Job 31:33 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Todavía enumera Job otros tres pecados, de los cuales asegura hallarse libre de haberlos cometido:

1. Hipocresía. El pecado general del que le acusaban sus amigos era que realmente se comportaba tan mal como los demás, pero lo disimulaba. Job protesta que no era así, que él nunca había encubierto sus pecados con el silencio, o con falsas excusas, como suelen hacer los hombres (lit. como hombre, mejor que como Adán, aunque es cierto que Adán buscó muchas falsas excusas a su pecado, Gén 3:10-12). «¡No! dice Job Yo nunca palié un pecado con falsas excusas, ni escondí siquiera en mi seno mi iniquidad» (v. Job 31:33).

2. Cobardía y temor al qué dirán (v. Job 31:34). No, él no se quedaba callado por temor a nadie cuando tenía que hablar en una causa justa, ni se quedaba en casa para no verse comprometido, sino que resolvía salir por los fueros de la justicia y de la equidad, y endurecía su rostro como un pedernal. Todo el mundo lo sabía.

3. Aprovechamiento de los bienes ajenos. Job asegura, con imprecación, que no ha quitado a otros la tierra cuyos productos cosecha (vv. Job 31:38-40). Con una bella metáfora (v. Job 31:38. Comp. Hab 2:11) dice que, si se hubiese apropiado indebidamente de la tierra, ésta clamaría llorando en todos sus surcos. Job pagaba puntualmente a los jornaleros (v. Job 31:39) y, al contrario que Acab con Nabot, no afligía el alma de los propietarios de fincas (v. Job 31:39). Termina Job esta porción con una imprecación y pide que, si ha faltado en alguna cosa de ésas, le sobrevenga el castigo que corresponde al pecado: que la tierra le de abrojos y espinos en lugar de trigo y cebada (v. Job 31:40).

Hacia el final de su discurso (vv. Job 31:35-37, que muchos autores opinan nota del traductor que constituyen el verdadero final del capítulo), Job apela al tribunal de Dios para que le haga justicia en cuanto a la verdad de todo lo que viene atestiguando. ¡Quién le diera que Dios le oyese (v. Job 31:35) y compareciese a testificar por él! Ya podría el acusador (sin duda, Dios) presentar cualquier libelo contra él. Está dispuesto a acudir al tribunal y ya desde ahora, se apresta a estampar su señal (lit.), es decir, su firma («he aquí mi firma», es la traducción apropiada de la frase del v. Job 31:35 nota del traductor ). De esta forma se compromete Job a presentarse con su adversario, seguro de que no podrá alegar ante el tribunal ningún crimen que él haya cometido. Job, «lejos de temer ese libelo, está cierto que en él se hallaría confirmación de cuanto ha asegurado y constituiría por eso el testimonio más brillante de su inocencia. Sería, por lo tanto, una joya con la que él podría adornarse, llevándola al hombro como lleva un príncipe el emblema de su dignidad (cf. Isa 9:5; Isa 22:22), o ceñida a su cabeza como una diadema, según imagen muy usada en los libros sapienciales (cf. Pro 4:9; Pro 12:4; Pro 17:6)» (Brates).

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