1 Samuel 1:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Regreso de Elcaná y su familia a su hogar cuando se cumplieron los días de la festividad (v. 1Sa 1:19). Tenían ante sí un viaje y un cierto número de hijos que llevaban consigo, pero no se pusieron en camino hasta que se acabó la solemnidad en que dieron culto juntos al Dios de Israel. Oración y forraje no estorban el viaje.

II. Nacimiento del hijo deseado y el nombre que se le puso. Por fin, Jehová se acordó de Ana, pues concibió y dio a luz un hijo, al que la madre puso el nombre de Samuel (v. 1Sa 1:20). Hay quienes opinan que la etimología de este nombre es la misma que la de Ismael («escuchado por Dios»), porque la oración de su madre fue escuchada de un modo notable, y el niño fue la respuesta misma a tal oración. Otros, por el motivo que ella misma señala, opinan que significa pedido a Dios. Los favores recibidos en respuesta a las oraciones deben ser recordados con alguna expresión especial de agradecimiento, como en Sal 96:1, Sal 96:2. ¡Cuántos favores y cuántas liberaciones podrían llamarse Samueles, pedidos a Él! Este niño fue pedido a Dios e inmediatamente, dedicado a Dios. (Téngase en cuenta nota del traductor que estamos ante una etimología de corte «popular», sin pretensiones científicas, ya que «pedido», en hebreo, no es Samuel, sino Saúl.)

III. La exquisita diligencia que Ana puso en la crianza del niño, no sólo por serle a ella muy querido, sino también por estar dedicado a Dios. Aunque sentía respeto sumo (y más, ahora) por los atrios de la casa de Jehová, Ana pidió permiso a su marido para quedarse en casa, ya que las mujeres no tenían obligación de subir a las tres fiestas anuales, como la tenían los hombres. Aunque Ana estaba acostumbrada a subir también, ahora deseaba que se la excusara: 1. Porque no quería ausentarse de su casa mientras estaba criando. Dios prefiere la misericordia al sacrificio. Quienes no pueden asistir a los cultos y a las ordenanzas de la congregación por impedírselo el cuidado de sus pequeñuelos, pueden consolarse con este ejemplo, en la confianza segura de que, si lo hacen con recta intención y con la vista puesta en el Señor, Él las aceptará en su gracia en el lugar donde están. 2. Porque no quería subir a Siló hasta que su niño fuese de suficiente edad, no sólo para ser llevado allí, sino para ser dejado allí; pues, una vez que lo llevase allá, pensaría que le iba a ser muy difícil decidirse a traerlo a casa de nuevo.

IV. La solemne entrada de este niño en el servicio del santuario. La opinión corriente es que fue llevado tan pronto como su madre lo destetó, esto es, a la edad de tres años, según costumbre de los judíos. No faltan quienes opinan, con menos razón, que la frase significa ser destetado de las cosas infantiles, a la edad de ocho o diez años. El texto nos dice que el niño era pequeño (v. 1Sa 1:24). Obsérvese cómo presentó al niño:

1. Con un sacrificio, no menos de tres becerros, con sus respectivas ofrendas de grano (v. 1Sa 1:24), quizás un becerro por cada año del niño. O uno como holocausto, otro como ofrenda por el pecado, y un tercero en ofrenda de paz. Sin embargo los LXX dicen un becerro de tres años, y es muy probable que ése sea el sentido correcto.

2. Muy agradecida a la bondad de Dios por haber dado a su oración respuesta favorable. Esto es lo que ella declara a Elí, ya que él la había animado a esperar una respuesta de paz (vv. 1Sa 1:26, 1Sa 1:27): «Por este niño oraba».

3. Dedicó a Jehová todo el interés que ponía en el niño: «Todos los días que viva, será de Jehová» (v. 1Sa 1:28). (A) Todo cuanto damos a Dios, lo hemos recibido previamente de Él: «De lo recibido de tu mano te damos» (1Cr 29:14, 1Cr 29:16). (B) Cuanto damos a Dios puede decirse, sobre esta base, que lo prestamos a Él. Cuando dedicamos al Señor los hijos, recordemos que son ya suyos por derecho divino, soberano, sin dejar de ser así mucho más nuestros para consuelo y responsabilidad.

V. Finalmente, el niño Samuel hizo de su parte más de lo que cabía esperar de un niño de su edad, pues de él se dice en el texto hebreo que adoró allí a Jehová, esto es, desde entonces comenzó a decir sus oraciones en el santuario. A los niños se les ha de enseñar, desde muy pequeños, a rendir culto a Dios. Sus padres deben instruirles en la oración y en la adoración y traerlos al lugar del culto, y hacer que se acostumbren, en la medida de su edad, a orar al Señor; y Dios aceptará gustoso sus oraciones y les enseñará a orar cada vez mejor.

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