Proverbios 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Invitación de Salomón a sus hijos (vv. Pro 4:1, Pro 4:2): «Escuchad, hijos, la instrucción de un padre». Contra la opinión de J. J. Serrano nota del traductor y al seguir la del rabino Cohen y del propio M. Henry creemos que aquí no se trata de «discípulos», sino de verdaderos «hijos» . La instrucción de un padre sabio ha de ser atendida con toda diligencia, pues ese es el modo de adquirir cordura (hebreo, bináh, esto es, tanto entendimiento como discernimiento). Tanto los magistrados como los ministros de Dios han de mostrar un particular interés en instruir a sus hijos, pues a mayor conocimiento corresponde mayor responsabilidad. Comenta Malbim que la expresión de «un padre», en contraste con Pro 1:8 («tu padre»), «insinúa que está impartiéndoles una instrucción paternal que él mismo había recibido de su padre». Esto se confirma por el vocablo usado en la primera parte del v. siguiente para expresar esa instrucción, ya que el hebreo leqaj significa «lo que se ha recibido» de los antepasados. En 2b, el vocablo hebreo es torat, enseñanza que consiste en instrucciones basadas en la Ley. La religión tiene a la razón de su lado y nos da enseñanzas fundadas en verdades ciertas y en normas seguras.

2. Instrucciones que les da. Él las recibió de sus padres y enseña a sus hijos lo mismo que a él le enseñaron (vv. Pro 4:3, Pro 4:4). Sus padres le amaban y, por tanto, le enseñaron: «Yo fui hijo de mi padre» (v. Pro 4:3), no es una perogrullada; el sentido es: «hijo escogido y obediente», como entendieron los LXX («también yo fui hijo obediente de mi padre»), aun cuando así trastornaron el orden del hebreo y tradujeron por «obediente» el hebreo raj, tierno.

Para su madre (3b) había sido el «preferido» (hebreo yajid, único). Es cierto que Betsabé dio a David cuatro hijos (1Cr 3:5), pero Salomón fue el preferido de sus padres y el escogido de Dios. Quizá fue David más estricto en la educación de Salomón que en la de los otros hijos, pues, además de la excesiva condescendencia que mostró con los caprichos de Amnón y Absalón, se nos dice expresamente en cuanto a Adonías (1Re 1:6) que «su padre nunca le había lastimado» (lit.; esto es, «contrariado»). Aunque Salomón sobrepasó después a su padre en sabiduría, no tuvo empacho en referirse con respeto a las enseñanzas que de él había recibido. Si resulta útil buscar las sendas antiguas (Jer 6:16) ¿por qué hemos de despreciar las enseñanzas antiguas? Aunque no hemos de ser seguidores serviles de los maestros que nos precedieron, tampoco hemos de despreciar lo mucho bueno que nos legaron.

3. Al pasar ya a detallar las principales instrucciones que les da, vemos que consisten (vv. Pro 4:4-13) en preceptos y exhortaciones acerca del valor de la sabiduría, conforme le había enseñado su padre; y por cierto, lo había hecho con gran interés e insistencia: (A) Le había preceptuado retener sus palabras (v. Pro 4:4. Lit.), las buenas lecciones que le había dado; sus dichos (v. Pro 4:10), expresiones sueltas, llenas de prudencia; había de retenerlos, guardarlos para vivir una vida honesta útil y dichosa (v. Pro 4:4); retenerlos en el corazón, no sólo en la cabeza, pues sólo cuando arraigan en convicciones dan buen fruto las lecciones.

No había de olvidar ni dejar la sabiduría, sino guardarla, para ser guardado; amarla, para ser protegido por ella; ensalzarla, para ser por ella ensalzado; abrazarla, para ser honrado y adornado por ella (vv. Pro 4:4-9). Ella otorga longevidad, rectitud, seguridad, vida (vv. Pro 4:10-13). (B) Para corroborar estas exhortaciones, que son mandamientos (mitsotay, v. Pro 4:4), enaltece la sabiduría como algo que tiene valor supremo (v. Pro 4:7): «Lo primordial (es la) sabiduría; adquiere sabiduría» (ésta es la mejor versión).

Todas las demás cosas de este mundo, comparadas con ella, son de valor secundario; por eso, hay que adquirirla (v. Pro 4:5), comprarla, a cualquier precio (Pro 23:23). La sabiduría verdadera nos recomienda a Dios, embellece el alma, nos capacita para vivir una vida santa, útil, llena de sentido, y nos encamina derechamente a la vida que no tendrá fin.

No es extraño, pues, que haya de adquirirse aun a costa de todas las posesiones (v. Pro 4:7).

Es cierto que esta sabiduría es un don de Dios, como lo fue para Salomón, pero Dios la da a quienes la piden (Stg 1:5) y a quienes se esfuerzan por hallarla.

Si no podemos llegar a ser maestros de sabiduría, seamos amantes (v. Pro 4:6) de sabiduría.

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