Colosenses 1:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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De la acción de gracias a Dios por el fruto de la gracia en los colosenses, el apóstol pasa a orar para que ese fruto crezca y se desarrolle sin Interrupción.

1. El buen informe que Epafras le ha traído a Pablo, lejos de dejarle en su gozosa satisfacción, le estimula a pedir a Dios (v. Col 1:9) «que seáis llenos, dice, del cabal conocimiento (gr. epígnosin) de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual (gr. sunései, recto juicio práctico)». «Tal conocimiento, dice H. Carson, no es el producto de la sabiduría carnal del mundo, que hincha pero no ilumina al hombre interior (cf. 1Co 1:20; 1Co 2:5, 1Co 2:6, 1Co 2:13; 1Co 3:19). Procede, más bien, de la iluminación del Espíritu Santo. Él es quien da esa sabiduría y ese entendimiento que nos capacitan para conocer la voluntad de Dios.»

2. Que tal conocimiento no es meramente intelectual se echa de ver por el objetivo que le asigna Pablo (v. Col 1:10): «Para que andéis como es digno del Señor (esto es, de la santidad de Cristo a quien confesamos por Señor nuestro), para agradar(le) en todo (lit.), llevando fruto en toda obra buena y creciendo por el pleno conocimiento de Dios» (lit.). Varios detalles son aquí dignos de análisis:

(A) Toda vida tiende a crecer y desarrollarse. La vida espiritual que nos fue implantada por el Espíritu Santo al nacer de nuevo, ha de crecer y desarrollarse con el ejercicio, la andadura de una buena conducta, digna del Señor, del Santo (1Jn 2:20) que nos redimió (v. Col 1:14), digna de nuestro llamamiento (Efe 4:1), digna del Señor a quien servimos. Bruce hace notar que aun los paganos del Asia Menor adoptaban la fórmula «de manera digna del Señor» para referirse a sus dioses. ¡Cuánto más deberíamos los cristianos vivir como es digno de nuestro Dios, el único Dios vivo y verdadero, y de Jesucristo, nuestro amable Redentor!

(B) Al decir «para todo agrado», Pablo usa el vocablo griego aréskeian, única vez que sale en todo el Nuevo Testamento y que, tanto en la literatura profana como en los LXX (Pro 31:30), tiene el sentido peyorativo de una obsequiosidad forzada, pero aquí da a entender un deseo genuino de complacer al Señor.

(C) Como la palabra ha sido sembrada en la mente y en el corazón de los fieles de Colosas, Pablo ora para que de fruto en toda buena obra, pues aunque como fruto es del Espíritu (Gál 5:22), como buena obra es menester que el creyente se ejercite en ella (Efe 2:10).

(D) Hemos traducido literalmente «por el conocimiento pleno de Dios» (comp. con Jua 17:3), pues el griego usa el dativo instrumental, como en Efe 2:8 («por gracia …») y de esta manera, además, se pone de relieve que el conocimiento cabal de Dios y de su voluntad es básico para todo auténtico crecimiento espiritual, sin repetir innecesariamente (ya lo ha hecho en el v. Col 1:9) lo del «cabal conocimiento de la voluntad de Dios».

3. «Una segunda característica de esta vida centrada en Dios es su manantial de poder» (Carson). Por ello, el apóstol no se contenta con pedir a Dios gracia para que los colosenses lleven fruto, sino también poder para hacer frente a los obstáculos que se oponen a una vida santa, espiritualmente fructífera. El apóstol acumula vocablos que significan poder y fuerza, para dar a entender la necesidad que tenemos de tal ayuda celestial todos los creyentes (v. Col 1:11): «con todo poder capacitados (gr. dinamoúmenoi, dotados de poder) conforme a la potencia (gr. krátos, fuerza soberana) de la gloria de Él (Dios)». Como en otros lugares, la potencia de la gloria es un hebraísmo para indicar la soberanía gloriosa con que Dios ejercita su poder omnímodo y lo pone a disposición de los suyos.

4. Ese poder divino nos capacita para el ejercicio de cuatro virtudes (vv. Col 1:11, Col 1:12) en la resistencia a los obstáculos que se presenten en la andadura cotidiana: «para toda paciencia, longanimidad, gozo y gratitud». Recordemos que paciencia (gr. hupomoné) es la persistencia bajo el peso de las dificultades (comp. con Heb 12:1), mientras que longanimidad (gr. makrothumía) consiste en aguantar con firmeza la oposición y la provocación que proviene de parte de los hombres. Ambas virtudes son ejercitadas por el verdadero creyente con gozo. En esto último está la principal diferencia entre la paciencia del creyente y la del estoico. Finalmente, la gratitud hacia Dios es una virtud frecuentemente recomendada y ejercitada por el apóstol, quien la menciona tres veces en esta Epístola (Col 1:3, Col 1:12; Heb 3:17). Discuten los autores si el «con gozo» ha de unirse con lo que sigue, conforme a la puntuación del texto griego de Nestlé (seguida en nuestras versiones) o con lo que precede, según opinan Scott, Moule, Haupt, Lightfoot, Carson y Gutiérrez. En favor de esta segunda opinión está el hecho de que en los otros dos casos en que Pablo menciona en esta Epístola la acción de gracias, lo mismo que en la docena de veces en que lo hace en otras epístolas, siempre aparece sin tal añadidura.

5. El apóstol halla en este punto cuatro motivos para dar gracias a Dios: (A) «os hizo aptos (gr. hikanósanti, habilitó) para participar de la herencia de los santos en la luz», es decir, en el reino de la luz (NVI, comp. con Hch 26:18; 2Co 4:6; 1Pe 2:9; 1Jn 1:5-7). Leemos «os», en lugar de «nos», siguiendo a los MSS de mayor crédito. (B) Para entrar en posesión de esta herencia luminosa, «nos libertó (o rescató) de la potestad (gr. exousías, autoridad, jurisdicción) de las tinieblas» (v. Col 1:13), pues así se describe el dominio de Satanás (v. Luc 22:52, Luc 22:53; Efe 6:10), en oposición al del Señor Jesucristo. (C) «Nos trasladó al reino del Hijo de su amor» (lit.), es decir, de su amado Hijo. El apóstol ve en la redención un anticipo de las realidades escatológicas (comp. con Rom 8:30; Efe 2:6) y con razón, pues la salvación es una obra divina sin solución de continuidad, en la que el solo comienzo es ya garantía de un fin glorioso (Flp 1:6). Aun cuando la expresión «el Hijo de su amor» es un hebraísmo, H. Carson observa que «encierra mayor riqueza que si usase aquí el epíteto agapetós, amado. El Hijo que es el Unigénito del Padre, no sólo es el objeto eterno del amor del Padre, sino que es también la encarnación y la expresión de ese amor en su modo de proceder con los hombres». (D) El Padre fue también quien planeó nuestra redención (v. Jua 3:16; Hch 2:23; 2Co 5:19, 2Co 5:21), aunque fue el Hijo quien derramó su sangre: «en quien (en el Hijo) tenemos la redención (gr. apolútrosin, la acción de libertar pagando el precio), el perdón de los pecados» (lit.). Aunque la frase «por medio de su sangre» es una interpolación, «glosa debida a la tendencia al concordismo textual con Efe 1:7» (Gutiérrez) y sólo figura en la Vulgata Latina y algunos MSS minúsculos, su verdad está suficientemente atestiguada en otros lugares (v. Rom 3:25; Rom 5:9; Efe 1:7; 1Pe 1:18, 1Pe 1:19). Con el derramamiento de la sangre, viene el perdón de los pecados (Heb 9:22; Heb 10:18, etc.).

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