Salmos 75:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Aquí vemos dos grandes verdades acerca del gobierno de Dios en el mundo.

(A) Que solamente de Dios reciben los reyes su poder (vv. Sal 75:6, Sal 75:7) y, por ello, a Dios solo da el salmista la alabanza que por eso le corresponde. Vemos extrañas revoluciones en los Estados, en los reinos, en los gobiernos de una nación y llegamos a sorprendernos de la súbita caída de unos y de la súbita elevación de otros. Pero esos cambios de situación no vienen del oriente, ni del occidente ni del desierto (v. Sal 75:6), sino de Dios (v. Sal 75:7). «El desierto dice Cohen es la frontera sur de la Tierra Santa. El norte no se menciona por ser considerado por los antiguos como región de tinieblas.» En otras palabras, los hombres no podían esperar alivio, ni ayuda ni promoción ni de la riqueza y sabiduría de los orientales, ni de las numerosas fuerzas de los occidentales, ni de Egipto y Arabia, que caían al sur. Ni todas las fuerzas reunidas podían elevar a un hombre sin intervención de la causa primera que es Dios. No cabe, pues, otro recurso que confiarse al que es infinitamente sabio, bueno y poderoso. Si Él humilla a uno y enaltece al otro (v. Sal 75:7), hemos de pensar que obra justamente, pues es justo Juez.

(B) Que solamente de Dios reciben todos su merecido (v. Sal 75:8): «En la mano de Jehová hay una copa para dar de beber a los hombres. En los padecimientos de Cristo se ve una copa (Mat 20:22; Jua 18:11), copa de aflicción, no por sus culpas, sino por nuestros pecados. Es copa de vino espumoso (lit.), lleno de mixtura; es decir, de especias que emborrachan e intoxican, y tornan impotentes, física y mentalmente, a quienes lo beben. Al acomodar el sentido del versículo, podemos decir que la copa de aflicción que pone Dios en manos de los suyos lleva mezcla de compasión y de gracia, mientras que la que pone en manos de los malvados lleva mezcla de maldición y desgracia. Algunas gotas de la amargura de esta mezcla pueden caer en la copa de los buenos, pues todos comparten las comunes calamidades. Pero estas calamidades son únicamente el vehículo por el que se trasvasa la maldición, de forma que la parte superior del líquido de la copa recibe muy poca cosa del trasvase, mientras que el fondo es pura ira de Dios allí sedimentada, y ese fondo es el que beben y apuran los impíos (v. Sal 75:8), de tal modo que no queda en la copa ni una gota de la ira de Dios.

2. Vemos después dos inferencias prácticas de tales verdades: (A) El salmista está dispuesto a alabar a Dios y darle la gloria en nombre del pueblo, cantando alabanzas al Dios de Jacob (v. Sal 75:9), e incluye entre otros motivos, el privilegio, como representante de toda la nación, de anunciar las maravillas de Dios (como en el versículo Sal 75:1). (B) También está dispuesto, como representante de Dios y por poder que Dios le ha delegado, a hacer justicia (v. Sal 75:10), de modo que sea quebrantado el poderío de los pecadores, mientras es exaltado el poderío (en ambos casos, el hebreo dice «los cuernos», es decir, los instrumentos del poder agresivo y destructivo) de los justos, aquí representados por Israel, mientras los pecadores están representados por Asiria.

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