden de ir adonde estaba Mardoqueo, para averiguar qué era aquello y a qué era debido.

6. Salió Hatac hacia donde estaba Mardoqueo, a la plaza de la ciudad que hab a delante de la puerta del rey.

7. Mardoqueo le contó todo lo que hab a sucedido y la cantidad exacta de plata que Amán se hab a propuesto entregar al erario del rey por el exterminio de los jud os.

8. Le dio también copia del texto del decreto que para el exterminio de los mismos se hab a promulgado en Susa, a fin de que se lo hiciera ver a Ester y la pusiera al tanto de todo. Y ordenaba a la reina que se presentara al rey para pedirle gracia y para interceder ante él en favor de su pueblo. (8a) Acuérdate - le mandó a decir - de cuando eras ni a y de cómo fuiste alimentada por mi mano. Porque Amán, el segundo después del rey, ha hablado contra nosotros para procurar nuestra muerte. Invoca al Se or y habla al rey en favor nuestro. ¡L branos de la muerte!

9. Llegó Hatac y refirió a Ester las palabras de Mardoqueo.

10. Ester mandó a Hatac para que dijera a Mardoqueo:

11. "Todos los servidores del rey y el pueblo de todas sus provincias saben que hay una ley suya, en virtud de la cual todo hombre o mujer que se presente ante el rey, en el atrio interior, sin haber sido llamado, es condenado a muerte; sólo se salva aquel hacia quien el rey tiende su cetro de oro. Yo no he sido llamada para presentarme al rey desde hace treinta d as".

12. Comunicaron a Mardoqueo las palabras de Ester

13. y Mardoqueo hizo llevar a Ester esta respuesta: "No te imagines que en el palacio del rey te vas a ver a salvo tú sola entre todos los jud os.

14. Porque, si en esta ocasión te refugias en el silencio, de alguna parte vendrán la salvación y la liberación de los jud os; pero tú y la casa de tu padre pereceréis. Y ¿quién sabe si no has llegado a la realeza precisamente para una ocasión como ésta?".

15. Ester mandó llevar esta respuesta a Mardoqueo:

16. "Ve y reúne a todos los jud os que se encuentran en Susa y ayunad por m. No comáis ni bebáis durante tres d as, ni de d a ni de noche. También yo y mis doncellas ayunaremos. Y as, aun en contra de la ley, me presentaré al rey. Si tengo que morir, moriré".

17. Mardoqueo se fue e hizo punto por punto todo lo que Ester le hab a mandado. (17a) Oró al Se or, recordando todas sus maravillas, y dijo: (17b) "¡Se or, Se or, Rey omnipotente! Bajo tu poder está todo el universo y no hay quien pueda oponerse a ti cuando tú quieres salvar a Israel. (17c) Por que tú hiciste el cielo y la tierra y todo cuanto hay de admirable bajo el cielo. Tú eres Se or de todas las cosas y no hay quien a ti te resista, Se or. (17d) Tú todo lo conoces. Tú sabes, Se or, que no por altivez ni por orgullo ni por vanagloria, me negué a postrarme ante el soberbio Amán; porque dispuesto estaba yo a besar las plantas de sus pies por la salvación de Israel. (17e) Pero yo no lo hice, para no poner la gloria de un hombre por encima de la gloria de Dios; y a nadie adoraré fuera de ti, Se or m o, aunque no es el orgullo quien gu a mi conducta. (17f) Y ahora, Se or, Dios Rey, Dios de Abrahán, perdona a tu pueblo, porque están maquinando cómo exterminarnos, y están deseando que perezca lo que es tu heredad desde el principio. (17g) No descuides esta tu porción, la que para ti rescataste de la tierra de Egipto. (17h) Escucha mi plegaria y muéstrate propicio a tu heredad; convierte nuestro duelo en regocijo, para que, viviendo, cantemos himnos a tu nombre, Se or, y no cierres la boca de los que te alaban". (17i) Y todo Israel clamó con toda su fuerza, porque ten an la muerte a la vista. (17k) La reina Ester, presa de angustia mortal, buscó refugio en el Se or. Y despojándose de sus magn ficos vestidos, se vistió con los de aflicción y duelo. Y en vez de exquisitos perfumes, cubrió su cabeza de ceniza y de polvo. Humilló duramente su cuerpo; y sus descuidados cabellos sustituyeron todo su radiante tocado. Y oraba al Se or, Dios de Israel, diciendo: (17l) "Se or m o, Rey nuestro, tú eres único. Socórreme a m que estoy sola y no tengo otro auxilio sino a ti; porque me amenaza de cerca el peligro. (17m) Yo o desde mi infancia en la tribu de mis padres que tú, Se or, escogiste a Israel de entre todas las naciones, y a nuestros padres de entre todos sus antepasados como herencia eterna, y que hiciste por ellos cuanto les dijiste. (17n) Ahora hemos pecado delante de ti, y por eso nos has entregado en manos de nuestros enemigos, pues hab amos dado gloria a sus dioses. ¡Justo eres, Se or! (17o) Y aún no quedaron contentos con lo amargo de nuestra esclavitud, sino que han puesto sus manos en las manos de sus dolos, para borrar el decreto de tu boca y exterminar tu heredad; para cerrar la boca de quienes te alaban y extinguir la gloria de tu casa y de tu altar: (17p) para abrir con ello la boca de la gente, a fin de que celebren las proezas de sus dolos y veneren por siempre a un rey de carne. (17q) No entregues, Se or, tu cetro a los que nada son, que no se burlen de nuestra ca da: antes vuelve contra ellos su designio y manda un escarmiento al hombre que se alzó contra nosotros. (17r) Acuérdate, Se or, y date a conocer en el tiempo de nuestra aflicción; y dame a m valor, Rey de los dioses y dominador de toda potestad. (17s) Pon palabras armoniosas en mi boca cuando yo esté en presencia del león, y cambia el odio de su corazón contra aquel que nos hace la guerra, para ruina suya y la de quienes piensan como él. (17t) L branos por tu mano y ayúdame a m, que estoy sola y no tengo, Se or, sino a ti. (17u) Tú todo lo conoces, y sabes que odio la gloria de los imp os, y que abomino el lecho de los incircuncisos y el de todo extranjero. (17v) Tú conoces mi dura situación: abomino el emblema de mi encumbramiento que llevo en mi cabeza al presentarme en público. Lo abomino como pa o de inmundicia menstrual, y no lo llevo en mis d as de descanso. (17x) Tu esclava no ha comido a la mesa de Amán, no ha tenido a honra el banquete del rey, ni ha bebido el vino de las libaciones. (17y) Tu esclava no ha tenido alegr a desde su encumbramiento hasta ahora mismo, sino sólo en ti, Se or, Dios de Abrahán. (17z)¡Oh Dios que tienes poder sobre todos! Escucha la voz de los que están sin esperanza. L branos del poder de los malvados. Y l brame a m de mi temor". Al tercer d a, Ester se puso sus vestiduras reales y se presentó en el atrio interior del palacio real, frente a la cámara del rey. El rey estaba sentado en su trono real, en su cámara real, frente a la puerta del palacio.