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Daniel 3 - Reina Valera 1865

Rescatados del horno de fuego

1. EL rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, la altura de la cual era de sesenta codos, su anchura de seis codos: levantóla en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.

2. Y envió el rey Nabucodonosor a juntar los grandes, los asistentes y capitanes: oidores, receptores, los del consejo, presidentes, y a todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua, que el rey Nabucodonosor había levantado.

3. Y fueron congregados los grandes, los asistentes, y capitanes, los oidores, receptores, los del consejo, los presidentes, y todos los gobernadores de las provincias, a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pié delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor.

4. Y el pregonero pregonaba a alta voz: Mándase a vosotros, pueblos, naciones, y lenguajes:

5. En oyendo el son de la bocina, del pífano, del atambor, de la arpa, del salterio, de la sinfonía, y de todo instrumento músico, os postraréis, y adoraréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado.

6. Y cualquiera que no se prostrare, y la adorare, en la misma hora será echado dentro del horno de fuego ardiendo.

7. Por lo cual en oyendo todos los pueblos el son de la bocina, del pífano, del atambor, de la arpa, del salterio, de la sinfonía, y de todo instrumento músico, todos los pueblos, naciones, y lenguajes se postraron, y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.

8. Por esto en el mismo tiempo algunos varones Caldeos se llegaron, y denunciaron de los Judíos:

9. Hablando, y diciendo al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive.

10. Tú, o! rey, pusiste ley, que todo hombre en oyendo el son de la bocina, del pífano, del atambor, de la arpa, del salterio, de la sinfonía, y de todo instrumento músico, se postrase y adorase la estatua de oro:

11. Y el que no se postrase, y la adorase, fuese echado dentro del horno de fuego ardiendo.

12. Hay unos varones Judíos, los cuales tú pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia, Sidrac, Misac, y Abdenago: estos varones, o! rey, no han hecho cuenta de tí: no adoran tus dioses, no adoran la estatua de oro, que tú levantaste.

13. Entónces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo, que trajesen a Sidrac, Misac, y Abdenago: luego estos varones fueron traidos delante del rey.

14. Habló Nabucodonosor, y díjoles: ¿Es verdad, Sidrac, Misac, y Abdenago, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que yo levanté?

15. Ahora pues, ¿estáis prestos para que en oyendo el son de la bocina, del pífano, del atambor, de la arpa, del salterio, de la sinfonía, y de todo instrumento músico, os postréis, y adoréis la estatua que yo hice? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio del horno de fuego ardiendo: ¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos?

16. Sidrac, Misac, y Abdenago respondieron, y dijeron al rey Nabucodonosor: No curamos de responderte sobre este negocio.

17. He aquí nuestro Dios, a quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, o! rey, nos librará.

18. Y si no: sepas, o! rey, que tu dios no adorarémos, y la estatua que tú levantaste no honrarémos.

19. Entónces Nabucodonosor fué lleno de ira, y la figura de su rostro se demudó sobre Sidrac, Misac, y Abdenago: habló, y mandó que el horno se encendiese siete veces tanto de lo que cada vez solía.

20. Y mandó a hombres valientes en fuerza que estaban en su ejército, que atasen a Sidrac, Misac, y Abdenago, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.

21. Entónces estos varones fueron atados con sus mantos, y sus calzas, y sus turbantes, y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo.

22. Porque la palabra del rey daba priesa, y había procurado que se encendiese mucho. La llama del fuego mató a aquellos hombres que habían alzado a Sidrac, Misac, y Abdenago.

23. Y estos tres varones Sidrac, Misac, y Abdenago cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.

24. Entónces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apriesa, y habló, y dijo a los de su consejo: ¿No echamos tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron, y dijeron al rey: Es verdad, o! rey.

25. Respondió, y dijo: He aquí que yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego; y ningún daño hay en ellos; y el parecer del cuarto es semejante a hijo de Dios.

26. Entónces allegóse Nabucodonosor a la puerta del horno de fuego ardiendo, y habló, y dijo: Sidrac, Misac, y Abdenago, siervos del Alto Dios, salíd, y veníd. Entónces Sidrac, Misac, y Abdenago salieron de en medio del fuego.

27. Y juntáronse los grandes, los gobernadores, y los capitanes, y los del consejo del rey para mirar estos varones, como el fuego no se enseñoreó de sus cuerpos: ni cabello de sus cabezas fué quemado, ni sus ropas se mudaron, ni olor de fuego pasó por ellos.

28. Nabucodonosor habló, y dijo: Bendito el Dios de ellos, de Sidrac, Misac, y Abdenago, que envió su ángel, y libró sus siervos que esperaron en él, y el mandamiento del rey mudaron, y entregaron sus cuerpos ántes que sirviesen ni adorasen otro dios que su Dios.

29. Por mí pues se pone decreto, que todo pueblo, nación, o lenguaje que dijere blasfemia contra el Dios de Sidrac, Misac, y Abdenago, sea descuartizado, y su casa sea puesta por muladar; por cuanto no hay Dios que pueda librar como este.

30. Entónces el rey ennobleció a Sidrac, Misac, y Abdenago en la provincia de Babilonia.