Versículos Bíblicos

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Hechos 4 - Biblia Castilian 2003

Pedro y Juan ante el concilio

1. Estaban todav a hablando al pueblo cuando se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos,

2. molestos de que ense aran a la gente y de que anunciaran en la persona de Jesús la resurrección de los muertos.

3. Les echaron mano y los pusieron bajo custodia hasta el amanecer, porque era ya tarde.

4. Pero muchos de los que oyeron el discurso abrazaron la fe y llegó su número, contando sólo los hombres, a unos cinco mil.

5. A la ma ana siguiente se reunieron en Jerusalén sus jefes, los ancianos y los escribas,

6. el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan y Alejandro, y todos los que pertenec an a las familias de los sumos sacerdotes.

7. Los hicieron comparecer y trataban de averiguar: "¿Con qué potestad o en nombre de quién habéis hecho esto?".

8. Entonces Pedro, lleno de Esp ritu Santo, les dijo:

9. "Jefes del pueblo y ancianos: puesto que hoy se nos interroga judicialmente, a propósito de la buena acción realizada en un hombre enfermo, en virtud de quién ha sido sanado éste,

10. sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que este hombre se presenta ante vosotros sano en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos.

11. Ésta es la piedra despreciada por vosotros, los constructores de la casa, y, no obstante, constituida en remate de la esquina.

12. Y no hay salvación en otro alguno, porque no se les ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo por el cual hayamos de salvarnos".

13. Viendo la entereza de Pedro y de Juan, y habiendo comprobado que eran hombres iletrados y del vulgo, se maravillaban. Reconoc an que eran compa eros de Jesús.

14. Pero viendo de pie, con ellos, al hombre curado, no ten an nada que oponer.

15. Los mandaron, pues, salir fuera del sanedr n y deliberaban entre s diciendo:

16. "¿Qué podemos hacer con estos hombres? Porque no podemos negar el notorio milagro obrado por medio de ellos y todos los habitantes de Jerusalén lo saben;

17. pero a fin de que no se divulgue todav a más entre el pueblo, vamos a amenazarlos, para que no hablen más de este nombre a persona alguna".

18. Y llamándolos, les ordenaron que bajo ningún concepto dijeran una palabra ni ense aran acerca del nombre de Jesús.

19. Pedro y Juan les respondieron: "Juzgad si ser a justo ante Dios obedeceros a vosotros más que a Dios.

20. Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y o do".

21. Ellos, reiterando sus amenazas, los soltaron. No encontraban manera de castigarlos por causa del pueblo, ya que todos glorificaban a Dios por lo sucedido;

22. pues ten a más de cuarenta a os el hombre en quien se hab a realizado este signo de la curación.

Los creyentes piden confianza y valor

23. Puestos en libertad, vinieron a los suyos y les contaron cuanto los jefes de los sacerdotes y los ancianos les hab an dicho.

24. Al o rlos, alzaron a una su voz a Dios y dijeron. "Se or, tú eres el que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto en ellos hay.

25. Tú, el que en el Esp ritu Santo, por boca de David, nuestro padre y siervo tuyo, dijiste:

26. ¿A qué esa agitación de las naciones y ese vano murmullo de los pueblos? Se han juntado los reyes de la tierra y los pr ncipes han conspirado contra el Se or y contra su Ungido.

27. Porque en verdad se confabularon en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y las tribus de Israel,

28. para hacer lo que tu mano y tu designio ten a predeterminado que sucediera.

29. Ahora, pues, Se or, mira sus amenazas y concede a tus siervos anunciar con toda entereza tu palabra;

30. extiende tu mano para que se hagan curaciones, se ales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús".

31. Mientras as oraban, retembló el lugar donde estaban reunidos y, llenos todos del Esp ritu Santo, proclamaban con valent a la palabra de Dios.

Todas las cosas en común

32. Uno era el corazón y una el alma de la muchedumbre de los que hab an cre do, y nadie consideraba propio nada de lo que pose a, sino que todo lo ten an en común.

33. Los apóstoles daban, con gran fortaleza, testimonio de la resurrección del Se or Jesús y gozaban todos ellos de gran estimación.

34. No hab a pobre alguno entre ellos; porque todos cuantos pose an tierras o casas las vend an, aportaban el precio de lo vendido

35. y lo pon an a los pies de los apóstoles. Luego se distribu a a cada uno según sus necesidades.

36. As José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa "Hijo de la consolación"), levita, natural de Chipre,

37. que era due o de un campo, lo vendió, llevó el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.