Ezequiel 4:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La mejor exposición de esta parte de la predicción de Ezequiel acerca de la desolación de Jerusalén es la lamentación que Jeremías hace de ella en Lam 4:3.; Lam 5:10.

1. Para impresionar al pueblo, el profeta tiene que limitar su dieta a una escasísima ración de alimentos de la más baja calidad, cocidos de forma repugnante y en una mezcla considerada inmunda por la Ley; y eso, durante 390 días; o, más probablemente, 430, esto es, 390 más 40.

(A) Su alimento ha de ser de lo más común (v. Eze 4:9): panes hechos de una mezcla de trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena, como se hace para alimentar a los caballos o los cerdos, o como se hallan en las bolsas de los mendigos, un plato de una casa; otro, de otra casa; todo junto. De eso, tiene que comer el profeta cada día (v. Eze 4:10) un peso de veinte siclos (unos 220 gramos). Su bebida diaria había de ser (v. Eze 4:11) la sexta parte de un hin (poco más de un litro) de agua, «una cantidad muy pequeña en un clima cálido» (Fisch). El profeta tenía pan de sobra en Babilonia, pero, a fin de poder confirmar su predicción y servir de señal a los hijos de Israel, Dios le obliga a vivir de esta forma tan austera. La naturaleza se contenta con poca cosa; la gracia, con menos; la pasión no se contenta con nada. Bueno es que seamos parcos voluntariamente, para mejor soportarlo si se nos obliga a serlo por necesidad.

(B) La forma como ha de cocerlo es repugnante. De paso vemos que las ataduras que menciona el versículo Eze 4:8, y ya vimos en Eze 3:25, son simbólicas, como (probablemente) el estar acostado de un lado y de otro; de lo contrario, no podría cocer ni comer. Sin embargo, para ser señal para la casa de Israel, es más probable que haya de entenderse, tanto lo de estar atado como lo de estar acostado, literalmente, pero sólo durante las horas en que profetizaba. Ha de cocer el pan, no con excremento de animales (según era costumbre en Oriente), sino (v. Eze 4:12) a la vista de ellos en el rescoldo de excrementos humanos. Con esto se daba a entender que, en lo más extremo del asedio, no sólo no tendrían los sitiados cosas delicadas con que alimentarse, sino ni aun cosas limpias. Había de cocer la mezcla, repugnante en sí y más repugnante aún por el combustible usado, a la vista de ellos, para impresionarles más eficazmente con la inminencia de la calamidad.

(C) Seguramente por la prohibición de Deu 23:13., el profeta suplica humildemente a Dios que le dispense de usar excremento humano, pues eso había de ofender todavía más a los cautivos (v. Eze 4:14). Los piadosos temen, más que nada, la contaminación producida por el pecado y, sin embargo, muchas veces las personas de conciencia delicada temen sin causa, por escrúpulos acerca de cosas exteriores que no son pecado, como el profeta aquí, quien todavía no había aprendido que no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre (Mat 15:11). Ahora bien, comoquiera que Ezequiel puso esta objeción llevado de su conciencia delicada, el Señor le dispensó de usar excremento humano y le concedió (v. Eze 4:15) usar estiércol de bueyes.

2. Esta señal significaba:

(A) Que los que se quedasen en Jerusalén habían de caer en la miseria más profunda por falta del alimento necesario. Al haber sido cortado el aprovisionamiento por los sitiadores, Dios iba a quebrantar el sustento del pan en Jerusalén (v. Eze 4:16). Grandes muchedumbres morirán de hambre, de muerte lenta en la que se sentirán morir (v. Eze 4:17) mirándose unos a otros con espanto y consumiéndose en su maldad. Lo que trae todo este mal sobre ellos es el pecado. Dios obra justamente al privarnos de aquellos goces con los que fabricamos el alimento y el combustible de nuestras pasiones.

(B) Que los que eran transportados como cautivos a Babilonia se habían de ver forzados a comer su pan inmundo entre las naciones (v. Eze 4:13), esto es, a comer el pan cocido por manos de gentiles inmundos y de modo diferente del prescrito por la ley judía; o habrían de verse forzados a comer carne mortecina, si era lo único que sus opresores les concedían en su esclavitud, tal como antes en su patria les habría parecido repugnante aun el tocarla.

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