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Esta Fue Tu Vida: Tratados Evangelistícos

Tratados Cristianos – Esta Fue Tu Vida

Esta Fue Tu Vida

Hola a todos mis amigos lectores, seguimos escribiendo desde Brasil. Estamos a 26 grados centígrados de temperatura tropical, la cual es muy buena para mí que vengo de una ciudad muy fría, que es Lima en Perú.

Leyendo la web esta mañana encontré algunos recursos que vamos a implementar en estos días y son los llamados: TRATADOS CRISTIANOS

Estos tratados cristianos son los que recibimos en alguna oportunidad antes de conocer al Señor Jesucristo, o que repartimos en alguna ocasión para otras personas. Pues bien, hace algún tiempo atrás coloque muchos de estos TRATADOS CRISTIANOS de la página original en español de CHICK PUBLICATIONS.

Pero al parecer ellos no dejan que otro transmita directamente desde su página, ¡UNA VERDADERA PENA! Pero como en DEVOCIONALES siempre nos ingeniamos para hacerles llegar RECURSOS CRISTIANOS de calidad. Les dejaré el tratado en forma de presentación Powerpoint Cristianos la cual es la más famosa del mundo, con más de 500,000 mil Tratados Cristianos vendidos en todo el mundo.

Bueno estaré en los próximos días publicando más Tratados Cristianos para evangelizar.

¡Bendiciones Miles!

7 COMENTARIOS

  1. quiero darle las gracias por estas dinamicas porq son de gran ayuda para mi ministerio dios te bendiga bendiciones

  2. ¡MUSULMANES!
    MAHOMA NO ES DIOS
    JESUCRISTO ES DIOS

    La clave para entender la Biblia y a Dios está en la persona de Jesucristo. No hay ninguna otra persona en la historia que haya afectado tanto a la humanidad como Jesucristo. Ninguna persona ha sido tan honrada y adorada como Jesucristo, y sin embargo, al mismo tiempo, ha permanecido como un misterio para la mente humana. Muchos historiadores lo han considerado un gran líder, y muchos reformistas sociales lo han considerado un gran maestro de la humanidad. Napoleón se igualó con Alejandro Magno, Julio César y Carlomagno, pero reconoció que Jesús estaba por encima de todos ellos y pertenecía a una clase diferente. Los primeros marxistas negaban que El era Dios, y Engels incluso negó que Jesús hubiera existido. Pero luego los marxistas admitieron que los intentos por borrar a Jesús de la historia y la cultura europea era infructífero y absurdo, y que Jesús es “un ejemplo de los valores humanos más sagrados”.
    No obstante, ¿es Jesús de Nazaret sólo un gran líder, un gran maestro y un modelo de los valores más sagrados? ¿Quién es Jesús? Esta es una de las grandes preguntas entre los hombres desde que nació Jesús hace ya casi dos mil años. Los judíos de Su tiempo que se le oponían dijeron que El era tan sólo un carpintero de Nazaret, el hijo de José; dijeron que El era solamente un hombre. Otros entre ellos dijeron que El era Juan el Bautista o Elías o Jeremías o alguno de los profetas. Los gentiles de las generaciones pasadas dijeron que El era un religioso revolucionario, un gran filósofo, un noble moralista, o un siervo sacrificado.
    Un día Jesús tuvo el intenso deseo de revelarse a Sus discípulos, así que los llevó a un lugar llamado Cesarea de Filipo, lejos de Jerusalén donde la atmósfera de la vieja religión judía llenaba los pensamientos de todos los hombres. En Cesarea de Filipo El les preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o algunos de los profetas” (Mt. 16:13-14).
    Luego Jesús les hizo una pregunta muy tajante, que todos debemos responder: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (v. 15). Sólo uno de los discípulos de Jesús, Pedro, respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). Al decir que Jesús era el Hijo del Dios viviente, Pedro estaba diciendo que Cristo era Dios mismo (Jn. 10:30, 33; 5:18; 1:1; 20:28; 1 Jn. 5:20; Fil. 2:6; He. 1:8). El Señor respondió a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (v. 17). Necesitamos la revelación celestial para recibir la bienaventuranza de ver quién es Cristo realmente.
    El Evangelio de Juan cuenta la historia de un discípulo llamado Tomás que rehusó creer a los otros discípulos cuando le dijeron que habían visto a Jesús después de Su resurrección. Tomás dijo: “Si no viera en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (20:25). Ocho días después Jesús apareció a los discípulos de nuevo, y esta vez Tomás estaba con ellos. “Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (vs. 27-29). La declaración de Tomás al creer fue que Jesús era su Señor y su Dios. La respuesta de Jesús fue que todo aquel que creyera como Tomás sería bienaventurado.
    Uno de los fundamentos más importantes de la fe cristiana es la confesión de que Cristo es Dios. Cristo no es sólo un gran hombre; El es Dios mismo. Cuando Pedro, uno de los discípulos de Cristo, declaró que éste era el Hijo del Dios viviente, estaba proclamando uno de los mayores misterios del universo. La iglesia cristiana está fundada sobre esta revelación de la persona divina de Cristo. Martín Lutero, el reformador protestante, dijo: “Aférrese de Jesús como un hombre, y descubrirá que El es Dios”.
    Si usted quiere saber quién es un hombre, debe preguntarle. A lo largo de la historia no ha habido filósofo, líder religioso, ni sabio que se haya atrevido a decir que es Dios. Sólo Jesús dijo que El era Dios.
    EL NACIMIENTO DE CRISTO
    POR MEDIO DE LA CONCEPCION
    DEL ESPIRITU SANTO Y DE UNA VIRGEN
    DEMUESTRA QUE EL ES DIOS
    Hay muchas evidencias de que Cristo es Dios. La primera prueba es la manera en que Cristo nació en la tierra. La manera en que una persona nace dice mucho acerca del origen de ella. Cristo nació de una virgen llamada María (Mt. 1:18). El no nació por la concepción humana, sino que fue concebido por el Espíritu Santo (Mt. 1:20). Si El hubiese sido un mero ser humano, habría venido del mismo modo que los demás. Pero Jesucristo vino a la tierra de una manera diferente a la de todos los seres humanos. Todos los seres humanos nacen de padres humanos, pero Jesús vino como la mezcla del Espíritu Santo con el hombre. Durante los siglos pasados mucha gente ha intentado refutar el hecho histórico del alumbramiento por una virgen al decir que tal acontecimiento es contrario a la ciencia. Sin embargo, uno debe darse cuenta de que la ciencia sólo puede explicar fenómenos naturales. Todos los fenómenos sobrenaturales no los puede explicar la ciencia; van más allá de toda investigación científica. Ciertamente Dios, el Creador del universo y el Autor de todos los principios científicos, no está limitado por las leyes naturales. Es lo más razonable que Dios hubiese venido a la tierra de una manera sobrenatural, diferente a todos los otros mortales.
    El hecho de que Cristo hubiera sido concebido del Espíritu Santo y que naciera de un virgen humana significa dos cosas. Primero, significa que Jesús llevaba divinidad en Su ser. Una concepción humana lleva el elemento humano, y una concepción divina lleva el elemento divino. Todo ser humano sólo lleva el elemento humano. Solamente Jesucristo nació con el elemento divino y el elemento humano. Esto comprueba que El es el único Dios-hombre.
    Segundo, todos los nacimientos humanos llevan consigo el elemento del pecado. Pero un nacimiento que es diferente del nacimiento natural no lleva el elemento hereditario humano del pecado. Todos los hombres nacen pecadores, pero Cristo nació sin pecado. El era el Dios-hombre sin pecado, el Dios completo y el hombre perfecto.
    El profeta Isaías habló del nacimiento de Cristo así: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre Su hombro; y se llamará Su nombre … Dios Fuerte, Padre Eterno…” (Is. 9:6). Unos setecientos años antes del nacimiento de Jesús, Isaías predijo que Jesús sería un niño nacido como Dios fuerte y nos sería dado un hijo que sería Padre eterno. El profeta Miqueas también dio una sorprendente profecía como setecientos años antes del nacimiento de Cristo. El dijo que de la ciudad de Belén saldría uno que sería Señor en Israel; y Sus salidas serían “desde el principio, desde los días de la eternidad” (5:2). Esta profecía indica que en la eternidad pasada Dios planeó entrar en la humanidad. Así, en el nacimiento de Jesús, Dios salió de la eternidad, pasó al tiempo y entró con Su divinidad en la humanidad, y se mezcló con el hombre. ¡Jesús es Dios mismo mezclado con la humanidad!
    LOS TITULOS DIVINOS DE CRISTO
    INDICAN QUE EL ES DIOS
    Cuando Jesús nació, Su nombre fue llamado Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mt. 1:23). Este es un título que no cualquier persona puede adoptar. Jesús podía tomar tal nombre porque Su venida era la venida de Dios, y Su presencia era la de Dios con el hombre. Ninguno de nosotros puede decir que es “Dios con el hombre”, porque nosotros somos solamente humanos. Pero la venida de Jesucristo era la venida de Dios al hombre.
    También fue llamado Jesús, que significa “Jehová el Salvador” (Mt. 1:21). Jehová es el nombre personal de Dios en el Antiguo Testamento. Decir que Cristo es Jesús equivale a decir que El es Jehová. El no tuvo temor de ser llamado Jehová el Salvador, porque El es el mismo Dios.
    LAS PROPIAS DECLARACIONES
    DE CRISTO
    Cuando Jesús vivió en la tierra, El siempre estuvo consciente de que El era Dios. El les dijo a los judíos: “Antes de que Abraham fuese, Yo Soy” (Jn. 8:58). El libro de Exodo nos dice que el nombre de Dios es Yo Soy (3:14). Cuando Jesús dijo: “Antes de que Abraham fuese, Yo Soy”, los judíos tomaron piedras para arrojárselas porque entendieron que se refería a que El era Dios. Jesús como el gran Yo Soy es el Dios eterno que siempre existe.
    El llamaba a Dios “Padre” (Jn. 17:1), y no tenía temor de llamarse Hijo de Dios (Mt. 16:16). Ningún líder religioso jamás se ha atrevido a llamarse Dios. Ni Mahoma ni Confucio ni Sócrates, ni ningún líder destacado jamás declaró ser Dios. Pero Jesús repetidas veces proclamó que era Dios. Lo mataron porque declaró que El era el Hijo de Dios (Mt. 26:63-66). Sus discípulos declaraban abiertamente que El era Dios.
    Cualquier persona que afirme ser Dios o está loco o es mentiroso o es Dios. Cristo no puede estar loco, porque Sus palabras demuestran sabiduría y sobriedad, y vinieron a ser la base de toda la civilización occidental. El no es un mentiroso, pues ningún mentiroso estaría dispuesto a sacrificar su propia vida por su mentira. La única posibilidad que queda es que El sea el mismo Dios. Algunos tal vez admitan que Jesús tenía un nivel de moralidad muy elevado, pero aun así no creen que Jesús sea Dios. Pero si usted admite que El tiene una moral muy elevada, esto significa que usted cree que El no es un mentiroso, entonces debe aceptar que Su declaración de divinidad es verdad. Jesús muchas veces afirmó que El es Dios. Si usted admira Su moralidad, también debe reconocer Su deidad.
    Napoleón Bonaparte, cuando fue confinado a la isla de Santa Elena, preguntó al Conde Montholon: “¿Puede decirme quién fue Jesucristo?” Al no ser respondida la pregunta, Napoleón dijo: “Bueno, yo se lo diré. Alejandro, Cesar, Carlomagno y yo mismo hemos fundado grandes imperios … por la fuerza. Pero Jesús solo fundó Su imperio en el amor … Le digo que todos éstos fueron hombres, y ninguno es como El; Jesucristo fue más que hombre … El pide el corazón humano, y lo exige incondicionalmente; aún así es concedido. ¡Asombroso! … Todos los que creen en El sinceramente experimentan ese notable amor sobrenatural para con El … El tiempo, el gran destructor, no tiene poder para extinguir esta flama sagrada … ¡Esto es lo que me demuestra irrebatiblemente la divinidad de Jesucristo!”
    LOS MILAGROS DE CRISTO
    DEMUESTRAN QUE EL ES DIOS
    Otra prueba de la deidad de Cristo son los milagros que hizo en la tierra. Uno de los maestros judíos de Su tiempo, Nicodemo, confesó que nadie podía hacer los milagros que Cristo hacía a menos que Dios estuviese con El (Jn. 3:2). Durante Sus tres años y medio de ministerio, El sanó leprosos (Lc. 5:12-13), restauró cojos (Mt. 11:5), mudos (Mr. 7:37), ciegos (Mt. 9:27-30) e incluso resucitó muertos (Jn. 11:43-44). El echó fuera demonios (Mt. 8:28-32) y calmó la tormenta (Mt. 8:23-27). El alimentó a cinco mil con cinco panes y dos peces (Mt. 14:15-21). Transformó el agua en vino (Jn. 2:1-11) y caminó sobre el mar (Mt. 14:25). El tenía poder sobre la naturaleza y potestad sobre los demonios. El ejerció Su poder y autoridad para traer el reino de Dios, e incluso dio este poder y autoridad a Sus discípulos. Algunos profetas del Antiguo Testamento pudieron hacer milagros, pero ninguno hizo los milagros que Jesús hizo. Jesús podía resucitar muertos porque El es Dios y porque tiene el poder de la vida. El proclamó ser la resurrección y la vida (Jn. 11:25). El probó ser Señor sobre la naturaleza y sobre Satanás. El Evangelio de Juan dice que estos milagros manifiestan Su gloria (Jn. 2:11) y demuestran que El es el Hijo de Dios (Jn. 20:30-31).
    LAS PALABRAS DE DIOS
    TESTIFICAN QUE EL ES DIOS
    Aún más sorprendentes que los milagros de Cristo son las palabras que El habló. El habló con autoridad y vida (Mt. 7:28-29; Jn. 6:63). Muchos grandes líderes del mundo han dejado palabras de sabiduría para la posteridad, pero nadie en la historia ha afectado tantas vidas como Cristo lo ha hecho con Sus palabras. Sus palabras dan vida a millones y han hecho que un sinnúmero de personas hayan muerto como mártires por El. Napoleón podía persuadir a sus soldados a que murieran por su causa mientras él aún vivía, pero cuando murió, su causa murió con él. Sin embargo, dos mil años después de la muerte de Cristo, hombres y mujeres de todo el mundo están dispuestos a vivir y morir por El. Sus palabras son citadas en libros, bibliotecas, congresos y escuelas en todo el mundo. Sus enseñanzas acerca de la moral y las relaciones humanas se convierten en la base de una sociedad justa y humana (Mt. 5—7). Pero lo más sorprendente de Su enseñanza no fue la sabiduría y la moral que habló, sino Sus extraordinarias declaraciones acerca de Sí mismo. El dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn. 14:6). También dijo: “Yo soy la resurrección” (Jn. 11:25). El dijo a los hombres que El era la luz del mundo, y que aquellos que lo siguieran no andarían en tinieblas (Jn. 8:12). El dijo que era el pan de vida y que aquellos que lo comieran no tendrían hambre (Jn. 6:35). De hecho, podemos decir que la parte más importante de Su enseñanza es lo dicho acerca de Sí mismo. Muchos líderes religiosos enseñan doctrinas a los hombres, pero las doctrinas no tienen nada que ver con los maestros mismos. Por ejemplo, el budismo enseña la reencarnación, pero la reencarnación no tiene nada que ver con el fundador del budismo. Pero las enseñanzas de Cristo están estrechamente ligadas a la persona de Cristo. Si quitamos a Cristo, no queda más doctrina para la fe cristiana. La fe cristiana está centrada en lo que Cristo es. La persona de Cristo es la doctrina. Sin El, no hay doctrina.
    Ghandi no podía decir que él era la luz del mundo, tampoco Aristóteles dijo que él fuera el camino y la verdad y la vida. Los más grandes filósofos del mundo, cuando mucho, pueden decir que les muestran el camino a los demás; ellos nunca pueden decir que son el camino. Pero Cristo dijo que El es el camino y la verdad y la vida. Un filósofo francés dijo una vez que si el relato de los Evangelios fuese una farsa, el que lo hubiese escrito estaría calificado para ser Cristo mismo.
    QUE CRISTO NO TENGA PECADO
    INDICA QUE EL ES DIOS
    Cristo llevó una vida en la tierra sin pecado. Una vez le llevaron una mujer que había sido descubierta en adulterio. La ley judía de esa época requería que cualquier persona que fuera sorprendida en adulterio fuera apedreada hasta la muerte. Los que estaban alrededor de Jesús trataron de ponerle a prueba. El le dijo a la multitud que quienquiera que no hubiera pecado tirara la primera piedra. Al oír esto, todos se fueron, uno tras otro, empezando desde los mayores. Al final, sólo quedó Jesús (Jn. 8:1-11). El podía desafiar a otros porque El no tiene pecado. Si El tuviera pecado, no habría tenido el denuedo para desafiarlos como lo hizo. Su madre y Sus hermanos en la carne estaban entre los que estaban con El cuando estuvo en la tierra. Ninguno de ellos puso en duda Su declaración de que no tenía pecado. Esto comprueba que El es Dios, porque Dios es el único que no tiene pecado. La Biblia dice que cuando El vivía en la tierra, era igual que nosotros en todo, pero sin pecado (He. 4:15). Cuando fue llevado ante el gobernador romano, éste declaró que no podía condenarle de ningún pecado según la ley romana más estricta (Lc. 23:4). El ladrón que fue crucificado junto con El también declaró que Jesús no había hecho nada malo (Lc.23:41). Judas, el discípulo que le traicionó, confesó que había entregado sangre inocente (Mt. 27:4), y el centurión que le crucificó proclamó: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lc. 23:47). Antes de Su muerte fue juzgado y examinado por nueve grupos de personas: 1) los ancianos del pueblo, 2) los principales sacerdotes, 3) los fariseos celosos, 4) los saduceos incrédulos, 5) los herodianos políticos, 6) los legalistas doctores de la ley, 7) el gobernador romano Pilato, 8) Herodes y 9) el sumo sacerdote. En todos estos escrutinios se demostró que no tenía pecado. El hecho de que Cristo no tuviera pecado comprueba que El es Dios.
    LA AUTORIDAD DE CRISTO
    PARA PERDONAR PECADOS
    COMPRUEBA QUE EL ES DIOS
    Cristo no sólo no tenía pecado, sino que también podía perdonar los pecados de otros. Una vez cuando le trajeron un paralítico, El le dijo: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mt. 9:2). Los escribas se indignaron por lo que dijo, porque sabían que sólo Dios podía perdonar al hombre sus pecados, y el hecho de que Jesús perdonara pecados implicaba que El se creía Dios. El podía decir lo que dijo porque ¡sí es Dios! El tiene la autoridad de perdonar pecados (Mt. 9:6). En otra ocasión una mujer pecaminosa vino a Jesús, y éste le dijo: “Tus pecados te son perdonados” (Lc. 7:48). Los que estaban comiendo con El en la misma mesa se dijeron: “¿Quién es éste, que también perdona pecados?” (v. 49). Cristo podía perdonar pecados porque El es el mismo Dios.
    LA MUERTE DE CRISTO
    COMPRUEBA QUE EL ES DIOS
    Después de treinta y tres años de estar en la tierra, Cristo murió. Su muerte fue extraordinaria. Fue diferente de la de cualquier otro hombre en la tierra. Todos los líderes religiosos mueren como hombres y son sepultados como hombres. Pero Cristo murió de manera diferente de todos los demás. Su muerte fue distinta de la muerte humana ordinaria en seis aspectos:
    En primer lugar, El les habló a Sus discípulos de Su muerte antes de que ocurriera. El mostró a Sus discípulos que “le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto y resucitar al tercer día” (Mt. 16:21). El no sólo predijo Su muerte sino también que resucitaría tres días después. Esto demuestra que Su muerte no fue una muerte accidental a manos de hombres, sino que fue una muerte ordenada de antemano por Dios.
    En segundo lugar, Su muerte fue el cumplimiento exacto de las profecías en cuanto al Mesías, predichas por los profetas centenares de años antes. En el Antiguo Testamento, Salmos 22:15-18, se describe la escena de la muerte de Cristo: “Como una teja se secó Mi vigor, y Mi lengua se pegó a Mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron Mis manos y Mis pies. Contar puedo todos Mis huesos; ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí Mis vestidos, y sobre Mi ropa echaron suertes”. Esta es una descripción vívida de la manera en que habría de morir el Mesías. Si leemos la narración de los Evangelios, veremos que exactamente así murió Cristo. Cuando El estaba en la cruz, Sus manos y Sus pies habían sido traspasados. La deshidratación causada por el derramamiento de sangre y agua con toda seguridad hizo que Su lengua se pegara a Su paladar y que Sus huesos se pronunciaran. Mateo 27:35 dice que cuando los soldados habían crucificado a Cristo, “repartieron entre sí Sus vestidos, echando suertes”, lo cual fue el cumplimiento exacto de las palabras de la profecía del Antiguo Testamento.
    En tercer lugar, ya se había presentado centenares de años antes la hora y la manera que Cristo habría de morir, en los tipos del Antiguo Testamento. En Exodo 12 el relato de la fiesta de la Pascua nos dice que un cordero había de ser preparado para la fiesta (vs. 3, 5-6). Este cordero debía ser sin defecto y debía ser examinado cuatro días antes de la Pascua. Se le debía matar el día catorce del primer mes en un palo que tenía forma de cruz. Este es el cuadro completo de la manera en que Cristo murió en la cruz. Antes de ser puesto en la cruz, fue examinado seis veces, por los judíos y los gentiles, y se le halló sin falta. También Su muerte ocurrió el día catorce del primer mes, el día de la Pascua (Mr. 14:12-17; Jn. 18:28).
    En cuarto lugar, cuando Cristo murió, dijo: “Consumado es” (Jn. 19:30). Cuando un ser humano típico muere, se acaba su carrera. No importa cuán grande sea la persona, una vez que sale del mundo, su trabajo se termina. Pero la muerte de Cristo no era Su final; al contrario, fue el punto culminante de Su obra. La muerte marcó no sólo la terminación de Su carrera sino también la culminación de Sus logros. Tal muerte ciertamente no fue una muerte ordinaria, sino una muerte que tiene mucho significado y que implica grandes logros.
    En quinto lugar, la muerte de Cristo inició eventos sobrenaturales, lo cual demuestra la naturaleza sobrenatural de Su muerte. La muerte de los seres mortales es la muerte de pecadores por sus propios pecados; pero la muerte de Cristo es la muerte de Dios en un ser humano por los pecadores. Como tal, fue una muerte extraordinaria. Cuando Cristo murió, cayeron tinieblas sobre la tierra en pleno mediodía. La tierra se sacudió y las piedras se rompieron. Las tumbas se abrieron, y muchos muertos resucitaron (Mt. 27:45, 51-53). En toda la historia, ¿quién ha tenido una muerte semejante? El fenómeno fue tan asombroso que el centurión y los que estaban con él vigilando sobre el cuerpo de Jesús se espantaron en gran manera y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt. 27:54). La creación se sacudió de temor y temblor porque era el Creador quien había muerto en la cruz.
    En sexto lugar, la Biblia dice que Cristo murió como Sustituto de todos los pecadores (1 P. 3:18) y se ofreció a Dios como sacrificio por los pecados de todo el mundo (Jn. 1:29; 1 Jn. 2:2). Mientras Cristo estaba clavado en la cruz, Dios puso los pecados del mundo sobre El y lo consideró el único pecador, que sufría una muerte sustitutiva por todos los hombres (2 Co. 5:14). Ningún ser humano ordinario, aun si no tuviera pecado, estaría calificado para ser el sustituto de todos los hombres y llevar los pecados del mundo entero. Sólo un hombre podía morir por los hombres y por los pecados de ellos, y sólo Dios es lo suficientemente grande para abrazar a todos los hombres y llevar todo el peso de los pecados del mundo. Por consiguiente, Aquel que murió por los pecadores y por sus pecados debe de haber sido un Dios-hombre, el mismo Dios mezclado con el hombre auténtico. Este es Jesucristo nuestro Salvador.
    Por último, la eficacia eterna de la muerte redentora de Cristo es una comprobación de que Cristo es Dios. La eficacia de la muerte de Cristo es eterna, sin límite en cuanto a espacio o tiempo. La muerte eficaz de Cristo se aplica a cada creyente, sin importar el espacio o el tiempo. La muerte sustitutiva de Cristo efectuó una redención eterna por nosotros (He. 9:12, 14). Si Cristo hubiera muerto solamente como un hombre, la eficacia de Su muerte no habría sido eterna. Sólo Dios es eterno, y sólo lo que Dios cumple puede tener un efecto eterno. La sangre que Cristo derramó en la cruz por nosotros no era sólo la sangre de Jesús el hombre sino también la sangre del Hijo de Dios (1 Jn. 1:7), la “propia sangre” de Dios (Hch. 20:28). Por lo tanto, puede purificarnos de todo pecado. El límite de Su poder para limpiar es tan grande como el límite de nuestros pecados. El hecho de que Cristo murió siendo un hombre auténtico le califica para derramar Su sangre para redimirnos como hombres, y el hecho de que Cristo también sea Dios da la certeza de la eficacia eterna de Su redención por nosotros. Así que, la eficacia eterna de la muerte redentora de Cristo es una prueba convincente de que El es el mismo Dios.
    LA RESURRECCION DE CRISTO
    COMPRUEBA QUE EL ES DIOS
    El aspecto más maravilloso en cuanto a Cristo no es sólo la manera en que murió, sino que El no se quedó en la muerte. Estuvo en el sepulcro menos de setenta y dos horas. El tercer día Cristo se levantó del sepulcro (Mt. 28:1-6). Este es un hecho histórico que ningún historiador puede cambiar. El resucitó con un cuerpo y se apareció a Sus discípulos muchas veces durante cuarenta días (1 Co. 15:4-7; Hch. 1:3). Muchos críticos modernos han considerado que la resurrección es un mito o una historia que los primeros discípulos inventaron. Pero el hecho de que tantos testigos hayan visto a Cristo después de Su resurrección, y el hecho de que tal encuentro con el Cristo resucitado causó cambios profundos en sus vidas, comprueban de manera convincente que la resurrección no es algo inventado. Antes de la resurrección de Cristo los discípulos estaban temerosos y desanimados; inclusive Pedro negó al Señor tres veces (Lc. 22:54-62). Después de Su resurrección el mismo grupo de personas llegó a ser valiente y agresivo. Pedro fue el primero en levantarse el día de Pentecostés para predecir ante más de tres mil personas (Hch. 2:14). Ninguna invención puede producir un cambio que transforma la vida misma; tampoco podían los discípulos estar en alguna clase de alucinación religiosa, porque todos hablaban de manera sobria y se portaban de manera responsable. La iglesia original no era una comunidad de locos que estaban engañados, sino que era cuerpo de creyentes normales, rectos y sobrios. La resurrección de Jesucristo es el hecho histórico más grande en la historia de la humanidad. Cambió el transcurso de la historia humana y abrió el camino para que el hombre tuviera una nueva vida en Cristo.
    LA ASCENSION DE CRISTO
    Y SU VIVIR PARA SIEMPRE
    COMPRUEBA QUE EL ES DIOS
    Casi dos mil años han pasado desde que el Señor Jesucristo resucitó. Durante estos dos mil años la historia de la humanidad ha comprobado que nada puede destruir ni quitar este Cristo de Su lugar en el mundo. Los reyes y los imperios han venido y han pasado. El Imperio Romano que en cierta época era la gloria de la civilización antigua se ha desmenuzado, pero el pequeño Jesús de Nazaret a quien persiguió, ha triunfado y permanece. Cuarenta días después de la resurrección, Cristo ascendió a la diestra de Dios (Hch. 1:9; 2:33-36). Hoy El es el Rey de reyes y el Señor de señores (Ap. 19:16). El es Dios y rige todo el mundo. Grandes monarcas y dinastías imperiales han edificado monumentos y edificios en conmemoración a sí mismos, pero se caen en pedazos mediante los ojos de su posteridad. Pero el nombre de Cristo ha permanecido, y Su cruz brilló por las edades con una gloria que siempre aumenta. Los reyes y los conquistadores han instituido calendarios para conmemorar a sus reinados, pero el único calendario que ha permanecido es el calendario de Cristo. Actualmente, en el oriente y en el occidente, desde la nación más industrializada hasta la más atrasada, todos usan el calendario universal, el calendario de Cristo. Sin darse cuenta, el mundo entero reconoce que Cristo es el único Monarca y el Soberano supremo.
    Hoy día, todos los eventos mundiales están en manos de Cristo. El es el verdadero Administrador del universo (Ap. 1:5). No ha permitido que el mal perdure, y no ha abandonado al hombre a su propio destino. Detrás de la gran rueda de la historia humana está la mano omnipotente de Cristo.
    Cuando los judíos mataron a Jesús, pensaron que los discípulos que le rodeaban se dispersarían en corto tiempo. No esperaban que en menos de dos meses la situación cambiaría por completo y que miles se convertirían a Cristo. El Imperio Romano menospreciaba las pequeñas comunidades de cristianos y pensaba que en poco tiempo su poder imperial aplastaría un movimiento tan débil. No se daban cuenta de que en menos de cuatro siglos los seguidores de Jesús el nazareno se propagarían como fuego por todo el dominio, aun hasta el punto de devorar el imperio mismo. Hace setenta y cinco años los comunistas proclamaron que el cristianismo moriría en esa misma generación. No esperaban que los cristianos por todo el mundo se multiplicarían en miles y millones, incluso dentro de sus propios países ateos. Actualmente en Rusia, en China y en Estados Unidos, millones de cristianos dan testimonio de la fe que han encontrado en Jesucristo. Cada día miles de personas se vuelven a Cristo y se le entregan sus vidas. La fe cristiana no está muerta. Por el contrario, es más viva que en cualquier otra época en la historia. Todo esto una vez más comprueba que Jesucristo es Dios y que vive para siempre.
    CREER QUE JESUS ES DIOS
    Un cristiano no es una persona que cree en una religión muerta. Es una persona que cree en un Salvador viviente. Jesucristo murió hace dos mil años, pero hoy El vive para siempre (Ap. 1:18). Cuando una persona invoca Su nombre y cree en El (Ro. 10:9), Cristo como el Espíritu viviente entra en él y cambia su vida. Mahoma murió, y su tumba todavía está en la Meca. Alejandro Magno murió y todavía yace en su tumba. Todos los grandes líderes mundiales murieron y están en sus tumbas o mausoleos. Pero Jesucristo vive; Su sepulcro está vacío, y El vive dentro de millones de Sus creyentes. Si usted invoca a Alejandro Magno, no recibirá respuesta porque él está muerto. Pero si invoca a Jesús, El entrará en usted y cambiará su vida. El convertirá su vacío en realidad, su oscuridad en luz, su debilidad en fuerza, su temor en valentía, y su pena en gozo. Todos los que invoquen el nombre del Señor Jesús ciertamente serán salvos (Ro. 10:13).
    Un día Cristo aparecerá de nuevo en esta tierra y establecerá Su reino celestial en la tierra (Ap. 11:15). La Biblia dice que el cielo espera que venga ese día (Hch. 3:21). Pero hoy usted puede experimentarle creyendo en El. Si usted le abre su corazón, El entrará en usted y establecerá Su reino en usted. Usted será sacado del reino de las tinieblas y traído al reino de luz (Col. 1:13). Cristo será la vida nueva para usted por dentro (Col. 3:4), y usted será una persona nueva en Cristo (2 Co. 5:17).

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