Significado de ELECCIÓN Según La Biblia | Concepto y Definición

ELECCIÓN Significado Bíblico

¿Qué Es ELECCIÓN En La Biblia?

Plan de Dios para brindar salvación a Su pueblo y al mundo que creó. La doctrina de la elección es, a la vez, una de las enseñanzas centrales y una de las menos entendidas de la Biblia. En su nivel básico, elección se refiere al propósito o plan de Dios mediante el cual ha decidido cumplir Su voluntad. De manera que la elección abarca el rango completo de la actividad divina desde la creación, la decisión de Dios de dar existencia al mundo a partir de la nada, hasta el fin de los tiempos, la nueva creación de cielo y tierra. La palabra “elección” deriva de un término griego, eklegomai, que significa literalmente “elegir algo para uno mismo”. A su vez, corresponde al término hebreo bachar. Los objetos de la selección divina son los escogidos, concepto que se encuentra con frecuencia cada vez mayor en los últimos escritos del AT y en muchos lugares del NT (Mat 22:14; Luc 18:7; Col 3:12; Apo 17:14). La Biblia también usa otras palabras tales como “elegir”, “predestinar”, “determinar” y “llamar” para indicar que Dios ha entrado en una relación especial con ciertos individuos y grupos mediante los cuales ha decidido cumplir sus propósitos en la historia de la salvación.
Israel como objeto de la elección de Dios
La doctrina de la elección está enraizada en la particularidad de la tradición judeocristiana, es decir, en la convicción de que, entre todos los pueblos de la tierra, Dios eligió revelarse de manera única y especial a través de un pueblo en particular. Esta convicción resuena en cada estrato de literatura del AT, desde la percepción inicial primitiva de Israel como “el pueblo de Jehová” hasta los Salmos (Sal 147:19-20 a: “Ha manifestado sus palabras a Jacob, sus estatutos y sus juicios a Israel. No ha hecho así con ninguna otra de las naciones”; comp. Isa 14:1; Eze 20:5). Se pueden identificar cinco motivos principales en el retrato del AT sobre la elección que Dios hace de Israel.
(1) La elección es resultado de la iniciativa soberana de Dios. En el comienzo de la función de Israel en la historia de la salvación se encuentra el llamado a Abraham para que deje su tierra y vaya a una nueva tierra que Dios le mostraría (Gén 12:1-7). Él también le prometió bendecir a sus descendientes y a todos los pueblos de la tierra a través de ellos. Si bien Abraham respondió con fe y obediencia a este llamado, su elección no fue resultado de sus propios esfuerzos sino de la decisión exclusiva de Dios.
(2) La palabra principal en el vocabulario de Israel para describir su especial relación con Dios era “pacto”. Este no era un contrato entre socios iguales, sino un vínculo fundado en la gracia y el amor inmerecidos de Dios. El carácter benévolo del pacto es un tema central en Deuteronomio. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos” (Deu 7:6-7).
(3) Dentro de la comunidad del pacto, Dios seleccionó a determinados individuos para cumplir funciones específicas. Se nos dice que las siguientes personas fueron elegidas en este sentido: Abraham (Neh 9:7), Moisés (Sal 106:23), Aarón (Núm 16:1-50; Núm 17:1-13), David (Sal 78:70), Salomón (1Cr 28:10) y Zorobabel (Hag 2:23). Los reyes, los sacerdotes y los profetas eran también elegidos por Dios, aunque de diferentes maneras y con una variedad de propósitos. Jeremías creía que había sido elegido y separado como profeta desde antes de nacer (Jer 1:4-5).
(4) La elección de Israel nunca tuvo el propósito de ser un pretexto para la soberbia sino una oportunidad para el servicio. “Yo Jehová te he llamado en justicia […] por luz de las naciones” (Isa 42:6). De vez en cuando, los hijos de Israel cedían a la tentación de hacer alarde del favor benévolo de Dios y suponer, por ejemplo, que quedaban exentos de juicio porque el Señor había colocado Su templo en Jerusalén. Una y otra vez los profetas procuraron desengañarlos de esta falsa noción de seguridad señalándoles el verdadero significado del pacto y de su misión entre las naciones (Jer 7:1-14; Amó 3:2 : Jon.).
(5) En los últimos escritos del AT, y en especial durante el período intertestamentario, se observa la tendencia a identificar a “los elegidos” con el “remanente” fiel y verdadero del pueblo de Dios. El nacimiento del Mesías se considera el amanecer de la era de salvación para ese remanente (Eze 34:12-13; Eze 34:23-31; Miq 5:1-2). La comunidad de los esenios en Qumrán se consideraba un remanente elegido cuya pureza y fidelidad presagiaban la era mesiánica.
La elección y el nuevo pacto
Los primeros cristianos se consideraban herederos de la elección de Israel, “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1Pe 2:9). Pablo trata este tema ampliamente, aunque no debemos pasar por alto la importancia central que ocupa en todo el NT. Allí también se menciona a ciertos individuos como escogidos por Dios: los doce apóstoles (Luc 6:13), Pedro (Hch 15:7), Pablo (Hch 9:15) y el propio Jesús (Luc 9:35; Luc 23:35). En los Evangelios Sinópticos, el término “escogidos” se ubica siempre en un contexto escatológico, es decir, en los días de tribulación que serán acortados “por causa de los escogidos que él escogió” (Mar 13:20). Muchas parábolas de Jesús, como la del banquete de bodas (Mat 22:1-14) y la de los obreros de la viña (Mat 20:1-16), ilustran la soberanía divina en la salvación. En Juan, Jesús es el indiscutible Mediador de la elección: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros,” les recordó a sus discípulos (Jua 15:16 a). Una vez más, sus discípulos son aquellos que le fueron dados por el Padre “antes que el mundo fuese” y “ninguno de ellos se perdió” (Jua 17:5; Jua 17:12). También en Juan, el lado sombrío de la elección se posa en la persona de Judas, “el hijo de perdición”. Aunque por haber traicionado a Cristo se cuestiona su condición como uno de los elegidos, ni siquiera ese acto pudo desbaratar el plan de la salvación diseñado por Dios.
Hay tres pasajes en que Pablo se ocupa extensamente de diversos aspectos de la doctrina de la elección. En el primero (Rom 8:28-39), la elección divina se presenta como fundamento y garantía de la esperanza cristiana. Puesto que aquellos a quienes Dios predestinó también son llamados, justificados y glorificados, nada puede separarlos del amor de Dios en Cristo Jesús. El segundo pasaje (Rom 9:1-33; Rom 10:1-21; Rom 11:1-36) se ocupa del rechazo de Israel hacia Cristo, lo que, en el propósito de Dios, se ha convertido en la oportunidad para el ingreso de los creyentes gentiles al pacto. En el tercer pasaje (Efe 1:1-12), Pablo señala el carácter cristocéntrico de la elección: Dios nos eligió “en Cristo” antes de la fundación del mundo. Podemos referirnos a esta declaración como la esencia evangélica de la doctrina de la elección. Nuestra elección ocurre sola y estrictamente en Cristo. Como Hijo eterno, Él es, junto con el Padre y el Espíritu Santo, el Dios que elige; como Dios encarnado y Mediador entre Dios y la humanidad, el Elegido. Nunca debemos hablar sobre la predestinación sin vincularla a esta verdad esencial.
La elección y la vida cristiana
Pablo exhortó a los tesalonicenses a ser agradecidos por haber sido escogidos (2Ts 2:13); y Pedro dijo que debemos “hacer firme [nuestra] vocación y elección” (2Pe 1:10). Sin embargo, en la historia del pensamiento cristiano, pocas enseñanzas han sido tan distorsionadas o usadas de manera tan incorrecta. Las siguientes preguntas demuestran las apreciaciones equivocadas más frecuentes.
(1) ¿No es lo mismo elección que fatalismo? La predestinación no niega la necesidad del arrepentimiento y de la fe del ser humano; más bien, lo que hace es habilitar la posibilidad de ambos. Dios no se relaciona con los seres humanos como si fueran piedras o palos sino como criaturas libres hechas a Su imagen.
(2) Si la salvación se basa en la elección, ¿para qué predicamos el evangelio? Porque Dios ha elegido la predicación como el medio para despertar la fe en los elegidos (1Co 1:21). Debiéramos proclamar el evangelio a todos sin excepción, conscientes de que solo el Espíritu Santo convence, regenera y justifica.
(3) ¿Enseña la Biblia la “doble predestinación”; es decir, que Dios ha elegido a algunos para ser condenados y a otros para ser salvados? Hay pasajes (Rom 9:11-22; 2Co 2:15-16) que describen a Dios como un alfarero que ha modelado tanto vasijas de misericordia como de destrucción. Sin embargo, la Biblia también enseña que Dios no desea que nadie perezca sino que todos se salven (Jua 3:16; 2Pe 3:9). No estamos en condiciones de comprender de qué manera todo lo que la Biblia dice acerca de la elección encaja dentro de un sistema lógico ordenado. Nuestra tarea no es curiosear el consejo secreto de Dios sino compartir el mensaje de salvación con todos y ser agradecidos por haber sido liberados de las tinieblas y trasladados a la luz.
(4) La doctrina de la elección, ¿no trae como resultado orgullo y lasitud moral? Pablo dice que Dios nos eligió “para salvación, mediante la santificación por el Espíritu” (2Ts 2:13). Debemos ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, si bien sabemos que Dios actúa en nosotros dándonos el deseo y la voluntad para hacer lo bueno (Flp 2:12-13). La respuesta correcta a la elección no es orgullo sino gratitud por la maravillosa gracia que nos salva eternamente. La elección, entonces, no es un pedestal desde donde juzgamos a otros ni una almohada en la que dormimos. Más bien, es fortaleza en tiempos de prueba y expresión de alabanza a la gracia de Dios y para Su gloria.

Timothy George

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